Desglobalización: por qué la pandemia no lo está cambiando todo
Una crisis que altera tanto la vida como la pandemia del coronavirus naturalmente provoca especulación acerca de cómo cambiará todo. Pero vale la pena recordar que una predecesora mucho más mortífera, la gripe española, mató entre 50 y 100 millones de personas entre 1918 y 1920 y a ello siguieron los locos 20. ¿Cambió algo?
Posiblemente aceleró tendencias que ya estaban en curso. Y lo mismo puede ser cierto hoy. El coronavirus llegó en un momento en que el mundo ya se estaba volcando hacia adentro, en gran medida como reacción a la crisis financiera global de 2008. Las naciones han estado erigiendo barreras al libre flujo de personas, dinero y productos, al mismo tiempo que el flujo de datos de internet continuó aumentando rápidamente.
Hay evidencias de que todas estas tendencias ahora se aceleran, en particular en países conducidos por populistas, que están explotando la pandemia para erigir barreras que de todos modos querían instalar. Y al forzar las cuarentenas a la gente a trabajar, comprar, estudiar y jugar en casa, el tráfico de Internet ha dado un salto de entre el 50 y el 70% en las naciones desarrolladas, creando nuevos hábitos que en distinto grado podrían durar más allá de la pandemia.
Por lo tanto la era posterior al coronavirus probablemente provoque una sensación muy similar a la era después de la crisis de 2008, pero con sus tendencias hacia adentro magnificadas: los líderes populistas más envalentonados para atacar a los extranjeros; las naciones menos dispuestas a exponerse al comercio mundial, los bancos globales y las migraciones internacionales; economías nacionales más dependientes de industrias locales; la gente en todas partes retirándose a la seguridad libre de coronavirus del hogar para continuar con su empleo, su educación y su entretenimiento en el mundo inmerso de la economía online.
Comercio exterior
El comercio global crecía al doble de la tasa que la economía mundial antes del 2008, pero apenas se mantiene a la par en los últimos años y ahora es difícil saberlo. Se proyecta una caída del comercio global de alrededor del 15% en 2020 -al menos tres veces la caída esperada en el producto económico- y la recuperación post virus podría verse contenida por políticas comerciales más divisivas.
El presidente Trump ha insistido aún más en sus declaraciones anti globales, anti comercio y anti China, diciendo "no sé qué es peor", la Organización Mundial de la Salud o la Organización Mundial del Comercio, a las que acusa en ambos casos de favorecer a China. Su asesor comercial Peter Navarro ha citado la escasez de equipo de protección para los trabajadores de la salud como prueba de que Trump siempre tuvo razón acerca del riesgo de depender de China por productos manufacturados y "reivindica la estrategia del presidente de comprar productos estadounidenses".
La gran diferencia ahora es que el discurso anti China se está volviendo más estridente y más común en muchas naciones, incluyendo Gran Bretaña, Francia, la India, Brasil, Italia y Japón. Y el discurso anti comercio ahora proviene incluso de uno de los últimos campeones de alto perfil de la globalización, el presidente Emmanuel Macron de Francia. "Delegar nuestra provisión de alimentos" en otros "es una locura. Tenemos que recuperar el control", alertó en marzo. Su ministro de finanzas, Bruno Le Maire, lo siguió con un llamado al "patriotismo económico", urgiendo las tiendas a "tener stocks de productos franceses".
Muchas naciones incurren en una forma de nacionalismo alimentario. Francia, España e Italia se contaban entre los países que presionaban a la Unión Europea para que protegiera a sus productores agrícolas antes de la pandemia y ahora presionan aún con mayor fuerza. Rusia, el mayor exportador mundial de trigo, ha impuesto cuotas a las exportaciones de granos. Vietnam uno de los mayores productores de arroz, suspendió las exportaciones del mismo. Más de 60 naciones han limitado o prohibido las exportaciones de barbijos, guantes y otros equipos de protección personal, dejando a muchas naciones pobres que no fabrican este equipo desnudas frente a la pandemia.
