Dolarización de hecho: la solución menos esperada que encontró Venezuela para combatir la hiperinflación
El dólar se convirtió en la principal herramienta de pago y ya representa más del 70% de las operaciones
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BOGOTÁ.- Dos frases antagónicas y el mismo autor, con solo unos años de por medio: “Le vamos a torcer el brazo al dólar criminal” y “Gracias a Dios existe la dolarización”. Desde que accedió al poder en 2013, Nicolás Maduro arremetió contra el billete verde por ser una “herramienta del imperio”, gran “culpable” del derrumbe económico que ha devorado el 83% de su PBI.
Eran tiempos de las políticas de control de precios y de cambios, de expropiaciones y de un estatismo radical que, junto a la mayor corrupción de la historia y la negligencia de sus dirigentes, provocaron el derrumbe de la economía y de los servicios públicos hasta transformar a Venezuela en el país más pobre y desigual del continente.
La hiperinflación irrumpió en 2017 y para 2019 cada 12 días se duplicaban los precios. La inflación de febrero de ese año fue de 270%, para sumar una variación interanual de 2.295.981%.
El gobierno se subió al tren de la dolarización con tanto entusiasmo que llevó a Maduro a dar gracias a Dios por la presencia del “enemigo” en la calle
El bolívar desapareció de las calles, depreciado ante el dólar, consumido por la subida de los precios y con una capacidad de compra casi nula. Los billetes de la moneda nacional valían tan poco que se contaban por millones y servían para poco más que manualidades para vender en las calles. La hiperinflación pulverizó al bolívar, que dejó de ser un referente de valor y perdió 16 ceros desde la llegada al poder de Hugo Chávez en 1999.
Atrapada entre la espada bolivariana y la pared de la realidad, la sociedad encontró una solución parcial al caos económico: comerciantes y consumidores eligieron al dólar como moneda de uso y principal forma de pago. “La dolarización fue la salida de facto a la hiperinflación”, resume a la nacion el diputado José Guerra, “ministro de Economía” opositor en las sombras.
Dolarización de hecho, pero no de derecho, “porque habría que cambiar la Constitución para que fuera así”, confirma Guerra, antiguo funcionario del Banco Central de Venezuela (BCV).
El apagón nacional de 2019, con los ciudadanos buscando de forma desesperada cómo pagar por los alimentos y los productos básicos, aceleró el proceso. El gobierno revolucionario, que ya había cambiado a sus asesores, seguidores fieles de las recetas económicas cubanas, se subió al tren de la dolarización con tanto entusiasmo que llevó a que Maduro diera las gracias a Dios por la presencia en las calles del enemigo imperialista. Al chavismo no le quedaba otro remedio que acomodarse a la nueva coyuntura.
La realidad es que, tres años después, el dólar se ha convertido en la principal herramienta de pago en Venezuela, con más del 70% de las operaciones, según Ecoanalítica. También se paga con pesos colombianos en zonas fronterizas y hasta con pepitas de oro minero en el estado Bolívar, pero es el dólar el que marca todos los precios. Su dictadura en las calles es total.
Y sus efectos también se notan. El BCV reportó que la inflación de febrero cayó a 2,9%, el mejor registro desde que Venezuela entrara en recesión hace ocho años y el sexto mes consecutivo por debajo de los dos dígitos, si bien la inflación interanual se mantiene en torno a 300%.
Obligado por las sanciones, el gobierno de Maduro tuvo que apostar por reformas económicas mientras multiplicaba la represión y la persecución contra opositores y disidentes. Como explica la politóloga Paola Bautista de Alemán, una especie de “perestroika sin glásnost que no es capaz de subsanar la pobreza “.
“Brutal desigualdad. La dolarización informal en Venezuela ocurrió a costa de aumentar las desigualdades entre la población que tiene acceso al dólar y la inmensa mayoría que no”, confirma la organización Provea en su último informe. En la nueva realidad, las tiendas aparecen surtidas, pero sus precios en dólares son inaccesibles para buena parte de una población que cobra US$30 de salario mínimo.
Un nuevo escenario del que, pese a todo, el chavismo intenta sacar provecho. Con la premisa de estimular al bolívar, el gobierno ha puesto en marcha un gravamen del 3% al pago con divisas, llamado Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras (IGTF), que de inmediato ha sembrado el desconcierto, otra vez, en comercios y calles. Tanto que reconocidas cadenas de comida rápida informaron que de momento no recibirán pagos en dólares.
El IGTF, que se suma al 16% que se cobra por IVA, pretende quedarse con parte de los millones de dólares que ahora mueve la economía informal. “Usar un impuesto en cascada, acumulativo y regresivo como el IGTF en dólares para promover el mayor uso del bolívar es un despropósito”, subraya el economista Leonardo Vera. “Parece más una sobretasa del IVA más que un impuesto”, certifica Asdrúbal Oliveros, director de Ecoanalítica.
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