Mariana Lomé: "Quienes están en el sector social son optimistas, pero no ingenuos"
La directora del Posgrado en Organizaciones sin Fines de Lucro de la Universidad de San Andrés dice que detrás de cada acción hace falta una buena gestión
Personas flexibles, con habilidades para interactuar en diferentes ambientes sociales, con una poderosa capacidad de empatía y de lidiar con varias cuestiones a la vez; gente con la sabiduría suficiente para hacer una lectura del contexto que sea la base de un buen aporte por una mejor calidad de vida de otros; trabajadores optimistas pero no ingenuos. Así es el perfil de quienes se desempeñan en las organizaciones de la sociedad civil, según define Mariana Lomé, directora del posgrado de Especialización en Organizaciones sin Fines de Lucro de la Universidad de San Andrés, un curso que en pocos días iniciará su decimoctava edición y del que ella fue alumna en 2002.
"Siempre detrás de la acción directa se requiere una buena gestión y gente que trabaje en condiciones razonables, porque si uno no está seguro en su lugar de trabajo, mal puede salir a cambiar el mundo", dice Lomé. Cuenta que fue a partir del regreso de la democracia cuando las entidades civiles –asociaciones, fundaciones, cooperativas, mutuales, cooperadoras escolares, clubes de fútbol, etc.– comenzaron su camino hacia la profesionalización, en el que son acompañadas por la academia y por donantes que entienden esa necesidad de que haya personas preparadas para la acción. Desde 1997, del curso egresaron 635 alumnos. Otros 37, que cursaron en 2013, preparan su trabajo final. Y para las clases que se iniciarán el 26 de este mes llegarán entre 35 y 40 más.
–¿Hay un régimen para las relaciones laborales en el sector?
–No, las reglas de juego son las mismas que para las grandes empresas. Estas organizaciones contribuyen con la sociedad, trabajan desde una gestión autónoma por lo público. Por esa razón, hay países que adecuan sus sistemas. Por supuesto que siempre debe estar la protección laboral, pero hay que flexibilizar y adaptar los procesos de contratación a la realidad de las organizaciones, para que el mayor porcentaje de las donaciones llegue directamente a la causa sin que eso implique una pérdida de derechos de los empleados. Hay una comisión integrada por organizaciones sin fines de lucro que está estudiando el marco legal y fiscal para generar una propuesta de conversación con el Estado. Por supuesto que siempre debe haber un correcto sistema de controles y actualmente lo hay, porque las entidades deben presentar permanentemente documentación.
–¿Cómo se fijan los salarios?
–Es un tema complicado. Así como hay heterogeneidad en el tipo de organizaciones, hay heterogeneidad en los presupuestos y en el nivel de sueldos. Uno se puede encontrar con una muy buena organización, que planifica, rinde cuentas y logra impacto, y resulta que son todos voluntarios. Y hay, a la vez, organizaciones con 150 empleados. Es un sector muy dispar y las estructuras salariales y planes de carrera son ad hoc; hay profesionales que tienen su trabajo en otro lugar y los servicios que dan en la organización son voluntarios o por un valor simbólico. Hay organizaciones que adecuan los pagos a su capacidad de generar recursos: primero se ve cuánto implica el proyecto y después viene el pago a la gente que tiene un compromiso con la causa; eso lleva a que los sueldos sean menores a los que, a igual estadio en la carrera profesional, puede haber en una empresa.
–¿Qué rasgos caracterizan a quienes están en el sector?
–Hay algunos que llegan por casualidad; otros, porque en una crisis de mitad de vida o de su desarrollo profesional, de golpe deciden que quieren hacer algo que los gratifique de otra manera. Ésos serían los dos extremos: en el medio hay gente que llega al sector porque tiene una sensibilidad especial con lo ambiental y lo social, o bien por esa cosa que tenemos los seres humanos de compensar algo que pasó, como cuando costó diagnosticar la enfermedad de un hijo y se busca que otros no pasen por lo que uno pasó. O está quien dice: «Soy un agradecido de la vida y necesito compartir esto con gente que no tuvo tanta suerte como yo». La gente del sector es multitasking, es flexible, tiene habilidades para la interacción multicultural. Hay gente con una capacidad muy poderosa de empatía, con liderazgos muy interesantes porque se gestiona desde la escasez y porque hay que saber qué rol se juega al sentarse a hablar, bien equipado y no solo con pasión y entusiasmo, con gobiernos o grandes empresas. También está la capacidad de innovación. Es gente que de la adversidad genera algo positivo, y no solo lo genera sino que lo sostiene, se involucra e involucra a otros; gente que crece…
–¿Qué conocimientos se les da?
–En el posgrado hablamos de desarrollo de habilidades y conceptos de la gestión, incluyendo gestión de personas y de voluntarios; de marketing, desarrollo de fondos, diseño de proyectos, cuestiones legales y fiscales. Se analizan el contexto, las políticas públicas y sociales; se recorren teorías y marcos conceptuales del tercer sector y se estudia el desarrollo y la evaluación de proyectos sociales. Cada materia atraviesa procesos de aggiornamento y hacemos seminarios de actualización con egresados. El año pasado tomamos el tema de negocios sociales, que es una figura que empieza a pisar con fuerza, porque se puede pensar en proyectos que además de producir un bien o un servicio, generen inclusión con innovación.
–¿Hay hechos recientes en cuanto a políticas de Estado?
–En la ciudad está la ley de voluntariado, que pone en valor un tipo de participación ciudadana; hay que ver cómo se desarrolla la reglamentación, pero en su espíritu la ley es muy interesante. Y hay un tema que las organizaciones tienen que tener muy en cuenta, que es la normativa de prevención de lavado de dinero.
–¿Cómo fue tu experiencia en el sector de las organizaciones?
–Trabajaba como docente cuando me vinculé con la Fundación Vida Silvestre; fui guía en la reserva ecológica de Costanera Sur, me sumé al equipo y estuve diez años. Después pasé a la Fundación Compromiso donde fui directora ejecutiva. Hoy soy voluntaria y miembro del consejo de administración de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales. En el posgrado estoy desde 2010; me apasiona porque hay un trabajo muy personalizado con quienes son o serán líderes de la sociedad civil. Uno no puede ser pesimista cuando se da el lujo de estar con gente del sector, que piensa todo el tiempo cómo mejorar la calidad de vida de otros. Es un privilegio moverse entre personas que no son para nada ingenuas, pero que como tienen las manos en la masa y ven lo que se puede hacer, son optimistas.