Carolina Escudero: “Quise devolver al periodista a su dimensión humana: sujeto de miedos, afectos e incertidumbres”
En su libro “Mediating Imperfect AI”, la investigadora argentina muestra cómo periodistas de siete países viven, temen y resignifican la automatización en las redacciones
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La irrupción de la inteligencia artificial en el periodismo suele discutirse desde la eficiencia, la automatización o la amenaza laboral. Carolina Escudero, investigadora argentina residente en Barcelona y autora de Mediating Imperfect AI, decidió empezar por otro lado, por las emociones. “¿Cómo te sentís frente a la IA en tu medio?” fue su pregunta de arranque. Y detrás de esa aparente obviedad encontró algo que los estudios técnicos no estaban registrando: el impacto emocional, ético y humano de un oficio que vive transformaciones aceleradas.
Su investigación cualitativa con periodistas de Argentina, Brasil, China, Francia, México, España y Estados Unidos revela patrones comunes: preocupación, desconfianza y curiosidad. Escudero sostiene que para entender cómo se procesa el cambio tecnológico hay que escuchar antes las tensiones interiores: miedos a la pérdida de control, dudas éticas, ansiedad laboral e incertidumbre identitaria. “Las emociones nos constituyen”, explica. Y esa dimensión, tantas veces relegada, es decisiva para comprender las reacciones ante la automatización.
Desde esa mirada, Escudero propone el concepto de “Inteligencia Artificial Imperfecta” como una tercera vía entre el rechazo y la fascinación tecnológica. Imperfecta no como falla, sino como rasgo humano: aceptar el conflicto, el error y la duda como parte del aprendizaje. Esa lógica, plantea, permite integrar la IA con criterio, reflexión y cuidado, en lugar de responder con sobreadaptación u obediencia acrítica. Aquí aparece también su aporte teórico: sumar la “D” de sentido de pertenencia al clásico triángulo actitud–comportamiento–contradicción. Sin comunidad profesional, sin un “nosotros”, la tecnología entra peor.
Las diferencias culturales entre países existen, pero los miedos y expectativas son universales. Mientras China muestra más formación y menos ansiedad, en América Latina prevalece la preocupación por la precarización laboral y la ausencia de pautas éticas claras. Aun así, en todas partes surge el mismo impulso: querer entender. Para Escudero, ahí está la clave del periodismo que viene: usar tecnología, sí, pero sin perder la sensibilidad, la empatía y la responsabilidad hacia las audiencias. Un periodismo donde lo humano -emociones, vínculos y ética- siga marcando el ritmo, aunque las máquinas aceleren el tiempo.
-Su libro arranca con una pregunta aparentemente sencilla: “¿Cómo te sentís frente a la irrupción de la IA en tu medio?” ¿Por qué decidió comenzar explorando las emociones de los periodistas antes que los usos técnicos de la IA? ¿Qué le permitió descubrir ese enfoque “emocional”?
-Coincido con vos, es una pregunta aparentemente sencilla, como que se hace de forma improvisada… Decidí iniciar mi investigación desde las emociones porque observaba varios estudios basados en la irrupción tecnológica y la adquisición de conocimiento, pero me faltaba comprender cómo podía todo esto impactar emocionalmente a los/as periodistas. Es decir, quería trascender este eje de conocimiento basado en el periodismo desde la productividad y la técnica, y adentrarme en esa mirada más profunda, la del sentir. ¿Por qué? ¿Para qué? Porque las emociones nos constituyen, orientan nuestras decisiones ante los miedos o ante la importancia que nos representan los vínculos; por eso quise devolver, a través de este estudio, al periodista a su dimensión humana, de esa otredad, no sólo como productor de noticias sino como sujeto atravesado por incertidumbres, afectos y por ese otro. Ese enfoque me permitió conversar desde otro lugar: escuchar a los periodistas más allá de la eficiencia e impacto de sus producciones, comprender sus ritmos -acelerados, agobiantes, estresantes por momentos- y conocer las tensiones de un oficio que sigue siendo profundamente humano.
