El inusual enfrentamiento del “superministro” con los gremios en el comienzo de la interna menemista
Pocas computadoras y no en los sectores de atención al público. Máquinas de escribir, calculadoras eléctricas, tinta, sellos y papeles por doquier. Muchos papeles. Pocos cajeros automáticos, sin terminales de autoservicio. No pasó tanto tiempo. Apenas 30 años, pero los bancos eran bastante distintos a lo que conocemos en la actualidad. Aquel 28 de agosto de 1992 lo que llamó la atención fue que los empleados bancarios atendieron a la gente en camiseta. Musculosas, casacas de fútbol, bermudas, ojotas… Una inusual y poco recordada medida en contra de Domingo Cavallo, por entonces Ministro de Economía, Obras y Servicios Públicos.
¿Qué había pasado? Cavallo tenía un enorme poder de ejecución de su área. Y sus facultades como “superministro” lo señalaban como una persona clave en otros sectores. La multifuncionalidad le abrió frentes de batalla en varias direcciones. Por enumerar algunos, por esos días renegociaba las atribuciones de fondos de coparticipación con los gobernadores, privatización de trenes, interpelación en el Senado por la venta de Aerolíneas Argentinas y cuestionamientos a Martín Redrado por su manejo a cargo de la Comisión Nacional de Valores.
En el sector bancario, se encontró con una dura negociación por los ajustes salariales. Pero en una maniobra muy cuestionada, intervino el Ministerio de Trabajo (bajo el mando de Rodolfo Díaz), con la prohibición del derecho a huelga, por considerar las prestaciones bancarias como “servicio esencial”. Claro que aunque no era su cartera, todo el mundo señaló inmediatamente a Cavallo.
Lo consultaron al respecto y no sólo no se calló, sino que avanzó con perfil muy elevado y una frase sacó de quicio a los empleados: “No vamos a permitir que estos señores de saco y corbata, acostumbrados a trabajar con aire acondicionado, entorpezcan el funcionamiento de la economía”, cuestionó.
No se refería a los altos funcionarios solamente, sino a todo el gremio. “Es gente que está tratando permanentemente que la inflación se acelere, al igual que los que hacen paro, pidiendo salarios que no se pueden pagar”, se descargó el superministro.
La respuesta gremial fue una protesta “descamisada”, más allá de paros intermitentes de hasta cinco horas y amenazas de huelga. Juan José Zanola, secretario general de la Asociación Bancaria, estuvo presente en la protesta en el Banco Nación con una camiseta de Huracán, club del que fue presidente. “Caballo que relincha no muerde”, fue una de las consignas de la marcha.
La interna con Redrado
Por esos días, el conflicto más serio de los que enfrentaba Cavallo fue que cuestionó una propuesta de Martín Redrado de crear un fondo de intervención para detener la caída de la Bolsa. La rechazó y no permitió que se ponga en marcha. “La Comisión Nacional de Valores tiene que cumplir estrictamente la función que le corresponde, que es la de velar por la transparencia del funcionamiento del mercado de valores. No habrá ninguna intervención estatal”, se quejó.
El presidente Carlos Menem respaldó a Redrado. Empezaba a observar en su ministro a un posible competidor. Cada vez eran más intensos los rumores de una posible candidatura de Cavallo para 1995.
Cavallo intentó enviar a Redrado al Banco de Inversión y Comercio Exterior. Redrado resistió con apoyo de Menem. El “superministro”recibió el respaldo internacional: “Es una pieza clave en el plan económico”, dijo el embajador de los Estados Unidos, Terence Todman.
Funcionarios del justicialismo atacaban a Cavallo. Raúl Granillo Ocampo, que había abandonado su cargo como secretario legal y técnico, lo cuestionó por su “falta de sensibilidad social”. Y la CGT emitió un comunicado en el que lo acusaron de totalitario por sus dichos contra los bancarios. La interna del gobierno menemista se activó por los sectores que buscaban una “peronización” del Gobierno. Al final fue sólo una tormenta pasajera. O un anticipo de mayores problemas que surgirían con el tiempo.
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