Triste Navidad cubana: la Argentina contrafáctica
Los crueles experimentos sociales del castrismo pueden ser hoy evaluados por sus terribles resultados en términos de extrema pobreza y emigración
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No siempre es posible verificar en el curso de la historia, las vicisitudes que podrían haber sucedido si el camino hubiera sido otro. Esto es de particular interés en Cuba y también en la Argentina, si la experiencia socialista intentada por Héctor Cámpora en 1973 durante los 49 aciagos días de su mandato no hubiera sido interrumpida por el propio Juan Perón. A la asunción de Cámpora concurrieron el chileno Salvador Allende, primer presidente comunista de Chile, y su par de Cuba, Osvaldo Dorticós. Sin duda, esas compañías poco le gustarían al anciano general, amigo de Alfredo Stroessner, Rafael Trujillo, Anastasio Somoza, Francisco Franco, Carlos Ibáñez y Augusto Pinochet.
En 1947, el filósofo marxista Maurice Merleau-Ponty, al justificar las purgas estalinistas sostuvo que “la revolución no define el delito según el derecho establecido, sino según el de la sociedad que pretende instaurar”. Una forma complicada de decir que, para el comunismo, el fin justifica los medios. Pues bien, después de casi siete décadas ya es posible evaluar la Revolución Cubana y emitir juicio acerca de sus crueles experimentos sociales para lograr la sociedad que ahora existe. Y también como modelo contrafáctico de una Argentina que no fue, aunque el kirchnerismo, admirador de Cámpora, continúe usando su apellido como consigna de liberación.
¿Cuáles eran los valores que esos “idealistas” querían implantar? ¿Cuál era el justificativo ético de sus “luchas populares”? ¿Puede excusarse el homicidio sobre la base de ideas y creencias personales erradas? ¿Adónde conducía la sociedad que aspiraban a imponer y por cuyo logro mataron personas con petulancia redentora?
Es posible evaluar la Revolución Cubana como modelo contrafáctico de una Argentina que no fue, aunque el kirchnerismo, admirador de Cámpora, continúe usando su apellido como consigna de liberación
En 1959 comenzó en Cuba una experiencia novedosa para América Latina con un régimen marxista bajo el mando de Fidel Castro. En plena Guerra Fría, era funcional a la estrategia de la Unión Soviética para expandir su esfera de influencia en la región. Y así, Nikita Khruschev instaló misiles en su nuevo país satélite (1962) y su sucesor, Leonid Brezhnev, fogoneó la lucha armada hasta su muerte (1982).
“Crear uno, dos, tres Vietnam”, arengó el sanguinario Ernesto “Che” Guevara, artífice de la expansión de la guerrilla en la región, afirmando ante la Asamblea de las Naciones Unidas: “Fusilamiento sí; hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario” (1964). Nuestro país debe a esas siniestras consignas las muertes causadas desde entonces por atentados subversivos y la posterior represión militar.
Quien haya visitado Cuba esta Navidad no encontró el país feliz, próspero e igualitario que prometió el Che Guevara para justificar sus fusilamientos. Quedan pocos jóvenes en la isla, pues la población se redujo de 11 millones de habitantes, a 8,5 millones. Un millón y medio se fue en busca de oportunidades –en su mayoría a los Estados Unidos–, dejando hijos a cargo de los abuelos. Por esa razón no hay reacción ante la crisis: la tercera edad solo conoció esa realidad y no tiene fuerzas para protestar.
“Crear uno, dos, tres Vietnam”, arengó el sanguinario Ernesto “Che” Guevara, artífice de la expansión de la guerrilla en la región. Nuestro país debe a esas siniestras consignas las muertes causadas desde entonces por atentados subversivos y la posterior represión militar
Con resignación y sus nietos de la mano, hacen colas para conseguir alimentos. Ya no existen las libretas que permitían comprar productos básicos (“alimentos normados”) en las bodegas estatales. Sus estanterías están ahora vacías mientras prosperan las mipymes privadas que los ofrecen a quienes pueden pagarlos con dólares. Antes, los niños tenían asegurado un litro diario de leche fluida que también ha desaparecido y es difícil conseguirla en polvo para alimentarlos. Otra novedad son los “apagones” durante la mayor parte del día. Las familias recurren a generadores a batería, que se cargan cuando hay luz. En esos lapsos también se recargan los ventiladores y los celulares, aunque quedan sin internet. Ese drama no tiene solución, pues el gobierno no tiene divisas para reparar las vetustas usinas rusas o para importar gasoil. Y no hay divisas porque allí no hay propiedad privada, ni inversiones, ni exportaciones que las generen. Por ello, tiene una gran “brecha” cambiaria, fuente de corrupción para los allegados, como fue en la Argentina durante la gestión económica de Sergio Massa.