-Usted propone el concepto de “Inteligencia Artificial Imperfecta” (en inglés Imperfect AI) para describir una relación más humana con la tecnología. ¿Cómo definiría esa imperfección en la práctica periodística, y por qué cree que esa condición puede llegar a ser una virtud más que una debilidad?
-Propongo la “IA imperfecta” como una tercera vía de mediación entre el rechazo y la fascinación por tecnología. A través de esta noción, inspirada en la “paz imperfecta” especifico que la imperfección es una condición humana y una oportunidad ética: aceptar el conflicto, la duda y el error como parte del aprendizaje. En el periodismo, esa imperfección nos recuerda que la tecnología no debe sustituir la sensibilidad, el criterio ni la responsabilidad profesional. Una IA imperfecta permite incorporar y repensar la tecnología desde la reflexión, el diálogo y el cuidado, no desde la obediencia, la sobreadaptación y la inmediatez que no da espacio para desarrollar una mirada crítica donde se toma en cuenta a su vez una postura colectiva, consensuada, dialogada.
-En su investigación cualitativa aparece la variable “sentido de pertenencia (D)” como ampliación del clásico triángulo actitud-comportamiento-contradicción (A-B-C) de la teoría del conflicto. ¿Podría explicarnos cómo surgió esa dimensión “D” y por qué cree que es clave para entender la integración de la IA en redacciones?
-El sentido de pertenencia tiene un papel esencial en el periodismo. Cada medio desarrolla su identidad, sus rutinas, sus formas de pensar y de producir. Incorporar la dimensión “D” fue reconocer que el conflicto o la aceptación de la IA dependen también de cuánto se siente parte el periodista de su comunidad profesional, el tipo de formación recibida a través del medio o no entre otras cuestiones. La pertenencia, el sentirse parte de un equipo habilita mejores espacios para el diálogo, la crítica constructiva y hasta un posible cuidado mutuo. La IA se integra con menos resistencia cuando el equipo siente que el cambio nace de su propio espacio, como resultado de un diálogo y valoraciones colectivas donde se han expresado las necesidades, preocupaciones, prioridades y no es una imposición externa, urgente y opresiva.
-Entrevistó a periodistas en siete países (Argentina, Brasil, China, Francia, México, España, EE.UU.). ¿Qué diferencias culturales o regionales le parecieron más relevantes en la forma de afrontar la IA en el periodismo? ¿Hay “miedos” o “expectativas” que son universales?
-Encontré patrones universales de preocupación y curiosidad. En China, los periodistas habían recibido más formación y expresaban tranquilidad, aunque no plena confianza. En América Latina y Europa predominó la inquietud por la falta de avances concretos sobre los aspectos éticos y el temor a la precarización laboral está muy presente. Por momentos se observa una tensión entre innovación y vulnerabilidad emocional: la fascinación por las nuevas herramientas tecnológicas coexiste con la ansiedad laboral y la incertidumbre identitaria de los profesionales: posible cambio de roles, rutinas profesionales, etc. Curiosamente, los varones consultados para este estudio tendían a responder desde lo racional (“pienso que…”), mientras que las mujeres expresaban sus emociones con más claridad y algunas de ellas expresaban más de una emoción en respuesta a la IA. Aun así, en todos los países apareció una coincidencia: el deseo de formarse, de entender y dominar la herramienta a pesar de su sentimiento negativo. Esta necesidad de darle un sentido a esta nueva herramienta, poder comprender, decidir. Retomando la globalidad del estudio, he consultado a los periodistas de siete países, me permitió identificar patrones interculturales en la percepción de la IA que permite tener una mirada más amplia y enriquecedora del fenómeno puesto que revela cómo los contextos políticos y educativos moldean las actitudes hacia la automatización.

