Dólar argento: una rapsodia en blue
La pandemia del coronavirus encuentra a la Argentina sin los dólares imprescindibles para salir de la crisis y volver a crecer. En efecto, las reservas de nuestro Banco Central están en uno de los menores niveles de América Latina tanto en porcentaje del PBI como en años de cobertura de importaciones.
En tiempos normales, la Argentina demanda dólares para importar los insumos y bienes de capital necesarios para producir, crecer y exportar tanto por parte del sector agropecuario como de la industria manufacturera. Así como también se necesitan dólares para pagar los intereses de la deuda externa y el normal giro al exterior de remesas de los inmigrantes y las utilidades de empresas de inversión extranjera directa.
Pero cuando la política económica falla tanto en la pasada como en la presente gestión y el Estado argentino no brinda señales creíbles respecto del horizonte futuro para tomar decisiones de ahorro, inversión y producción, la demanda de dólares explota en nuevas oleadas por razones adicionales.
La inestabilidad permanente que predomina desde hace décadas explica por qué los argentinos demandan dólares como único instrumento financiero para atesorar y preservar sus ahorros, siendo uno de los países con mayores tenencias líquidas de dólares del mundo por fuera de los Estados Unidos.
Los resultados de las PASO generaron una demanda extra de dólares por salida de depósitos en dólares del sistema bancario argentino, reduciendo aún más las reservas del Banco Central, impactando en otro salto del tipo de cambio.
La reciente cuarentena generó una renovada demanda de dólares por motivos de ahorro precautorio y preferencia por liquidez ante la incertidumbre de la duración de la pandemia.
No obstante, hay importantes errores de política económica específicos que explicarían el reciente salto del dólar blue hasta niveles que casi duplican al tipo de cambio oficial.
Al inicio de la cuarentena, el Gobierno decidió canalizar la compensación al sector productivo por el cierre de la actividad económica mediante crédito bancario. Para ello, desarmó un tercio de las Leliq, a los fines de aumentar la capacidad preestablecida de los bancos argentinos, generando una baja de la tasa interés por debajo de la inflación esperada, desincentivando el ahorro en pesos.
Este grueso error de política económica despertó al dólar blue. Aunque, posteriormente, el Gobierno cambió correctamente de política económica hacia la asistencia directa mediante el programa de Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP).
Pero el daño ya estaba hecho. Para generar una solución nos compramos dos problemas. Los ATP no llegan con la celeridad, magnitud y capilaridad con que necesita el sector productivo para sobrevivir. La emisión monetaria necesaria para pagar los ATP, adicionada a la realizada para otorgar créditos bancarios que no llegaron, puede ser un peligro si las medidas de distanciamiento social provocan un incremento de costos y un racionamiento de la demanda que impiden que el sector productivo pueda siquiera cubrir los costos fijos.
La generalización y continuidad de los ATP serán necesarios para que se vuelva a producir, de lo contrario será más rentable no producir y posteriormente cerrar definitivamente negocios y fábricas.
Por lo tanto, las necesidades de emisión continuarán hasta que la economía no solo arranque, sino que pueda funcionar sin ATP.
El control de precios con precios máximos por debajo de los costos de reposición de insumos, mercaderías y costos fijos erosionan la rentabilidad de producir, anulando los incentivos a aumentar la oferta productiva.
La escasez de oferta, el incipiente desabastecimiento, el control de precios, así como el casi congelamiento del dólar oficial y las tarifas están generando un proceso sostenido de inflación reprimida. Si a ello se agrega una continua emisión de dinero no deseado, estamos en una situación conocida como "sobrante monetario" (money overhang).
El excedente de dinero emitido produce un "ahorro forzoso" no deseado de las familias argentinas. Ante la falta de alternativas de consumo y ahorro, el "sobrante monetario" se esta destinando a la compra de dólar blue, presionando aún más la brecha cambiaria, generando incertidumbre nominal hasta niveles nunca vistos desde fines de la década del 80.
Continuar con semejante brecha cambiaria y "sobrante monetario" provoca diversos riesgos que condenan negativamente una salida económica rápida poscuarentena.
La suba del dólar paralelo aumenta la rentabilidad de sobrefacturar importaciones y subfacturar exportaciones, reduciendo el superávit comercial registrado. Para eliminar esta distorsión, el Gobierno se vería obligado en el futuro a una corrección casi inevitable de la brecha por devaluación del oficial a los niveles más altos del dólar multicolor, como sucedió en nuestra historia económica reciente. Pero ello provocaría una aceleración inflacionaria que terminaría licuando el exceso de oferta monetaria heredado de la cuarentena.
Al mismo tiempo, las expectativas de una posible corrección del dólar oficial provocan un aumento de la inflación esperada.
El peligro es que la economía se adapte rápidamente a un régimen inflacionario más alto. Pasando de negociar contratos, salarios y precios según la inflación pasada a formar expectativas respecto de una mayor inflación futura señalada por el dólar blue.
Un plan integral de estabilización y crecimiento es urgente, ahora, ya, durante la cuarentena, para asegurar el futuro sanitario y económico de nuestros hijos y nietos.
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