Para colmo de males, debido a la inacción sanitaria y la acumulación de basura se han difundido el dengue, zica, oropouche y chikunguña, con efectos devastadores por el abarrotamiento de los hospitales, sin medios materiales ni personal para atender a los infectados, quienes prefieren quedarse en casa con remedios caseros. Los fallecidos por la “enfermedad silenciosa” son enterrados en bolsas plásticas o cajones de cartón.
En 1953, tras ser juzgado por el ataque al Cuartel Moncada, Fidel Castro terminó su alegato con el célebre “la historia me absolverá“, luego catecismo de la revolución. Denunció falta de tierra, de vivienda, de salud y de educación prometiendo resolverlas con el programa socialista aplicado a partir de 1959. A esta altura, la historia puede verificar sus resultados para determinar si lo absuelve o no. El salario promedio en Cuba es de 10 dólares, la extrema pobreza alcanza al 90% y un millón y medio de jóvenes han emigrado, provocando un dramático envejecimiento poblacional.
Quien haya visitado Cuba esta Navidad no encontró el país feliz, próspero e igualitario que prometió Guevara para justificar sus fusilamientos
El régimen atribuye sus males al llamado “bloqueo” de los Estados Unidos cuando solo se trata de un embargo a las exportaciones de ese país y omitiendo decir que Cuba puede comerciar con toda América Latina, desde Canadá hasta la Argentina. Y con toda Europa, África y Asia, incluyendo Rusia, China, Irán, India, Australia y Japón. Lo que no funciona es el socialismo, ni en Cuba, ni en ningún otro lugar del mundo.
Cristina Kirchner utilizó la misma frase altanera y desafiante en 2019, golpeando el estrado y agraviando a los jueces del Tribunal Oral N° 2 cuando la indagaron en la causa Vialidad. Allí los acusó de “lawfare” y de constituir un “pelotón de fusilamiento” para eliminarla de la escena política. Sin duda, aprendió bien las lecciones de Fidel, su mentor y amigo, a quien conoció por primera vez cuando este asistió a la asunción presidencial de su esposo. Luego lo visitó varias veces en La Habana, en forma privada, consolidando su vínculo político y su admiración personal.
Cuando Castro falleció en 2016, la expresidenta declaró que era “el último de los modernos, el último de los líderes globales anteriores a la caída del Muro de Berlín”. ¿Lo comparaba Cristina con los siete déspotas de Europa del Este alineados con Fidel y la URSS? ¿Serían modernos Wojciech Jaruzelski (Polonia); Nicolas Ceaucescu (Rumania); János Kádár (Hungría); Gústav Husak (Checoslovaquia); Josip Broz “Tito” (Yugoslavia); Erich Honecker (Alemania) y Todor Zhivkov (Bulgaria)?
Cristina Kirchner utilizó la misma frase altanera y desafiante que Castro: “La historia me absolverá”
Los cuatro mandatos kirchneristas dejaron al país en crisis terminal por tomar al pie de la letra las enseñanzas de Fidel Castro para demoler desde adentro una democracia republicana. Su fiel discípulo, Axel Kicillof, todavía lo intenta en la provincia de Buenos Aires. Estado presente, extinción de la moneda, fuga de capitales, cierres de empresas, inseguridad creciente, expansión de la informalidad y pauperización de las familias. Sin contar con la malversación de los derechos humanos para consolidar su poder y dañar los valores de la familia, el esfuerzo personal, el mérito y el progreso individual.
Afortunadamente, la caída ha podido detenerse, aunque sus secuelas tardarán en curarse. Pero en la Argentina, mal que mal, esta Navidad ha sido más feliz y próspera que en Cuba porque la población tiene esperanzas. Y allí nadie las tiene.