-Muchos análisis se centran en la eficiencia o en el reemplazo de periodistas por máquinas. En cambio, su libro explora emociones como el temor, el agotamiento o la curiosidad. ¿Qué emociones emergieron con mayor fuerza y por qué cree que conviene prestarle atención a ese “lado humano” del cambio tecnológico?
-La percepción del cambio no es homogénea: mientras algunos periodistas la interpretan como oportunidad, otros la viven como amenaza. Las emociones más presentes fueron la preocupación y la desconfianza seguidas por la curiosidad. La preocupación estaba asociada a la pérdida de control y las lagunas éticas del presente; la desconfianza porque en varios casos son herramientas con errores y tendencias que deberían mejorarse; y curiosidad por aprender, comprender entre otras cuestiones. Atender a esas emociones es clave porque determinan las estrategias de afrontamiento: comprender lo que se siente permite actuar mejor, buscar soluciones y no quedarse paralizado en el miedo y la desconfianza.

-Haciendo el puente con la ética del periodismo: ¿cómo evalúa que la IA está impactando (o podría impactar) los valores tradicionales del periodismo como la veracidad, la independencia y la responsabilidad?
-El impacto dependerá de la capacidad de los medios para generar guías éticas claras sobre cuándo y cómo usar la IA. Los valores tradicionales no se pierden, pero necesitan actualizarse. Si los medios no acompañan la incorporación tecnológica con criterios de transparencia y responsabilidad, la IA puede erosionar la confianza y favorecer la desinformación. La ética, en este contexto, no es un obstáculo sino una brújula indispensable para navegar la automatización sin deshumanizar el oficio.
-Usted dice que la IA no debe reemplazar a la labor periodística sino complementarla desde “una perspectiva de cuidado, transparencia y sentido crítico”. En la práctica, ¿qué ejemplos concretos pudo identificar de redacciones que ya operan con ese tipo de enfoque humano-tecnológico?
-Observé ejemplos dispares. En un medio de París, la formación en IA se impuso sin diálogo con la redacción, lo que generó incomodidad y rechazo. Sin embargo, esa experiencia llevó a los editores a crear canales de comunicación -como un grupo de WhatsApp- para consensuar futuras implementaciones. En otros casos, los equipos comenzaron a realizar focus groups antes de incorporar herramientas, buscando adaptar la tecnología a las necesidades reales. Esa es la mediación humana que propongo: aprender con la tecnología, no sometidos a ella.
-¿Cómo interpreta la relación entre velocidad, automatización y calidad periodística en un contexto de IA? ¿La presión por “ir rápido” puede chocar con la reflexión ética o la profundidad del análisis? ¿Qué dicen los colegas sobre este punto?
-La presión por la inmediatez siempre existió en el periodismo, pero la IA la acelera varios de los procesos. Muchos periodistas coinciden en que rapidez y ética no son incompatibles si hay conciencia del proceso. Lo que no puede automatizarse es la empatía, la interpretación ni la sensibilidad narrativa. Los textos de opinión, las crónicas o los perfiles siguen requiriendo esa mirada humana que aporta el periodista. La calidad periodística sigue dependiendo del tiempo, del compromiso ético y de la confianza que inspira ese periodista sobre determinados temas que cubre y/o analiza.
-Su marco teórico incluye referencias a la labor emocional (Arlie Hochschild), la pedagogía crítica (Paulo Freire), la sociología de la tecnología y la ética de la alteridad (Emmanuel Lévinas). ¿Cómo dialogan esas corrientes teóricas entre sí en su análisis de la IA en el periodismo?
-Desde la idea de mediación ética, pedagógica y emocional. Hochschild me permitió comprender la gestión de emociones que los periodistas realizan frente a la tecnología desde sus espacios de trabajo; Freire aporta la pedagogía de la liberación donde el diálogo y la concientización, indispensable para una alfabetización tecnológica crítica; Levinas introduce la responsabilidad hacia el Otro, recordándonos que toda práctica comunicativa es también una relación ética; y Galtung ayuda a entender los conflictos que surgen de esa integración. Ese entramado teórico sostiene la propuesta de una IA imperfecta: humana, dialógica y situada.

