La IA en la oficina: entre los avances reales y las expectativas infladas
La realidad del mundo del trabajo todavía está lejos del discurso: los avances son concretos, aunque limitados
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No se trata de un batallón de máquinas al estilo Terminator, la saga de ciencia ficción que en los 80 imaginó un futuro dominado por robots conscientes. Son agentes de IA desarrollados por empresas como OpenAI, Microsoft o Google, promocionados mundialmente como la próxima gran revolución del trabajo. No vienen a quitarnos la vida, sino,según muchos, el empleo.
Dario Amodei, CEO de Anthropic -empresa de inteligencia artificial fundada por exdirectivos de OpenAI-, alertó que en los próximos años la inteligencia artificial podría borrar del mapa la mitad de los empleos de oficina. Esta ola de automatización, advierte Amodei, podría elevar el desempleo global al 10 o 20%, afectando de lleno a quienes recién se inician en sectores como tecnología, finanzas o derecho.
¿Por qué? Porque estos sistemas invisibles, son capaces de atender llamadas, enviar correos y resolver problemas con la misma eficiencia (o más) que una persona. Y lo hacen sin pedir aumentos, sin días libres, sin errores de fatiga.
Según Andrés Zaied, presidente de la Cámara Argentina de Comercio Electrónico (CACE), en 2025, la Argentina está experimentando una adopción significativa de agentes de IA en el comercio electrónico .”Estamos siendo más eficientes, productivos y generando más ingresos y reduciendo costos” señala Zaied.
Empresas como OpenAI, Google y la argentina Botmaker ya los integran a productos reales: asistentes virtuales que coordinan agendas, responden consultas, procesan pedidos o asesoran clientes.
Lo que antes parecía un servicio de valor agregado, hoy se presenta como una alternativa directa a ciertas tareas humanas. Y en muchas compañías, la pregunta ya no es si los adoptarán, sino quiénes se irán cuando lo hagan.
De los bots a los agentes
Durante una prueba en vivo, la empresa argentina Botmaker mostró cómo funcionaba uno de sus asistentes con inteligencia artificial, quien atendió un llamado, tomó una reserva para cenar y, cuando supo que uno de los comensales era celíaco, cambió el pedido y ofreció un menú sin gluten. Todo eso, sin que participara una persona. El sistema entendió, respondió y resolvió la situación solo.

Según Andrés Zaied, estas tecnologías gestionan cada vez más las consultas de forma automática, mejorando la eficiencia y disponibilidad del servicio. Al usar lenguaje natural, logran más empatía con el usuario, y eso incrementa su uso. “Eficiencia y empatía van de la mano”, agrega Zaied.
La diferencia con los bots tradicionales es que los agentes IA, no solo chatean sino que también conectan datos de distintas fuentes, interpretan lo que pasa y, lo más importante, actúan acorde a lo que se les pide. Sin embargo, siguen dependiendo de instrucciones claras y de entornos controlados.
Por eso muchas empresas los usan para tareas operativas, administrativas o de atención al cliente. Trabajan rápido, no se cansan, y en algunos casos reemplazan funciones humanas. Pero su uso todavía está lejos de ser generalizado.
Promesas incumplidas
A pesar del entusiasmo que genera, la inteligencia artificial todavía está lejos de cumplir con muchas de las promesas de sus desarrolladores. Compañías como OpenAI y Microsoft aseguran que los agentes autónomos ya están listos para transformar por completo la forma en que trabajamos. Prometen un futuro sin tareas repetitivas, donde la mayoría, sino todos, los llamados puestos junior, e incluso algunos mandos medios, serán reemplazados por sistemas de IA. En teoría, eso dejaría espacio para que las personas se enfoquen en lo más humano: la creatividad, la estrategia, la innovación.
Hay quienes ven en este escenario un riesgo enorme. El historiador israelí Yuval Noah Harari, por ejemplo, advierte que si millones de personas quedan fuera del mercado laboral, los gobiernos podrían verse obligados a invertir enormes recursos en entretenimiento y distracción, “porque un montón de mano de obra ociosa, frustrada y sin propósito puede volverse un problema político muy serio”, señala el autor.
