Previaje: insistir con el dislate
El Gobierno vuelve a destinar sus cada vez más escasos recursos a financiar a quienes aún conservan cierta capacidad económica para viajar por el país
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Si incurrir en un error puede ser algo involuntario, repetirlo a conciencia ya merece otros calificativos. Los desaciertos de la actual administración cubren el amplio espectro que va de la acción equivocada a la omisión flagrante. A lo largo de más de tres años de gestión, el gobierno de Alberto Fernández ha otorgado una persistente prevalencia a sostener e impulsar el turismo en meses de tradicional descenso de la actividad. Una creación que dieron en bautizar como Previaje pasó a ser un popular programa de preventa turística que llegó a reintegrar el 50% de lo gastado y el 70% en el caso de turistas jubilados, destinando así partidas a subvencionar pasajes, estadías, comidas, excursiones y productos regionales para unos 6 millones de argentinos deseosos de recorrer el país financiados por el Estado.
La cuarta y más reciente edición del Previaje permite programar nuevas escapadas entre el 24 de mayo y el 20 de junio, lapso que incluye dos fines de semana largos, con topes de reintegros del 70% para quienes formalizaran sus compras hasta ayer y carguen los comprobantes antes de este viernes. El ministro de Turismo y Deportes, Matías Lammens, aseguró que el sector turístico está entre los que lideran la recuperación del empleo en el país, reportando unos 54.000 nuevos puestos entre los 15.000 prestadores registrados. Lamentablemente, lo que él celebra jamás podrá considerarse un gasto eficiente, mucho menos necesario, desde la óptica, por ejemplo, del Ministerio de Desarrollo Social. Ninguna economía seria –mucho menos una quebrada– incurriría en tamaño despropósito.
A los acuerdos de precios con el sector hotelero, que contemplaron un aumento del 40% respecto de la tercera edición de octubre y noviembre pasado, el Previaje 4 suma 27 paquetes turísticos para visitar los destinos locales más importantes. Al igual que en anteriores ediciones, se mantiene el tope de devolución en 70.000 pesos y el crédito alcanzado podrá utilizarse hasta el 31 de octubre. El Gobierno, que declara haber recuperado a través de impuestos –¿alguien podría creerle?– 8 de cada 10 pesos invertidos en las ediciones anteriores del programa al que ya destinó unos 200.000 millones de pesos, le asignará esta vez otros 15 mil millones de pesos.
Si la inflación jaquea los bolsillos de todos, con prácticamente un 50% de la población en serias dificultades para cubrir sus necesidades básicas, incluidas las alimentarias, los únicos beneficiados con estos dudosos mecanismos serán quienes puedan abonar en su totalidad sus consumos sin necesitar ayuda del Estado. Mientras atraviesa una crisis económica de escasos precedentes, con recursos genuinos cada vez más insuficientes, el Gobierno vuelve a apostar por medidas de neto corte demagógico que distraen partidas mucho más necesarias a otros fines.
Nadie discute la capacidad de la actividad turística a la hora de generar empleo y desarrollo para vastas zonas del país. Pero cabe insistir una vez más en que el Gobierno no debería destinar sus escasos fondos a financiar a quienes aún conservan alguna capacidad económica para viajar, sumando emisión que se transforma en inflación.
En septiembre pasado, el extitular del Banco Central Federico Sturzenegger había salido al cruce de Lammens acusándolo de promover un “dislate económico y social”, sumando con ironía propuestas como Preauto, Prepollo, Prestaurante o Prepeluquería. “La función pública es facilitar los negocios sin usar la plata de otros”, afirmaba, y mencionaba como contrasentido la política oficial de impedir, por ejemplo, que las aerolíneas low cost operen libremente en la Argentina, algo que claramente impacta desfavorablemente sobre el turismo que se dice querer promover.
Con medidas efectistas y aisladas que pretenden disimular la ausencia de programas serios y de largo aliento, el país continúa sin rumbo y sin poder atraer las tan necesarias inversiones privadas para el turismo ni para ninguna otra actividad. El viaje al futuro que merecemos sigue postergado.
LA NACION