Fomentar otras formas de ahorro para impulsar el crédito productivo
La combinación de inflación interanual superior al 40% con tasas de interés reales negativas provoca que el desarrollo de un sistema crediticio a nivel local se encuentre muy limitado
1-El problema
¿Cómo ahorran los argentinos? ¿Es la forma de ahorrar de los argentinos una variable que limita la disponibilidad del crédito? Una coyuntura macroeconómica con una inflación interanual superior al 40%, tasas de interés reales negativas, reestructuración de deuda soberana, default de deudas provinciales, devaluaciones e intervenciones en el mercado de divisas, son ya variables suficientes para suponer que las personas no ahorran, y que el crédito se encuentra limitado. Sin embargo, vamos a ver cómo las personas ahorran igual de formas subóptimas, dentro de las limitaciones dadas, para trasladar parte de su poder adquisitivo al futuro, minimizando el riesgo y la incertidumbre. Estas conductas influyen también en la calidad, cantidad y formas de crédito disponibles en la economía, y afectan al nivel de competitividad de nuestras empresas en todos sus tamaños.
En el informe anual de competitividad de la escuela de negocios del IMD, que venimos analizando en esta serie de artículos referidos a la competitividad de la economía argentina, encontramos indicadores que confirman este panorama. Por ejemplo, en la encuesta realizada a empresarios de compañías de diversos tamaños, califican el acceso al crédito en la Argentina con una nota promedio de 1,3 puntos sobre 10. Aplazamos. Nos encontramos en la posición N°62 dentro de 63 países encuestados. Otros países de la región aprueban. Brasil en el puesto 55 tiene una calificación de 4,4, Perú N°36 con un 6, y Chile entre los mejores alumnos de la clase, con una calificación de 7,7 en la novena posición del ranking. Frente a la pregunta de si la deuda corporativa es una limitante para competir, la calificación promedio es de 4,1 sobre 10. Aprobamos con lo justo, pero nos ubicamos en el puesto 59. Brasil está cerca en la posición 58 con un 5, Perú ya se aleja al puesto 36 con una nota de 5,7 y Chile nuevamente está entre los diez primeros con un 7,4. Cuando se les consulta a los empresarios por la eficiencia del sector bancario y financiero de su país para brindar asistencia a su actividad, también aplazamos con un 2,6 sobre 10, quedando en el penúltimo lugar. Y otra vez nuestros pares en la región aprueban.
Si observamos los datos que nos brinda el Banco Central sobre la composición de los depósitos y créditos de los bancos, podemos confirmar la percepción de los empresarios. El 56,4% de los depósitos privados se encuentran en cajas de ahorro y cuentas corriente, mientras que un 38,5% están alocados en plazos fijos en pesos, de los cuales el 93% no superan los 59 días. Y sólo un 2,7% de los depósitos privados se encuentran en cuentas de inversión. En cuanto a los préstamos al sector privados, 24,1% corresponden a tarjetas de crédito, el 20,5% a documentos (préstamos a corto plazo para empresas), el 14% lo integran préstamos hipotecarios, 13,7% para préstamos personales, 8,6% adelantos, un 2,3% en préstamos prendarios, y otros préstamos por 16,7%. Es decir, que el crédito para consumo (tarjetas de crédito y préstamos personales) alcanza el 37,8% de la cartera de préstamos de los bancos al sector privado. Es lógico que para reducir su riesgo de iliquidez, los bancos prioricen entonces este tipo de préstamos frente a créditos productivos que requieren de plazos más largos. (Dejamos de lado en este análisis la demanda de crédito del Estado y la tenencia de deuda pública de los bancos. Alcanza recordar que desplaza también al crédito productivo).
2. Los objetivos: ¿Es posible ahorrar en la Argentina?
Volvamos nuestro foco a la composición del ahorro. ¿Puede existir ahorro en un país donde el 42% de su población (fuente Indec) se encuentra en situación de pobreza?. La existencia en nuestro país, según los datos de la Red Argentina de Instituciones de Microcrédito, de 48 instituciones de microfinanzas con 111.593 préstamos activos por un valor de $2930 millones, nos demuestra como en los sectores más pobres de la sociedad existen activos (tangibles e intangibles) que al ser reconocidos formalmente pueden liberar un capital que permite generar valor. La tasa de incobrabilidad del 8% nos confirma su capacidad de ahorro semanal para repagar sus microcréditos.
Si las personas que se encuentran en la informalidad pueden ahorrar, sólo nos queda preguntarnos, ¿cómo ahorran aquellos que tienen un ingreso formal?.
