Evasores moralistas y otras especies de la fauna fiscal
Además de armadillos, pumas, ñandúes, chinchillas, vicuñas y yaguaretés, en la Argentina habitan otras especies autóctonas menos estudiadas: son los "evasores moralistas" (aunque parezca una contradicción de términos) y los "evasores justicieros", parte de una fauna fiscal única en el mundo, que está saliendo a la luz gracias a investigaciones que combinan lecciones de la economía y de la psicología.
Los estudios sobre la "psicología de la evasión" son relativamente recientes a nivel global, pero ganan espacio en un contexto donde Estados muy endeudados tras la crisis de 2007 ponen todo el foco en el aumento de la presión fiscal. En (casi) todos los países, el incumplimiento en el pago de los tributos está directamente relacionado con una baja moral tributaria. En la Argentina, sin embargo, esta relación es distinta.
"Nueve de cada diez argentinos sostienen que no pagar impuestos es incorrecto, y sin embargo nuestro nivel de evasión es altísimo y la economía «negra» ronda el 35% del PBI", explica la economista Victoria Giarrizzo, quien acaba de publicar el libro La economía de la evasión. (Consejo profesional de Ciencias Económicas), en coautoría con Santiago Chelala. En este campo de las decisiones económicas manda el "haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago". O el concepto marxista (de Groucho): "Éstos son mis principios, si no le gustan… tengo otros".
Giarrizzo y Chelala son colegas de ciclo de vida profesional: ambos se recibieron de economistas en los 90, pasaron varios años en el periodismo (Giarrizzo en Ámbito Financiero, Chelala en El Cronista) y luego volvieron a trabajar como economistas. Aunque ya hay una abundante cantidad de estudios académicos, se trata del primer libro basado en economía del comportamiento (la rama que mezcla economía y psicología) que se publica en la Argentina. Buena parte de la investigación descansa sobre experimentos realizados por los autores en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA.
Además del fenómeno de los "evasores moralistas", descubrieron que el incumplimiento es altamente contagioso. Cuando se juntaron duplas integradas por un miembro con moral tributaria fuerte con otro con moral débil, la decisión conjunta en el 100% de los casos fue para el lado de la evasión.
La historia del incumplimiento fiscal es tan antigua como la del hombre. La leyenda de "Alí Babá y los cuarenta ladrones", de Las mil y una noches, tiene su origen en la saga del rey Alí Babá, que rehusaba pagar impuestos al califa de Bagdad. Entre los episodios más recientes de rebeldía fiscal se destaca el de Julia "Butterfly" Hill, una joven militante ecologista que cobró notoriedad cuando pasó 738 días en las ramas de un árbol para que no lo talaran, en California. Tuvo éxito, y en los años siguientes se convirtió en una celebridad y dio charlas motivacionales alrededor del mundo. Su siguiente movida de alto perfil fue en 2003, cuando juntó los 150.000 dólares que debía pagar en impuestos anuales a la IRS (la AFIP de los Estados Unidos) y se los dio directamente a programas educativos y culturales. "No me niego a pagar mis impuestos. Los estoy pagando, pero a quienes ustedes deberían dárselos", escribió a la IRS, para justificarse.
Los "evasores justicieros" son otros de los protagonistas de "la psicoeconomía de la evasión". "Cuando prevalece la sensación de que los impuestos son injustos, que se malgastan o que los funcionarios son corruptos, algunos ciudadanos encuentran en la evasión una forma de protesta pacífica", sostienen los autores. Según una encuesta propia, nueve de cada diez contribuyentes perciben que la corrupción es "alta" o "muy alta" y, entre ellos, el 85% afirma que eso afecta entre mucho y bastante su voluntad de pagar impuestos. Y surgió otro dato interesante: la percepción de que la estructura de impuestos es regresiva (de que pagan, en términos relativos, más los que menos ganan) también atenta contra el cumplimiento tributario, casi tanto como la percepción de corrupción.
Uno de los grandes problemas que tiene la AFIP aquí es que, a diferencia de otros países, a los argentinos ser "escrachados" como evasores no les produce un daño reputacional tan alto como en otros lugares. En las encuestas realizadas, la condena social aparece cuando los incumplidores son empresas grandes o ciudadanos millonarios; pero en el caso de las pymes esto no sucede. "Hay que tener en cuenta que aquí se tolera la feria informal más grande de América latina, La Salada", apunta la economista, que cita una frase de Heinrich Heine: "Todo delito que no se convierte en un escándalo no existe para la sociedad".
Por eso, Giarrizzo y Chelala sostienen que los agentes fiscales deberían poner más énfasis del que suelen colocar en "premios" para los cumplidores, una práctica que, de hecho, está ganando espacio. En la ciudad de Santa Fe se sortea todos los años el arreglo de 40 veredas entre los buenos contribuyentes. Desde que se inició el programa, se llevan reparadas 440 veredas y, según datos del municipio, el porcentaje de buenos contribuyentes pasó del 46% del padrón en 2008 al 62% en 2011. En Diamante (Entre Ríos) regalan entradas para jineteadas y fiestas folklóricas, y en Oberá (Misiones) dan tickets para "El jardín de los pájaros" a quienes cumplen. Los estudios de economía del comportamiento comprobaron que es más eficiente premiar a quienes tienen sus cuentas al día con regalos que con dinero en efectivo, al estilo del viejo "LoterIVA".
La presión tributaria en la Argentina viene subiendo y está en un récord histórico. Llega al 35% del PBI con la sumatoria de impuestos nacionales, provinciales y municipales. El economista Nadin Argañaraz, especialista en temas fiscales y director del Iaraf, sitúa a la "presión tributaria efectiva" (la que reciben quienes operan totalmente en blanco) cerca de 50 por ciento. Seguir incrementando impuestos mientras la evasión no cede equivale a lo que los fiscalistas llaman "cazar en el zoológico". Mientras tanto, los evasores moralistas y los justicieros pastan libremente por las praderas tributarias de la Argentina.