Un gobernador de película
Mientras denuncia falta de fondos para cubrir necesidades básicas de la población, Kicillof dilapida los dineros públicos en organismos superfluos
5 minutos de lectura'

Axel Kicillof es un gobernador de película. Su hábitat natural es la ficción.
A veces, con su frondosa creatividad, cae sin darse cuenta en asociaciones inoportunas como publicitar en gigantografías colocadas estratégicamente en rutas y en la vía pública el nombre de su movimiento, Derecho al Futuro, ilustradas con un grupo de jubilados. ¿Cuál sería ese “derecho” para personas que viven en el presente en permanente emergencia por los haberes mínimos que perciben y cuál sería ese “futuro” para ciudadanos que transitan desde hace tiempo la tercera edad?
Aunque ahora reniegue de la ortodoxia kirchnerista, al gobernador bonaerense le encanta vivir dentro de una nube artificiosa de ilusiones que nada tiene que ver con la áspera realidad de la provincia a su cargo. El populoso conurbano transita un cuadro de situación inaguantable, tanto desde el punto de vista social, como en lo que atañe especialmente a la inseguridad. Esta tiñe de forma cotidiana de sangre a ese distrito.
Kicillof no atina a tomar medidas que contengan ese flagelo ni acostumbra, tan siquiera, a establecer el más mínimo acercamiento a las familias castigadas por la pobreza y, en muchos casos, la miseria.
Ese tipo de “películas” policiales y violentas que no se ven en los cines ni en ninguna plataforma, sino que suceden a diario en las desprotegidas calles del Gran Buenos Aires no son las que más le gustan a Kicillof. Él prefiere, por ejemplo, las películas del tipo road-movies que protagonizó con cuerpito gentil recorriendo la provincia en un Renault Clío gris cuando estaba en campaña para ser gobernador. Pretendió conferirle a esa campaña una épica inexistente. Versión en carne y hueso de Pierre Nodoyuna y Patán, del célebre dibujo animado “Los autos locos”, Kicillof avanzaba por las sufridas rutas bonaerenses juntando votos como copiloto de Carlos Bianco, su fiel mano derecha. O despertar la hilaridad del público en películas más risueñas como cuando anunció que si el gobierno nacional se desinteresaba del porvenir de Aerolíneas Argentinas, su administración estaba presta para adquirir la mayoría de sus acciones y controlarla.
Como si fueran pocos los problemas acuciantes que enfrenta la provincia de Buenos Aires, su gobernador se da el lujo de participar en actos fuera de su distrito que nada tienen que ver con la tarea específica de un mandatario. Por ejemplo, la marcha del orgullo gay o la ronda de las Madres de Plaza de Mayo. Busca los micrófonos y las cámaras para dejar algún título sonoro con gran aplicación, tratando de polemizar siempre con el presidente Javier Milei. Perfil muy alto en ese plano; muy bajo, o inexistente, a la hora de instrumentar medidas que mejoren la vida de los bonaerenses.
Al mismo tiempo, se queja permanentemente de que el gobierno nacional le retacea fondos y de que debe 12,9 billones de pesos. Dice que si esa ayuda no llega ni le permiten endeudarse sufrirán áreas sensibles como programas sociales, infraestructura vial, seguridad y educación.
Es extraño que ante la tan declamada escasez de recursos, Kicillof haya habilitado recientemente un fondo de incentivo a la producción audiovisual, con un presupuesto de 675 millones de pesos. El objetivo burdo es crear una suerte de Incaa bonaerense que antagonice, de alguna manera, con el Instituto Nacional de Cine y Artes Visuales, puesto en la picota por el “colectivo” de artistas que adhieren al kirchnerismo porque la administración libertaria racionalizó su estructura y cortó de cuajo el otorgamiento de créditos y subsidios por amiguismo e identificación ideológica. Muchos de esos films no fueron vistos ni por los parientes más cercanos de sus elencos y directores. En emulación de su antigua mentora, Cristina Kirchner, de quien ahora reniega, Kicillof desea que figuras populares empiecen a girar a su alrededor agradecidas por sus aportes. Procura que generen difusión y mayor popularidad a su figura.
La titular del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, Florencia Saintout, afirmó que la sanción de la norma por parte de la Legislatura bonaerense contrasta con la “destrucción del cine nacional y del Incaa” que, supuestamente, busca La Libertad Avanza. Saintout atribuyó esto a que “están decididos a que no exista una manera de narrar lo soberano”.
Recordemos que Saintout, cuando era decana de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata, en 2013, entregó el premio Rodolfo Walsh a la comunicación popular a Hugo Chávez. El entonces presidente de Venezuela agradeció la distinción “en nombre de un pueblo hermano, el pueblo venezolano, que tiene ya muchos años luchando por darle forma a una dinámica de comunicación popular, libre de la dictadura mediática de las burguesías y del imperialismo”.
Tan afecto a las películas, Kicillof podría filmar una nueva versión bonaerense de Doctor Jekill y Mister Hyde. En versión libre del clásico de horror gótico que escribió Robert Louis Stevenson podría encarnar al personaje principal de doble personalidad y ser, por un lado, el gobernador preocupado porque no le cierran las cuentas para gestionar, y por el otro, el despilfarrador serial, siempre bien dispuesto a gastar en cualquier cosa y seguir aumentando al infinito el déficit provincial.


