Pacto UE-Mercosur: Milei le sube la vara a un triunfo de Macri y prende las alarmas
El cierre del acuerdo entre los bloques, para los libertarios es sólo un piso, y el principio de una historia que obligará a las empresas a competir y bajar precios
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El cierre del acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea -un hito para un país que requiere reglas estables y calidad institucional para atraer inversiones, y más integración al mundo- es un triunfo tardío de Mauricio Macri, pero se queda aún a medio camino de consagrar la ambiciosa agenda que el presidente Javier Milei para una Argentina liberal.
Este enorme pacto comercial que genera un mercado de bienes y servicios de más de 800 millones consumidores y que comenzó a negociarse en 1995 es la consagración del gradualismo: tiene desgravaciones de aranceles que llega hasta los 15 años, con varios de gracia en una primera etapa, y hubo cuidado de traspasar “líneas rojas” en sectores sensibles.
Nada más alejado de la velocidad a la que quiere avanzar el gobierno libertario -con estilo bilardista- más allá de avalar toda apertura comercial. Pocos funcionarios rescataron la foto con Ursula von der Leyen, titular de la Comisión Europea, y los presidentes del Mercosur tomados de la mano. La mayoría subrayó el discurso presidencial que denominó al bloque regional como un “cepo” o “una presión”. Luis Caputo, ministro de Economía, se cansó de pedir más flexibilidad en Brasil y en Uruguay para negociar tratados de libre comercio (TLC) por afuera de la unión aduanera de países sudamericanos.
El mundo es otro que en 2019. La Argentina también cambió. Del lado industrial, habrá pocas voces críticas frente al anuncio por el acuerdo entre los bloques. Desde la Unión Industrial Argentina (UIA) y desde la Federación de Industrias del Estado de São Paulo (Fiesp) ya se descontaba. Más bien la preocupación viene por el fuerte avance chino en la región. China ya es el segundo socio comercial de la Argentina -después de Brasil- y, poco a poco, su imparable potencial -algo que EE.UU. reconoce con aranceles- va reemplazando importaciones brasileñas al país.
A esta tendencia estructural del comercio, y a la idea libertaria local de flexibilizar ya el Mercosur sumando TLC -como Chile o Perú, según mencionó Milei en su discurso, aunque no tienen industria propia-, se suman la eliminación de licencias no automáticas, de las SIRA (licencias para importar), de reglamentos técnicos -que servían de frenos a las compras al exterior- y de bajas a impuestos a las importaciones, como ocurrió semanas atrás con la modificación del sistema courier.
En tiempos en que se abre el debate de cara a 2025 -con una economía que rebotaría un 5%- sobre el atraso cambiario y la falta de competitividad local, los cambios en el courier ya movilizó a la mayor empresa argentina, Mercado Libre, a pensar en imitar el esquema que tiene, por caso, en México. Un warehouse (una bodega) en Texas para ofrecer directamente productos desde EE.UU. a los argentinos. Es la forma que tendrá el gigante argentino para competir con Amazon o Shein (China). Sobre todo, en un contexto en el que el foco oficial está puesto en bajar precios.
Si Macri en 2019 aceptó darles gradualismo a los industriales para ganar competitividad con canastas de desgravación temporales -bajas de aranceles en hasta 15 años- tras cerrar el acuerdo UE-Mercosur, Milei apuesta al juego inverso: compras en internet -donde se mueven las Fuerzas del Cielo- para hacer competir a la industria y bajar precios.
Para los empresarios, es un combate desleal si no viene acompañado de baja de impuestos, infraestructura y conectividad suficientes, y un nuevo ecosistema laboral, entre otros reclamos. Ya Federico Sturzenegger dijo esta semana que Milei quiere que el Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI) sea el faro para toda la economía, pero hoy no lo es. Allí se avala el gradualismo, porque el eje central oficial, además de bajar la inflación, es el equilibrio fiscal.
