Sopla un suave viento de cola, ¿durará?
El contexto externo se modificó y es ahora mejor para países como la Argentina; no es una brisa suficiente para revivir a la economía local
Las condiciones económicas internacionales relevantes para la Argentina dieron un vuelco en las últimas semanas, al punto de que podemos decir que sopló desde inicios de año un suave viento de cola para la economía nacional. La duración y la magnitud de este viento de cola son inciertos y, de hecho, ya en los últimos días hábiles de la semana pasada hubo algún remezón. Sin embargo, ya tuvo un impacto importante sobre los mercados financieros, y de mantenerse en el tiempo tendrá algún efecto sobre la economía real y, por qué no, sobre las elecciones.
El principal cambio surgió del viraje que mostró la Reserva Federal (la Fed) de los Estados Unidos -su banco central- en solo unas pocas semanas, y de la expectativa de un acuerdo en la guerra comercial entre los Estados Unidos y China. La Fed pasó de argumentar en su reunión de diciembre que juzgaba que algunas subas adicionales de tasas de interés serían necesarias, a decir en enero que serían "pacientes" para decidir futuras alzas. El mercado interpretó que el ajuste monetario de la Fed ya estaba terminado y algunos argumentan que hasta podría bajar tasas en 2019.
El volantazo de la Fed no es un capricho, sino que obedece a novedades sobre las perspectivas de la economía mundial, que muestra varios signos de desaceleración desde China hasta Alemania.
Si la economía global tiene riesgos de desacelerarse, mejor no subir mucho las tasas, porque el encarecimiento del costo de pedir préstamos para familias y empresas agravaría aún más los efectos de una potencial caída de la demanda proveniente de otros países.
Los riesgos de una desaceleración global ya se venían viendo desde hace varios meses. El Fondo Monetario Internacional tituló su reporte de octubre de 2018 (el World Economic Outlook en inglés) "Desafíos a un crecimiento estable", argumentando que el potencial de tener sorpresas de crecimiento negativas había aumentado.
En su actualización de enero de 2019, un nuevo informe titulado "Una expansión global que se debilita", ajustó su proyección de crecimiento global para este año en 0,2%, pasando de 3,7% a 3,5%. Aunque parezca poco ajuste, hay que interpretar los cambios de pronósticos del Fondo Monetario en clave diplomática: una variación de esa magnitud despertó alarmas importantes.
El viraje en el lenguaje de la Fed, el potencial acuerdo entre China y los Estados Unidos y las menores proyecciones de crecimiento económico hicieron resurgir el flujo de capitales hacia mercados emergentes. A menor rendimiento en los mercados desarrollados, los inversores salen a buscar alternativas en costas menos seguras, pero que potencialmente tienen un rendimiento mayor. La tasa de interés de los bonos del Tesoro de los Estados Unidos que vencen en 10 años, que pagaban un 3,23% de interés en noviembre, pagan 2,66% hoy; es muy bajo. Los activos financieros de mercados emergentes estaban, por el contrario, muy baratos para fin de año. Los de la Argentina, regalados.
Un bono a 10 años pagaba en diciembre del año pasado 10,8%. Los inversores no esperaron. Mientras que salieron de mercados emergentes miles de millones de dólares por semana entre los meses de abril de 2018 -cuando empezó la crisis argentina- y diciembre, en enero entraron más de 5000 millones de dólares por semana, para ser invertidos tanto en acciones como en bonos.
Muchos se preguntarán por qué este cambio de la Fed nos beneficia, si al final de cuentas surge de menores expectativas de crecimiento global. Esto se debe a que muchos países emergentes, y en especial la Argentina, dependen mucho más del capital extranjero que de la demanda extranjera de sus bienes y servicios. Como es bien sabido, al poner altas barreras a las importaciones los argentinos importamos poco. Por la misma razón, exportamos poco también.
En cambio, dado que el ahorro doméstico es muy bajo -y está en su mayoría depositado en el exterior-dependemos mucho del financiamiento internacional. Para economías como la de Chile, con mercados financieros domésticos muy desarrollados, alto ahorro nacional y una gran integración comercial al mundo, el efecto es el contrario.
Brasil también ayuda
A la mejora de perspectivas financieras globales se agrega una mejora en la economía del vecino Brasil, que tiene tanto un impacto financiero como uno en la actividad. El impacto financiero está dado por la estabilidad del real, la moneda brasileña, que cotiza a 3,72 por dólar, comparado con los 4,20 de mediados de septiembre de 2018. Un real estable y fuerte pone menos presión sobre el peso. El impacto en la economía real viene por el lado de nuestras exportaciones de bienes y servicios. La economía del gigante vecino se va a expandir 3% este año, y puede ser más aún si aprueba rápidamente la reforma previsional, después de cuatro años para el olvido.
Así, luego de un 2018 que tuvo un contexto global relativamente adverso, la economía argentina se vio beneficiada desde inicios de este año por un suave viento de cola. Es una suave brisa solamente, a diferencia del fuerte impulso que tuvimos entre 2003 y 2007, por ejemplo, porque los precios de nuestros productos de exportación como la soja se mantienen estables en niveles muy inferiores a los del boom vivido en ese entonces.
La historia de las últimas décadas nos muestra que los booms externos que son en serio solo los disfrutan gobiernos peronistas. La buena noticia es que las cosechas de maíz y soja probablemente crezcan más de 40%, aunque eso no se debe ni a China ni a la Reserva Federal, sino a El Niño, fenómeno climatológico que hace que llueva más en las pampas después de un año con La Niña, que trajo la sequía.
Las mejoras recientes en las condiciones financieras globales y de Brasil son condición necesaria para el inicio de la recuperación de la economía real, pero no suficientes. Son condición necesaria porque el ingreso de capitales facilita tener un tipo de cambio estable -requisito sine qua non para que los argentinos tomemos decisiones de negocios y de compra- y la baja de las tasas de interés doméstica.
La tasa de las Leliq, el nuevo instrumento con el que el Banco Central hace política monetaria, cayó desde 68% a fines del mes de octubre a 48% el jueves pasado. Con el tiempo, esta reducción se va a ir transmitiendo a menores tasas de interés para los préstamos y a mayor inclinación de los bancos a prestar y de las empresas y las familias a endeudarse. Así, la rueda de la economía, que está muy dañada por las altas tasas de interés que prevalecen desde hace muchos meses, podría empezar a volver a moverse.
Esta suave brisa de cola no es suficiente para hacer revivir a la economía, porque se requiere que se mantenga en el tiempo. Temores a que los Estados Unidos y China no lleguen a un acuerdo comercial antes de marzo, dando lugar a subas de aranceles a la importación por parte del primero, ya remecieron a los mercados al final de la semana.
Además, se necesita que el clima electoral no arruine este veranito que vive el mercado financiero, un requisito difícil cuando algunas alternativas en danza son tan extremas.
El autor es economista
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