-En su trayectoria, ha trabajado como periodista en América Latina y Europa, y ahora reside en Barcelona. ¿Cómo ha cambiado su percepción del periodismo en ese tránsito geográfico, y cómo ese “cruce de mundos” influyó en su investigación sobre IA?
-El tránsito entre diferentes regiones me permitió observar distintos modos de ejercer y sentir el periodismo, pero el vínculo con los colegas, las rutinas no cambian demasiado. En todo caso, ese cruce me ayudó a construir una mirada global y abierta, enraizada en el país en el que me encuentre, y por tanto sensible a sus contextos. La investigación sobre IA se nutre de esa diversidad y recorrido: entender que la tecnología no impacta igual en todas partes, y que las soluciones suelen tener un mejor efecto cuando son el resultado de un proceso y diálogo colectivo, de las tensiones que se puedan originar frente al tema en los grupos, es decir todos factores que nos reconectan con lo humano y se convierten en la posibilidad de construir en equipos que piensan diferente y que persiguen los mismos objetivos: mejorar la calidad del medio, etc.
-Es profesora asociada en la Universitat Autònoma de Barcelona, afiliada al Missouri School of Journalism). ¿Qué competencias humanas, emocionales, éticas y críticas deben desarrollarse hoy para que los periodistas puedan “mediar” eficazmente la IA?
-Necesitamos fortalecer la educación emocional, la ética aplicada y la reflexión crítica. Los/as periodistas enfrentan estrés, trauma y desgaste similares a los de profesiones de alto riesgo, pero sin formación para gestionarlos. Por eso insisto en incluir en las currículas la gestión emocional, la empatía y las estrategias de afrontamiento. La adquisición de conocimiento técnico sin una crítica constructiva, sin autoconocimiento puede ser peligrosa: mediar la IA exige también mediarse a uno mismo, reconocer los límites y cultivar la responsabilidad afectiva hacia las audiencias y las fuentes.
-Para nuestros lectores en la Argentina que trabajan en medios o sueñan con incursionar en el periodismo digital: ¿qué consejo práctico les daría para abordar la irrupción de la IA en sus redacciones sin perder el foco en la dignidad profesional, el compromiso social y la autenticidad?
-Les diría que la curiosidad y autosuperación sea su guía. La IA no reemplaza la ética ni la sensibilidad: las complementa si se usa con criterio, y aquí no podemos desestimar el capital cultural del/de la periodista. Formarse, cuestionar y aprender son las claves. La dignidad profesional se preserva, a mi entender, recordando que el periodismo sigue siendo un servicio humanitario, de interés público basado en la verdad, la empatía y el respeto por las personas. Mantener viva esa conciencia es la mejor manera de integrar la tecnología sin perder la esencia del oficio, de lo humano.
Mini bio
Formación. Doctorado y postdoctorado en Psicología Social por la Universidad Kennedy. Máster en la Diferencia Sexual por la Universidad de Barcelona (2009–2011). Licenciada en Comunicación / Periodismo, especializada en Unión Europea, por la Université Robert Schuman (Estrasburgo, Francia; 1999–2001).
Carrera. Profesora afiliada y “Barcelona Program Director” de la Missouri School of Journalism (EE. UU.). Desde 2021 es también Profesora asociada en la Universidad Autónoma de Barcelona, en la Facultad de Ciencias de la Comunicación. Integra como investigadora al Gabinete de Comunicación y Educación (UAB/UNESCO), participando de proyectos como “Innovacom” y “Frontera Crónica”. Cuenta con más de 55 publicaciones científicas, numerosos capítulos y obras, participación en alrededor de 100 congresos internacionales, y experiencia como periodista y corresponsal en diversos países. Sus áreas de investigación combinan la Psicología Social de los medios, género, brecha digital, salud mental, memoria histórica y ética en la comunicación.
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