
Sin relación de dependencia
Cansados de las presiones, algunos ex ejecutivos optan por su propio emprendimiento
1 minuto de lectura'
Siempre se produce un quiebre, un acontecimiento que marca un antes y un después en la vida de una persona. A veces es provocado por la edad; otras, por la pérdida de trabajo. En muchas oportunidades por ambas cosas.
Quienes transitan por la cornisa de los cincuenta y fueron víctimas de reestructuraciones y otros procesos de reducción de personal generalmente ven sólo el abismo. Pero hay otros que lo viven como una experiencia que les permite crecer y, sobre todo, emprender algo totalmente nuevo en la mitad de la vida.
Cada vez son más los ejecutivos que, con 50 años cumplidos y cansados de las presiones y las responsabilidades de dirigir una gran empresa, deciden empezar ellos una pequeña compañía. Sin hijos a cargo y con algunos ahorros que les dan el aire necesario para mantenerse, se la juegan por un camino propio.
"Se dan dos cosas: por un lado, la gente sufrió mucho estos últimos años en las grandes empresas, vio muy deteriorada su calidad de vida. Y, por el otro, hay más conciencia emprendedora, se está gestando una cultura de microempresarios que perdieron el miedo a emprender", describe Bruno Matarazzo, titular de la consultora homónima, dedicada a programas de outplacement.
En el caso de las personas que pasaron la barrera de los 50, la alternativa de una empresa propia es casi la única que tienen. "La verdad es que les decimos que está muy complicado, que es difícil que se reinserten en una organización. Y para nuestra sorpresa, muchas de ellas ni siquiera lo desean", asegura Matarazzo.
Horacio Cortese, consultor jefe de Thompson DBM, consultora que se encarga de la reinserción de ejecutivos mediante programas de outplacement, sostiene que se da una combinación de factores: hartazgo, realidad de mercado y búsqueda de una mejor calidad de vida.
"Cuando se acerca una determinada edad, comienza una etapa de replanteos. Entre ellos, que la vida no es sólo trabajo. Vienen hartos de someterse a presiones y grandes responsabilidades. Además, muchos ya no tienen hijos a cargo, con lo cual buscan un equilibrio entre calidad de vida y trabajo. Y empiezan a encontrarle el gustito a tener su propia empresa", dice el consultor.
Tirar la caña
Toda la vida estuvo rodeada de máquinas y complejos equipos de alta tecnología. Hoy el paisaje que la rodea es bien distinto: montañas, lagos y grupos de turistas extranjeros que vienen a la Argentina en busca del tesoro, como si se tratara de antiguos colonos. Pero en lugar de oro, ahora vienen a llevarse truchas.
Diana May empezó de muy joven la vida laboral en IBM y continuó su camino en Motorola. Hasta que una reestructuración la depositó en la consultora de Matarazzo. Con 56 años, la única certeza que tenía era la de seguir trabajando. Pero no a cualquier precio. May rechazó nada menos que tres ofertas para reinsertarse en una empresa, en una edad y época en que las propuestas no abundan. "En una primera etapa tuve varias ofertas, pero ninguna me cerraba, no reunían los parámetros que deseaba. Tenía claro que de volver a una corporación, tenía que seducirme la empresa, el dinero o el proyecto, pero nada de eso ocurrió", relata.
Sin perder más tiempo, decidió empezar algo por su cuenta. Con la ayuda de la consultoría, recordó que mientras era estudiante había trabajado en una agencia de turismo. Ya no tenía dudas de que ése era el camino. "Era lo más rápido, lo que conocía. Empecé a actualizarme y en uno de esos cursos se trató la pesca con mosca, que yo apenas conocía. Me interesó porque era un tipo de turismo orientado a extranjeros y, como hablo muy bien inglés, me largué con eso", cuenta.
Viajó al Sur, contrató un guía experimentado de pesca --hoy también su socio-- e hizo diseñar una página Web. Los primeros clientes no tardaron en aparecer. "A ellos les expliqué que era mi primera experiencia y confiaron en mí. Creo que los convencí con mi entusiasmo", arriesga May. Sin embargo, la pesca con mosca sigue siendo un misterio para ella.
Un secreto sólo desentrañado por los turistas fanáticos, para los que arma una aventura única en la Patagonia.
Café y logística
La logística había sido su ocupación por más de veinticinco años. Trabajó en la compañía de golosinas Adams, sobrevivió a varios cambios de directorio, reestructuraciones y a los vaivenes de la economía. Pero la última crisis fue demasiado para la empresa, que atinó a pagar un outplacement en la consultora Thompson DBM.
"El primer día --recuerda Germán Bello-- me pusieron frente a una pantalla y me mostraron unos gráficos del mercado laboral. Después de ver eso, supe que no tenía posibilidades de volver a la relación de dependencia."
Aunque le costó resignarse a dejar de lado lo que había hecho toda la vida, Bello empezó a encontrarle el gustito a empezar algo nuevo. "Ultimamente estaba muy cansado, con muchas presiones. Me llamaban los fines de semana porque surgían problemas y no podía desenchufarme nunca del trabajo", cuenta.
Después de probar con algunos emprendimientos --uno de logística, entre ellos-- se inclinó por la gastronomía. Adquirió con otros socios un café en la zona de Retiro, frente al hotel Four Seasons, que ahora maneja en soledad. "Tenés que dirigir gente, estar pendiente de los proveedores, de la mercadería?, en realidad es bastante parecido a lo que yo hacía", reconoce Bello. De la relación de dependencia extraña la estructura, la contención que brinda una corporación. Pero el café de las mañanas, sin duda, es más sabroso ahora que entonces.
Legado de familia
La crisis provocó que muchos padres se preocuparan por el futuro laboral de sus hijos y que sufrieran su partida en busca de oportunidades laborales. Por eso, algunos ejecutivos que comienzan un emprendimiento por su cuenta buscan integrar a su descendencia en la pequeña empresa, para que puedan continuar con ella en el futuro.
"Mi hijo trabaja conmigo y pienso que en un futuro puede hacerse cargo de la empresa", reconoce May. Por eso, empezar a los 50 significa, también, abrirles camino a los hijos.
Entre sus anhelos, figura traspasar su café Zazzá a los hijos. "En estos momentos en los que no hay trabajo es una posibilidad. Yo no considero, como muchos argentinos, que la salida es irse. Hay muchas cosas por emprender acá", concluye.