Sin embargo, por ahora, ese futuro suena más a teoría que a realidad. El uso de agentes de IA verdaderamente avanzados sigue siendo limitado, y está lejos de formar parte del día a día de la mayoría de los trabajadores. La adopción es lenta, desigual y, en muchos casos, apenas incipiente.
Lo que vemos hoy en la práctica dista bastante de la revolución que se anuncia. Estamos todavía en una etapa muy temprana, donde la mayoría de los llamados “agentes inteligentes” funcionan como simples chatbots con algunas automatizaciones básicas, apoyados en flujos preprogramados. Son, en esencia, asistentes virtuales algo más sofisticados, una herramienta más, sin el impacto transformador que se les atribuye en los discursos más optimistas.

Así lo expresaron los asistentes al CIO Network Summit de The Wall Street Journal, realizado en Menlo Park, California, un encuentro que reúne a los principales líderes del sector tecnológico de Estados Unidos. Mientras que el 61% de los participantes aseguró solo estar realizando pruebas con agentes de inteligencia artificial, un 21% reconoció que directamente no los utiliza. Según la encuesta realizada durante el evento, la principal preocupación en torno a esta tecnología es la falta de confiabilidad.
La principal razón no es el desconocimiento, sino la desconfianza. Ejecutivos de alto nivel señalaron que los sistemas aún cometen errores frecuentes, y que no pueden delegarse tareas críticas sin tener planes de respaldo.
Otro obstáculo es la seguridad. Un 29% de los asistentes destacó que la ciberseguridad y la privacidad de los datos son las principales barreras para avanzar.
Mientras tanto, muchas organizaciones avanzan con cautela. Según una encuesta de The Wall Street Journal entre líderes tecnológicos, el 75% considera que la inteligencia artificial aún genera poco valor real frente a lo que se espera de ella y el costo que implica adoptarla.
Tecnología en desarrollo
Más allá del entusiasmo, los agentes de inteligencia artificial hoy siguen siendo asistentes que automatizan tareas puntuales, útiles pero limitados. La imagen del “empleado invisible” que toma decisiones por nosotros todavía está lejos de concretarse. En muchos casos, lo que hay detrás es un discurso comercial más ambicioso que realista.
“Todavía hay una idea equivocada de que los agentes de inteligencia artificial son completamente autónomos, como si pudieran encargarse de procesos complejos sin intervención humana. La realidad es otra: hoy funcionan como automatizaciones inteligentes que requieren diseño, objetivos claros y revisión constante”, explicó a LA NACION Rhys Hanak, líder de marketing de producto en Glide, una plataforma que permite construir aplicaciones y sistemas de automatización sin necesidad de programar.
“Con nuestros clientes vemos que los agentes no reemplazan equipos, sino que los complementan: automatizan tareas repetitivas y liberan tiempo para que las personas se enfoquen en problemas más estratégicos”, señala Hanak. “Uno de los casos que más se repite es el de agentes que resumen pedidos a diario o categorizan clientes en tiempo real. Su impacto no está en una sola acción, sino en cómo se encadenan para mejorar la eficiencia”.
Existen plataformas como Make, Zapier o n8n que permiten crear este tipo de agentes conectando aplicaciones, integrando herramientas y ejecutando tareas automatizadas. También ofrecen opciones para diseñar chatbots que respondan de forma automática a ciertos comandos. Pero requieren conocimientos técnicos, pruebas, tiempo y dedicación. Son soluciones que, por ahora, quedan fuera del alcance de la mayoría de los usuarios finales, emprendedores y pymes.
Resultados limitados
Las propias empresas que desarrollan estas plataformas las promocionan como “apps sin código” para crear agentes inteligentes en minutos, pero la realidad es más compleja. Los procesos de configuración son largos, técnicos y muchas veces poco intuitivos. Y los resultados son limitados: la mayoría de los agentes generados solo puede realizar tareas simples como enviar correos, mover datos o responder consultas predefinidas. Muy lejos del ideal de asistentes autónomos capaces de pensar, decidir o resolver situaciones por su cuenta.
Mientras tanto, el tan anunciado uso de agentes IA en el día a día sigue siendo marginal. No lideran equipos, no piensan estrategias ni toman decisiones por su cuenta. Hacen lo que se les indica, dentro de un marco estrecho de funciones. Y aunque el potencial está ahí, por ahora, siguen siendo una herramienta más del montón.
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