La estrategia de acumulación de reservas implica algunos riesgos
Un buen nivel actúa como una señal de reaseguro para los inversores y frena el aumento del costo del crédito, pero deben tenerse en cuenta posibles efectos negativos
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Cada cierto tiempo, el debate sobre el nivel adecuado de reservas internacionales se reanuda, con distinta intensidad, en cualquier país emergente. En la literatura académica y en las discusiones de política económica no hay un consenso definitivo sobre el nivel óptimo de reservas dada la dificultad para medir correctamente los costos y beneficios de mantenerlas.
La forma de evaluar la pertinencia de las reservas internacionales también ha ido evolucionando en el tiempo de acuerdo con el fin principal que se le han atribuido. Mientras en los años sesenta, el énfasis estuvo puesto en la capacidad de las reservas para cerrar las brechas temporales de recursos (por ejemplo, su relación con importaciones), más recientemente se ha enfatizado la relación entre reservas y la potencial reducción en la probabilidad de crisis financieras y el evitar fluctuaciones bruscas, y no determinadas por fundamentales de la economía, del tipo de cambio (inclusive para los países considerados flotadores puros).
Después de las crisis de los 90 y principios de este siglo, y los desbalances globales de esa época, los países han acumulado reservas por motivos precautorios para hacer frente a la salida brusca de capitales.
De hecho, como acumular y mantener reservas es costoso financieramente, hace algunos años han surgido propuestas de utilización de instrumentos de cobertura y de uso de líneas de crédito flexible (Flexible Credit Line –FCL–) del Fondo Monetario Internacional (FMI) como alternativas para hacer frente a potenciales crisis de liquidez externa y de balanza de pagos. Sin embargo, esta última estrategia tiene la desventaja de que podría no actuar como una señal para prevenir crisis o corridas cambiarias. Inclusive, solicitar acceso al FCL podría coordinar expectativas y gatillar una salida de capitales.
En la práctica, el nivel de reservas internacionales actúa como una señal de reaseguro para los inversores, indicando que el país está bien posicionado para hacer frente a salidas de capital o corridas cambiarias. La evidencia empírica en la literatura muestra que, en caso de crisis, los países con niveles adecuados de reservas tienen un menor aumento en el costo del crédito.
Entonces, la discusión del nivel de reservas no es blanco o negro. Sí hay un consenso de que un nivel adecuado es conveniente y que acumularlas es costoso. Si bien los indicadores son sólo eso, hay acuerdos generales de la relevancia de los mismos para medir la suficiencia de reservas. Por ejemplo, un indicador que se observa es la relación de reservas internacionales brutas a PBI, otro es el de reservas internacionales líquidas. Por ejemplo, un cociente de reservas internacionales (brutas) a PBI, de 5% como el caso argentino, es considerado bajo en los estándares internacionales.
Si bien considero que la definición de reservas líquidas que se usa en el mercado es una prueba demasiado ácida, ya que alguno de los ítems que se descuentan dan disponibilidad de liquidez y otros no representan obligaciones que haya que hacer frente con el stock actual de reservas, es un indicador en que el mercado se fija y también es considerado bajo en los estándares internacionales.
El Gobierno también reconoce la necesidad de acumular reservas. De hecho, recientemente el BCRA publicó el programa monetario para 2026, donde menciona que irá fortaleciendo reservas, en tanto y en cuanto, la monetización de la economía lo permita y que estima acumular US$10.000 millones, y hasta US$17.000 millones en el año. Entonces, está claro ahora que la discusión no pasa por la necesidad de aumentar reservas. En lo que hay discrepancias es en la velocidad de hacerlo.
Las demoras tienen riesgos asociados y a algunos analistas les hubiese gustado algo más de celeridad. Esta celeridad hubiese necesitado, por supuesto, la liberación total del cepo y un “sinceramiento” del tipo de cambio a valores de mercado: sacudir el avispero, que se acomoden las cosas y de ahí empezar un camino sin demasiado “fine tunning” o “sintonía fina” (en la jerga económica). Esto hubiese sido posible por la disciplina fiscal del Gobierno.
Siempre en economía es importante diferenciar stocks de flujos. Es cierto que si, como dice el Gobierno, en el futuro hay acceso a créditos e inversiones internacionales y sigue el apoyo de los Estados Unidos en la provisión de dólares, se podría capear una crisis sin problemas. Sin embargo, es aun más cierto que, históricamente, los mercados e inversores se han fijado en definiciones estándar del nivel de reservas. De hecho, ese puede ser uno de los frenos a la caída del riesgo país. Defender una estrategia de acumulación de reservas que llevará algún tiempo no debiera implicar ningunear los riesgos que ella implica.
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