Estudió en Milán. Hizo de su proyecto universitario un negocio de $2,5 millones
La idea comenzó por un trabajo para la universidad y terminó en un marca de mochilas que vende 150 unidades por mes y factura $2,5 millones al año. Manuel José Garzarón estudió ingeniería industrial en la UBA, entró a trabajar en una empresa japonesa de autopartes, y al poco tiempo decidió volver a los estudios para hacer una maestría en diseño en Milán, Italia. En una materia, le pidieron que presente una idea de negocio que tenga que ver con la carrera. Pensó en sus dos perros y creó la marca Tincho & Lola.
El proyecto en principio consistía en producir algún tipo de calzado, como alpargatas, para fabricar con el reciclado de velas de barco, pero el diseño era más complicado y se decidió por hacer bolsos y mochilas. Mientras tenía trabajos de consultoría, que tenían que ver con diseño o ingeniería industrial, dibujaba los diseños, los mandaba a confeccionar y los vendía.
"Así fueron los primeros dos años, hasta que llegué al límite de mi tiempo y decidí enfocarme de lleno en el emprendimiento. Alquilé una oficina en Saavedra y cambiamos los talleres con los que trabajábamos, para hacer productos de otro material. Usamos tela de algodón que teñimos artesanalmente con colores propios, y trabajamos con lona y cuero, buscando minimizamos el uso del plástico para generar el mínimo impacto ambiental. Arrancamos con una inversión de US$20.000 que prestaron amigos y familiares", cuenta Garzarón.
Al proyecto le fue bien, pero el emprendedor quería seguir estudiando y ganó una beca para entrar en la escuela de ingeniería mecánica en Stanford University, California. A cargo del negocio quedó una compañera que trabajaba con él en la empresa de autopartes. Victoria Sato había renunciado a la compañía, había sido mamá y trabajaba como profesora de inglés en un colegio privado. "Tenía disponibilidad de tiempo para dedicarle al emprendimiento y le ofrecí seguir con la marca", señala.
El negocio también se diversificó a otros productos, y ahora ofrecen billeteras, tarjeteros, cartucheras, portacables, gorras, llaveros y objetos para perros, como collares y correas.
"Cada vez que hay un salto del dólar, se estanca un poco la venta, y nuestros costos, como el algodón y el cuero, están directamente relacionados con la suba del tipo de cambio. Tratamos de no trasladar este incremento al precio enseguida, para reponer la producción, y así cuidar al cliente", cuenta.
"Actualmente las ventas se reparten en un 50% a través del canal mayorista; 30% venta directa en el local y showrooms, y el restante es venta corporativa", agrega la también ingeniera industrial. Algunos de sus clientes son Andreani y el laboratorio Novo Nordisk.
"Tenemos mucha visibilidad a través de la prensa orgánica o a través de acciones en redes sociales, en donde tenemos 12.000 seguidores en Instagram. También tenemos el sello de buen diseño, que es un certificado que entrega el Ministerio de Producción y Trabajo, que promueve productos diseñados en la Argentina en un catálogo", concluye Sato.