En un escenario de alta inflación puede suceder que el peso no cumpla de forma eficiente su rol de dinero en cuanto al traslado de nuestra capacidad de compra de un período a otro. Es normal que las personas busquen otras divisas que realicen esta función. El problema surge cuando se desconfía de la capacidad del sistema bancario para evitar descalces de monedas en sus carteras, como nos sucedió en diciembre de 2001. Ahí nos encontramos con el atesoramiento, fomentado también por los controles y limitaciones a la compra de dólares. Esto implica el retiro de poder adquisitivo del sistema sin que pueda ser utilizado por terceros a través de los canales de crédito.
Si no pueden acceder al dólar, y en función de su nivel de ingreso, las personas pueden anticipar consumo o destinar su ahorro voluntario, ya disminuido por la elevada presión impositiva (ahorro forzoso), a la compra de bienes que resguarden ese poder de compra adquirido hoy, para ser utilizado y disfrutado en el futuro. Así es como tenemos quienes ahorran en ladrillos, en autos, en bienes durables, en zapatillas, en stock de granos almacenados, en cabezas de ganado y otros bienes de consumo que pasan a tener un rol como bienes de capital. ¿Es consumo?. Son bienes que permiten resguardar el poder adquisitivo, dado que los puedo vender en el futuro para comprar los bienes o servicios que hoy todavía no existen o todavía no identificamos su necesidad. Cada vez son más los sitios web o medios digitales a través de los cuales las familias comercializan este tipo de bienes. ¿Representan estas compras un incremento genuino de la demanda?. ¿Se produjo un cambio de gustos y preferencias en los consumidores que puede ser sostenido en el largo plazo?. La realidad nos demuestra que las empresas continúan con expectativas negativas. En el mejor de los escenarios adelantaron ventas futuras. Ven estos comportamientos de los individuos como aumentos transitorios de demanda. Se liquidan stocks y no se incrementa la capacidad productiva. La elevada incertidumbre respecto a los costos de producción futura, precios de los insumos, evolución de los salarios, disponibilidad y costo de crédito, cambios en impuestos o reglamentaciones, acelera aún más la suba de precios de los bienes en stock. A esto se le agregan políticas de gobierno que buscan cambiar las expectativas de los empresarios, pero generalmente a través de planes que fomentan la demanda y no que incentiven la oferta. Se generan más presiones sobre los limitados bienes y servicios que tienen las empresas para ofrecer. Logramos así la escasez de carne, azúcar, yerba mate, gas, electricidad, entre otros, en un país donde se puede producir en cantidades superlativas.
3. Las propuestas
¿Cómo podemos incentivar el ahorro a través de canales de crédito que faciliten la inversión productiva?
La opción más fácil es fomentar la utilización de fondos comunes de inversión productivos, entre aquellos que tienen su dinero en cajas de ahorro en los bancos para que logren un retorno real positivo. Los depositantes podrían invertir en una diversidad de sectores, empresas e instrumentos que diversifiquen el riesgo. Por ejemplo, se podría desarrollar un fondo que invierta en empresas que exportan bienes y servicios, a través de la securitización de sus cuentas a cobrar, y en empresas que produzcan bienes o servicios que cotizan en dólares. La liquidez sería menor, porque todo aumento de retorno implica un aumento en el riesgo. Los mismos bancos a veces no fomentan entre sus clientes la inversión en fondos comunes de inversión, dado que prefieren contar con los depósitos. Pero los bancos pueden ganar comisiones significativas por administrar estos fondos y desarrollar los vehículos en los cuales se invierte. Además, no evolucionar puede llevar a que pierdan esos depósitos frente al surgimiento de las fintech. Otra opción, está en que los mismos bancos se introduzcan en este sector con plataformas digitales que unan al ahorrista con quienes demandan financiamiento. Los bancos no deben ver una amenaza en estas innovaciones que generan mayor inclusión financiera y reducen los costos de intermediación. Los reguladores tienen que actualizar las regulaciones para que tiendan a igualar las condiciones para toda la industria, a la vez que eviten que el mundo digital se transforme en un espacio donde los agentes escondan el riesgo y los ahorristas queden desprotegidos.
Los bancos también están facilitando el acceso de sus clientes a los mercados de capitales, ya que sienten la competencia creciente de plataformas que permiten hoy a cualquier ahorrista invertir en obligaciones negociables, acciones y otros instrumentos sin costos de ingreso o salida. Acá también se necesita, y es posible gracias al avance tecnológico, aumentar la transparencia y disponibilidad inmediata de la información para los ahorristas.
El desarrollo de estos canales surge de la iniciativa del emprendedor que con la tecnología digital encuentra nuevas oportunidades. Los bancos no pueden quedar ajenos. Y la regulación tiene que actualizarse con una mirada sistémica, que acompañe estos desarrollos y no que asfixie los mismos. Sin duda surgirán nuevos riesgos, toda oportunidad los trae. El desafío esta en conocerlos, y enseñarle al ahorrista a reconocerlos, mitigarlos o aceptarlos a la hora de elegir el mejor canal para obtener el retorno deseado.
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