Liderazgo totalitario
La democracia estaba en retirada y avanzaban los autócratas antes de que apareciera el virus. Para contenerlo líderes de todos los estilos políticos han asumido poderes antes impensables para cerrar la economía, orientar la producción, cerrar las fronteras y colocar a las empresas en soporte vital. Incluso las sociedades más liberales han cedido voluntariamente estos poderes, en un espíritu de movilización de guerra. Pero se está sentando precedentes, y las fronteras se desdibujan. El gran riesgo es que los líderes con tendencias autocráticas salgan de la pandemia con poder para controlar y cerrar las sociedades, incluyendo sociedades democráticas.
El espíritu universalista de la globalización se desvanecía antes de la pandemia y ahora es más difícil de encontrar. Los inversores, en un tiempo atraídos por la perspectiva de ganar fortunas en el mundo emergente han estado reduciendo su presencia allí desde la crisis financiera global, pero la retirada se aceleró en los primeros tres meses de este año, cuando más de US$ 90.000 millones se retiraron de las bolsas emergentes.
Finanzas
La desglobalización de las finanzas también se profundiza en los mercados de deuda. Después de 1980 una combinación de baja de los tipos de interés y desregulación financiera generó una explosión global del crédito que -para las vísperas de la crisis de 2008- había triplicado la carga de deuda del mundo representando tres veces el producto económico global. Ese año el derrumbe del crédito golpeó con particular dureza a los bancos y los hogares y los dejó con un temor generalizado de asumir nuevas deudas.
Ahora el cierre de las economías está deteniendo el flujo de efectivo de compañías fuertemente endeudadas, de Estados Unidos, Europa y Asia, amenazando con llevarlas a la quiebra. Con ello quedará sólo una clase importante de tomadores de crédito -los gobiernos- con confianza suficiente como para acumular nuevas deudas, aunque más no sea porque pueden emitir dinero para cubrir los pagos. El "súper ciclo" de deuda que ayudó a promover fuertemente el crecimiento económico global entre 1980 y 2008 se está deteniendo bruscamente, con una clase asustada de deudores por vez.
Líneas de producción
La retirada hacia adentro ha inspirado a muchas naciones a repensar sus líneas de producción que ahora recorren el mundo y muy a menudo conducen a fábricas en China. Impulsada originalmente por el alza salarial en China, y más tarde la creciente preocupación por la incertidumbre en torno a los negocios, esta retirada ha estado en curso desde hace años. En su pico de 2007 China era la planta de montaje del mundo, generando casi un quinto de su producto económico ensamblando partes fabricadas en otras latitudes para crear los productos acabados, pero su participación en ello había caído a menos de una décima parte para cuando golpeó el coronavirus.
Un estudio reciente que cubre 12 industrias globales concluyó que las compañías de 10 de ellas, incluyendo a autos, semiconductores y equipo médico, están mudando o planificando mudar al menos parte de su cadena de producción, lo que en la mayoría de los casos significará salir de China. Si los nacionalistas logran su cometido -Trump citaba la pandemia como otro motivo más para atraer la manufactura de regreso a Estados Unidos- las fábricas volverán a sus países de origen. Japón está ofreciendo 2000 millones de dólares a compañías que salgan de China como parte de su paquete de estímulo por el coronavirus.
Internet nacional
La pandemia arribó como un regalo de propaganda de la naturaleza para los populistas que quieren contener todo lo que sea "global", desde la migración hasta Internet. En los últimos años China ha encabezado la marcha en la creación de una Internet nacional, separada de la red más amplia, pero Rusia, Indonesia y otros siguen su camino. El centro europeo para la política económica internacional está registrando un creciente bosque de prohibiciones, reglas y subsidios de Internet, incluyendo medidas que buscan asegurar que los datos se almacenen localmente y sea difícil la transferencia al extranjero. En la década de 2010 la cantidad de reglas de "localización de datos" aumentó al doble en todo el mundo a más de 80.
La pandemia de hecho hace de telescopio del futuro. Tendencias que podrían haber tardado cinco o 10 años en desarrollarse lo han hecho en sólo cinco a 10 semanas y todas apuntan en la misma dirección. Hacia un mundo que gira más hacia adentro.• The New York Times