China, Taiwán y la libertad
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La de Taiwán es una historia de resiliencia, de un país que defiende valores democráticos mientras enfrenta un desafío constante a su existencia. Para China, la isla forma parte de su territorio, aunque esta haya conseguido hasta ahora funcionar como un Estado autónomo con una economía pujante, aunque sean muy pocos los Estados que reconozcan así a Taiwán, para evitar las represalias de Pekín.
China nunca abandonó sus ambiciones y, desde 2020, los aviones y embarcaciones del Ejército Popular de Liberación han aumentado su actividad en el Estrecho de Taiwán. En los últimos días, adoptando una postura cada vez más agresiva, el gobierno chino envió 150 aviones militares, incluidos bombarderos H-6 con capacidad nuclear, a realizar ejercicios sobrevolando la zona de defensa aérea de Taiwán.
El presidente chino, Xi Jinping, manifestó que la reunificación con la isla “debe conseguirse y se conseguirá”, y que “serviría mejor a los intereses de la nación” que ese proceso se diera en forma pacífica, pero advirtió que “los que intentan dividir al país no van a tener un buen final”.
Por su parte, la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, en respuesta a su par chino, manifestó: “Deseamos una distensión en las relaciones, y no actuaremos de manera temeraria, pero que nadie crea que el pueblo taiwanés se doblegará ante la presión. Continuaremos demostrando nuestra determinación a defendernos para garantizar que nadie puede obligar a Taiwán a seguir el camino que China nos ha trazado”. Y eso es – agregó– porque ese camino “no ofrece un estilo de vida libre y democrático a los 23 millones de habitantes de Taiwán”.
Las encuestas muestran que la gran mayoría de los taiwaneses no quieren ser gobernados por Pekín.
Los expertos en geopolítica han tildado al Estrecho de Taiwán como una de las zonas más peligrosas del globo ante el temor de que salte allí una chispa capaz de desencadenar un episodio bélico de consecuencias impredecibles, que arrastraría a las grandes potencias. La preocupación es máxima porque el régimen chino redobla la presión, lo que en Taiwán se interpreta como una amenaza cada vez más seria de invasión.
Es improbable que los taiwaneses apoyen cualquier tipo de unificación en el futuro. Más aún cuando se insiste en la fórmula de “un país, dos sistemas”, como ha funcionado en Hong Kong, pero donde el gobierno chino ha aplastado su autonomía y sofocado la democracia.
Es de desear que ambos gobiernos recurran al diálogo diplomático para resolver sus diferencias y que toda amenaza de emplear la violencia sea desterrada definitivamente, respetándose el actual statu quo entre los dos territorios. Lo que está en juego no es si los taiwaneses son más o menos chinos, sino si son más o menos libres.