Un acuerdo histórico
Más allá de la velocidad que busca el Gobierno, el acuerdo Unión Europea-Mercosur será positivo para la Argentina. En el corto plazo, no se beneficiará tanto del mayor comercio como del benchmark que le ofrecerá ser parte de un espacio común con países europeos, que tienen altos estándares de calidad institucional para comerciar. La institucionalidad no es una búsqueda oficialista. Es una herencia positiva que dejará Macri. “Una empresa china o norteamericana que quiera exportar a la UE ahora podrá invertir en la Argentina, convertido gracias a este acuerdo en un proveedor confiable. Esto refuerza el proceso de inversiones”, contó un negociador de este acuerdo histórico para el bloque.
El acuerdo que se selló en las últimas horas es prácticamente el mismo que el cerrado en 2019 por el equipo de Macri, y en el que participaron Marisa Bircher, Dante Sica, Miguel Braun, Horacio Reyser y Jorge Faurie, entre otros. El freno entonces lo pusieron el presidente francés Emmanuel Macron, Jair Bolsonaro, quien entonces gobernaba Brasil, y la pandemia.
En agosto de 2019, Bolsonaro insultó a Brigitte Macron. El presidente francés -presionado por los productores agropecuarios galos para demorar el acuerdo- usó la situación para pedirle al brasileño un capítulo de sostenibilidad ambiental (una traba) al pacto entre bloques. Luego llegó el coronavirus. Hoy, un debilitado Macron -acaba de perder a su primer ministro-, tendrá más dificultades para convertirse en un escollo importante para el proteccionismo francés.
El capítulo comercial del acuerdo puede entrar ahora en funcionamiento con la aprobación del Consejo Europeo con una mayoría calificada (55% de los 15 estados miembros, que representen no menos del 65% de la población de la UE) y de los parlamentarios del Mercosur. No sólo Francia buscará poner nuevos frenos: también Austria, Polonia y los Países Bajos. Además, se requerirá la aprobación en los Congresos de los países del Mercosur y del propio bloque.
En el acuerdo técnico, por ejemplo, la pesca argentina tendrá una liberalización arancelaria total en 0-7 años (hoy paga 8% a 15%); frutas secas y disecadas (liberación automática), comida para animales (entre 0 y 10 años); verduras (0 a 10 años); vinos y espumantes embotellados (8 años); cítricos (de 7 a 10 años); tabaco (de 7 a 10 años); preparados de carne (7 a 10 años); confituras (10 años), entre otros. La harina de soja y poroto de soja, aceites para uso industrial (soja, girasol, maíz); despojos comestibles de especie bovina, porcina, ovina; algunos productos de la pesca, como merluza; otros productos de origen animal (menudencias, grasas, semen bovino); manzanas, peras, duraznos, cerezas, ciruelas; legumbres; frutos secos, pasas de uvas; uvas de mesa; maní; infusiones (café, mate y té); especias; bebidas (agua mineral, cervezas, espirituosas) y productos de la pesca (merluza, vieiras y calamares) tendrán arancel 0% apenas esté vigente el acuerdo. De lo que llegará desde la UE al Mercosur, los químicos (con arancel de 5% a 7,7%) tendrán una liberalización de 0 a 4 años; maquinaria (de 0 a 8 años); equipamiento y aparatos médicos y óptica (0 a 5 años); y autopartes, por caso, de 7 a 10 años una vez vigente.
En síntesis, la UE elimina los aranceles para el 92% de las exportaciones de bienes del Mercosur y otorga acceso preferencial para otro 7,5% (cuotas y otras modalidades de acceso que no implican eliminación total de aranceles). El Mercosur eliminará aranceles para el 91% de las importaciones desde la UE y dejará excluido un 9% de productos sensibles del bloque. Además, la Unión Europea es el primer importador mundial de servicios. Pese a un alto costo en dólares hoy en el país, la Argentina, que es un exportador de servicios basados en conocimiento, podría llegar a beneficiarse con la remoción de la mayoría de las barreras existentes y podría, si baja sus costos, competir en el mercado europeo.
Para Macri, el cierre del acuerdo entre bloques es un éxito histórico; para Milei, solo es el piso para levantar la vara de la integración al mundo: el principio para una historia que obligará a las empresas a competir y bajar precios.
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