
Un inventor de robots que trabajan como mozos
Gabriel Dubrovsky construye muñecos y los alquila para fiestas; su empresa, Tecno Efectos, factura $300.000 por año
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No se puede poner en duda la originalidad de Gabriel Dubrovsky: el hombre fabrica robots, los alquila para que trabajen como mozos en fiestas y recepciones, y con sus servicios futuristas factura más de 300.000 dólares al año.
Dubrovsky, que ahora tiene 35, lleva 24 años sacando provecho de su pasión por las criaturas tecnológicas. Todo empezó a los once años, cuando vio un robot norteamericano en la Rural de Palermo.
"Perdí la cabeza y me dije "yo tengo que hacer algo igual a esto", así que cuando regresé a casa me puse a probar con perchas, maderas, bisagras, hilos de nylon, luces de colores y un walkie talkie, y armé un muñeco que se movía y hablaba", señala el emprendedor.
Con ese proyecto de robot con tracción a sangre inició su carrera de emprendedor rentado:logró instalarlo en la puerta de una gelatería de Almagro, a cambio de un kilo de helado por semana.
A partir de ese momento, Dubrovsky, siempre como autodidacto, empezó a investigar, se especializó en la reparación de electrodomésticos y con las piezas sobrantes logró armar su primer muñeco con movimiento propio, a partir de un motor de lavarropas.
A los 19 años ya había fabricado una docena de robots y se pasaba noches enteras sin dormir, estudiando los mecanismos de videocaseteras y demás artefactos para tratar de aplicarlos a sus criaturas.
Su hobby no causaba demasiada gracia a sus padres: "Mi viejo me decía que me dejara de embromar con esas cosas, porque no le veía futuro comercial", afirma y recuerda el día en que una falla en un muñeco provocó un incendio en la vivienda familiar.
Tenaz en su intento, a los 20 Dubrovsky viajó a California sin saber una palabra de inglés, y por recomendación de un docente universitario logró que le tomaran una prueba en el laboratorio de Efectos Especiales de Universal Studios. "Me dijeron que si lograba desarmar y armar una mano mecánica en 15 minutos, sin mirar los planos, me contrataban. Lo logré y me dieron un trabajo como asistente", recuerda.
La experiencia norteamericana duró seis meses y regresó a la Argentina para tratar de abrirse camino como especialista en efectos especiales para cine y publicidad. Su primer cliente fue una empresa de insecticidas que le encomendó la construcción de una cucaracha mecánica gigante para promocionar su producto CucaTrap.
Después, los fabricantes de los polvos Exquisita le encargaron 14 robots para repartir porciones de torta entre las góndolas de los supermercados. Yuna firma dedicada a los snacks le compró un paquete de papas fritas parlante para llamar la atención de los consumidores en los puntos de venta.
Cuando las promociones comenzaron a mermar, Dubrovsky imaginó que podría incrementar sus réditos poniendo el foco en el mundo de las fiestas. Su esposa, Claudia, se dedica a los servicios de catering y creyó que sería una propuesta original ofrecer robots capaces de recibir a los invitados y trabajar como mozos.
Los primeros clientes los obtuvo de la empresa de su mujer, y rápidamente comprobó lo acertado de su idea. Ahora lo llaman para animar cumpleaños, fiestas de 15, casamientos y eventos empresariales.
Y ha perfeccionado sus servicios: "Ofrezco un show futurista completo. Además de los muñecos, llevo rayos láser, lluvia de estrellas, centros de mesa con luces que se encienden y apagan, explosiones y hasta comida con formas cibernéticas", describe.
Pero la principal atracción, puntualiza, siguen siendo los robots que caminan, efectúan movimientos de brazos y faciales, entregan bebidas y hablan, mediante un sistema de radiocontrol.





