Quejas empresarias: faltan dólares y quien quiera trabajar
La falta de divisas para importar bienes esenciales para su producción y la dificultad a la hora de contratar empleados son dos puntos centrales entre las preocupaciones de los hombres de negocio
Los empresarios son personas muy concretas, porque todos los días tienen que “rendir examen” delante de los consumidores. No me refiero a los monopolistas, quienes no “hacen lo que quieren”, porque nadie hace lo que quiere, pero pueden hacer más cosas que los competidores, por lo cual me gusta decir que los competidores son monopolistas frustrados; me refiero a la mayoría de los empresarios, quienes “no tienen la vaca atada”.
En mi consultora, las conferencias y las conversaciones informales, hoy escucho un par de quejas empresarias: la dificultad para conseguir dólares en el segmento oficial del mercado de cambios para pagar insumos importados y la dificultad para conseguir gente que quiera trabajar. De lo primero se ha hablado mucho, por lo cual en estas líneas me voy a concentrar en lo segundo.
“Puse un aviso y no se presentó nadie; puse un aviso, se presentaron 22 personas, pero sólo pude llegar a la fase final de la negociación, con cinco de ellas; hoy la negociación no se limita al salario, sino principalmente a las condiciones laborales, como el horario, la presencialidad, etc.; comenzó a trabajar hace un par de meses y, sin que mediara alguna situación desagradable, simplemente dejó de trabajar”. Estos son, en síntesis, los testimonios que escucho.
Podría decir: “Qué barbaridad; se perdió la cultura del trabajo; nuestros abuelos aceptaban cualquier ocupación”, etc.; y con ello congraciarme con los nostálgicos. El problema con la nostalgia es que no sirve para entender lo que hoy está ocurriendo, y menos para tomar decisiones.
¿Subproducto de los planes sociales, o del régimen de coparticipación de impuestos? En parte, seguramente. Porque trabajar tiene que generar más ingresos que vivir de la involuntaria solidaridad de los compatriotas, vía el pago de los impuestos.
La realidad es que también en el plano laboral se están produciendo grandes modificaciones, que se venían insinuando, pero adquirieron mucha fuerza a raíz de la pandemia/cuarentena. Me refiero a relaciones laborales voluntarias: no a los camioneros que bloquean la entrada y salida de una fábrica, sino a personas que, en función de los ingresos que tienen o consiguen y la filosofía de vida de comienzos del siglo XXI, plantean su situación laboral de manera muy distinta a cómo se hacía en mi generación. En esta nueva dinámica laboral, cuanto menos se meta el Estado, mejor.