
Refugiados: paso a paso, la ruta hacia el trabajo en la Argentina
Considerado de avanzada en materia de recibir a quienes deben exiliarse de su tierra por razones de fuerza mayor, nuestro país tiene mecanismos que ayudan a capacitarse y conseguir un empleo
A través de una fotografía que recorrió el globo, el mundo descubrió el horror de los cientos de miles de refugiados que son expulsados de sus países y que se topan con los muros de los países de Europa.
El drama de las poblaciones de refugiados, hoy en el ojo del huracán, no es un fenómeno que se acota simplemente a la Europa de 2015, sino que tiene raíces históricas con sede en distintos lugares del globo. En particular, la Argentina es reconocido internacionalmente como un país de puertas abiertas, con estándares muy altos en materia de recepción de personas migrantes. El país se destaca por haber abierto las puertas a migrantes que arrastraban diversas conflictividades en sus países de origen.
Ella (prefiere no dar su nombre) es rusa y tiene 27 años. Llegó en 2013 por la "ausencia de Derechos Humanos en Rusia", que tiene una "situación política muy complicada". Vino sola y este año su familia la visitó por primera vez. Actualmente, trabaja en una empresa de transporte y logística.
"A mi llegada, el primer obstáculo es que no hablaba español para nada. Tuve que esforzarme para aprender español con mucho apuro. Por suerte, siempre tuve a mi lado a la gente de Acnur y la Conare, que me apoyaron y ayudaron en todo momento. Con su gran ayuda, ahora ya estoy trabajando, tengo una vida tranquila y capacidades para realizarme", dice a este diario.
"Naciones Unidas ha reconocido a la Argentina como uno de los países con legislaciones en temas de refugio más avanzadas no sólo del continente, sino del mundo. Desde el primer día, los refugiados pueden trabajar, tienen acceso a educación, a salud, pueden acceder a programas sociales. Esto no pasa en muchos países", describe Albert Vañó Sanchis, oficial asociado de Integración Local de Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
Este profesional español, encargado de la articulación local en la oficina de Acnur en Buenos Aires, destaca que apenas ponen pie en el país, los refugiados reciben una documentación denominada "precaria" y un CUIT que "los habilita totalmente a trabajar". "Se les entrega el DNI como a cualquier argentino", pondera, y señala que las corrientes migratorias más frecuentes asociadas al refugio son la colombiana, en franco descenso, y la sirio-libanesa, en plena tendencia a la alza por las guerras civiles que hoy mantienen en estado de shock esa región.
Más allá de que en la Argentina los refugiados encuentran tierra fértil para edificar un proyecto de vida, tampoco hay que creer que el refugiado vive su llegada al país como quien abre las puertas del cielo. Más bien todo lo contrario. "Hay que entender que la angustia que viven es muy grande. Las personas a las que se les concede asilo en el país no realizan una migración planificada, sino que tienen que abandonar su país de origen de un día para el otro porque su vida corre peligro", explica Vañó Sanchis, que de esta manera echa por tierra la idea de que los refugiados cambian su lugar de residencia por elección.
Entre la espada y la pared, el asilo es un salvoconducto que le permite al migrante apagar el incendio en que se convirtió su vida en su tierra de origen, pero que al mismo tiempo le pone la firma al desarraigo y la nostalgia por el hogar perdido.
Por eso, el trabajo de los organismos es doble en la bienvenida al refugiado, el momento más crítico del proceso de integración. Desde la sociedad civil, la primera red de contención es tendida por la Fundación Comisión Católica Argentina de Migraciones (Fccam), donde los refugiados reciben atención social y psicológica. Jorge Fernández, coordinador del programa para solicitantes de asilo de la fundación, explica que "cuando llegan al país, los migrantes hacen el trámite en la Comisión Nacional de Refugiados (Conare)".
Ese organismo define la situación de refugio de las personas solicitantes de asilo. "Aquellas que requieren apoyo son derivadas para aquí donde tenemos un programa de asistencia humanitaria básica en conjunto con Acnur, por el cual cubrimos las necesidades de alojamiento y manutención", detalla. Para financiar el costo de los hospedajes temporales, la Fccam y Acnur trabajan con programas de Naciones Unidas y convenios con el GCBA.
Entre ambas entidades se ocupan, además, de todo lo relacionado con la documentación de los migrantes, que no solamente tiene que ver con el DNI y los permisos para trabajar, sino también con la validación de los títulos profesionales que varios de ellos traen en sus maletas. "Muchos tienen formación universitaria y el problema es que no han traído el título o lo han traído, pero no han tenido tiempo de hacer la legalización", dice.
Un elemento clave con el que no todos cuentan es el dominio del español. Los colombianos, claro está, corren con ventaja, pero en general la mayoría de los recién llegados necesitan tomar lecciones de idioma, y a razón de ello Acnur y Fccam firmaron un convenio con el Laboratorio de Idiomas de la Universidad de Buenos Aires, que se encarga del dictado de las clases, repartidas en dos niveles de conocimiento. "En cierta forma, los colombianos adelantan un año la adaptación", acota Vañó Sanchis. Con estos pasos dados, la siguiente escala que debe transitar el refugiado es la capacitación para el trabajo, que es en definitiva el verdadero puente hacia la inclusión social. Vañó Sanchis explica que desde Acnur se deriva a los refugiados a servicios de capacitación técnica de distintos organismos públicos de la Ciudad y de Nación, al tiempo que articulan con consultoras privadas de Recursos Humanos, que se ponen al hombro la orientación laboral.
El objetivo es que los migrantes puedan hacerse un mapa mental de las alternativas que ofrece el mercado laboral, además de una comprensión de los aspectos culturales que hacen a la integración social. "También se capacita en lo que refiere a las cuestiones legales y las estrategias para la búsqueda de empleo, como armado del currículum y cómo desenvolverse en entrevistas", destaca Fernández.
"Apuntamos al mercado formal, pero lógicamente todas las herramientas que les damos pueden aprovecharse para cualquier oportunidad que surja", destaca Vañó Sanchis, tras reconocer que el grueso de las personas solicitantes de asilo hacen sus primeras pasos a través de "changas".
En ese marco, Acnur, en asociación con la Conare, dio a luz al programa Trabajar para Integrar, que tiene como objetivo interpelar la responsabilidad social empresaria para sensibilizar acerca del valor de incluir a refugiados al mercado laboral. "La gestión en la diversidad" -indica Vañó Sanchis- es el primer elemento que deberían sopesar las empresas como incentivo para persuadirse de la ventaja de contratar a un refugiado o solicitante de asilo. Estas personas están habilitadas legalmente para trabajar.