De 19 años, heredera al trono de los Países Bajos, afirmó que se “desahoga” periódicamente con su psicólogo por la pérdida de sus dos tíos; las amenazas a su vida la obligaron a quedarse con su familia en el palacio en lugar de vivir a pleno su paso por la universidad
Hubo dos momentos dramáticos de la historia familiar que marcaron a Catalina Amalia, la princesa de 19 años que heredará en su momento el trono de los Países Bajos de su padre, el rey Guillermo.
Cuando ella tenía 9 años, su tío paterno Friso, uno de los miembros más queridos de la realeza holandesa, quedó enterrado debajo de una avalancha de nieve mientras esquiaba fuera de pista en Austria. Luego de 18 meses en coma, falleció en agosto de 2013.
Guillermo y su esposa Máxima Zorreguieta tomaron entonces la decisión de enviar a Amalia a un terapeuta infantil debido a que estaban preocupados por el impacto que pudiera tener en la pequeña la muerte de su tío.
Cinco años más tarde, la tragedia volvió a golpear a la familia. Inés Zorreguieta, la hermana menor de Máxima, se suicidó en Buenos Aires a los 33 años luego de luchar varios años con sus trastornos de la alimentación e incluso ser admitida en una clínica psiquiátrica por unos meses.
La propia Amalia no escondió el impacto que tuvo esta situación en ella -quien, además, recibió cuestionados comentarios sobre su peso por parte de algunos medios- y la necesidad que tuvo de reforzar la ayuda psicológica.
“No creo que sea un tema tabú. Y no tengo problema en hablarlo en público. A veces todo pasa a ser demasiado para mí: la escuela, los amigos, y por eso hablo con alguien. Si tengo la necesidad, pido una cita. Me desahogo y estoy lista para otro mes”, dijo la joven a su biógrafa Claudia de Vreij que, con el consentimiento de la Casa Real, realizó una serie de entrevistas con la heredera y escribió el libro Amalia cuando la joven cumplió los 18 años.
“Creo que hablar con un profesional de vez en cuando es bastante normal, sobre todo después de lo que le pasó a mi tía”, reconoció.
Crianza holandesa-argentina
Pese a que a la reina Máxima le gusta definirse como “una ciudadana neerlandesa nacida en la Argentina”, una de las premisas que estableció cuando luego de 22 meses de matrimonio, el 7 de diciembre de 2003, dio a luz a Amalia, fue que su hija debía poder hablar español fluido. (Siguió la misma meta con Alexia, hoy de 18 años, y Ariana, de 16)
Por ello pensó en que fuera una niñera hispanoparlante, preferentemente argentina, quien la asistiera en el cuidado y la educación de las princesas. La búsqueda no fue fácil. Finalmente lo logró en 2010 cuando contrató a Ana Roibon Di Cocco, una mujer entonces de 32 años que se había formado en el Sworn Junior College del barrio de Belgrano y que luego había estudiado organización de eventos.
Roibon acompañó a las tres princesas toda su infancia hasta la preadolescencia. Con Máxima, que suele hablarle en español a sus hijas, y “Anita”, como le gustaba que la llamaran, las princesas aprendieron a expresarse, como lo hacen hoy, con acento argentino y con mucha fluidez.
“Máxima le habló a Amalia en español desde su nacimiento”, contó a LA NACION Rick Evers, desde 2010 periodista especializado en la Casa Real neerlandesa, donde logró ganarse la confianza de la reina y publicó hace poco más de dos años el libro Máxima, más que majestad (Maxima, meer dan Majesteit).
“Yo escuché a Amalia hablando en español por primera vez en público hace algunos meses cuando la familia real visitó varias islas del Caribe en las que hay mucha población hispanoparlante. Esto es un gran valor para el futuro: será una monarca con fluidez en varios idiomas de los que se hablan en su reino”, agregó Evers.
“Un golpe en la cara”
Cuando a los 18 años de Amalia la Casa Real accedió a que Claudia de Vreij escribiera el libro biográfico, no fue más que seguir una tradición familiar. La reina Beatriz, madre de Guillermo, hizo lo mismo en 1955 cerca de su mayoría de edad, y terminó haciéndose amiga de la escritora, Hella Haasse. El título de aquel libro fue Retrato de la princesa Beatriz. En 1985, su hijo también tuvo su propia biografía, Alexander, firmada por la autora Renate Rubinstein.
Amalia llevó incluso a de Vreij a los establos reales para presentarle su caballo Mojito, y también a un balneario propiedad de los padres de una amiga, y le mostró el pequeño local de playa donde la princesa hace unos cócteles “estupendos”, según la escritora. También hablaron de religión, redes sociales, sus días en el colegio y sus planes universitarios, y la heredera se refirió sin vueltas a su largo proceso de aceptación de un futuro ya definido desde su nacimiento, camino al trono.
Un hito crucial en ese trayecto fue la propia coronación de su padre en 2013, cuando a los 9 años Amalia tomó conciencia de que pasaba a ocupar el primer lugar en la línea sucesoria. Aquello lo definió “como un golpe en la cara”, recordó en su libro. “Todo el mundo me miraba, pero fue también un empujón en la dirección contraria. Quería ayudar a mis padres, y en lugar de un peso empecé a verlo como un honor”.
Pero ese proceso de aceptar su realidad y su destino continúa hasta hoy.
“A veces todavía me resulta surrealista darme cuenta de que esta es realmente mi vida. Pero es emocionante”, confesó.
Jaula de oro
Al alcanzar la mayoría de edad, la princesa comenzó a perfilar cómo quería que fuera su propia senda hacia la corona. Finalizado el secundario se tomó un año sabático, al final del cual se inscribió en la Universidad de Ámsterdam en una carrera interdisciplinaria de tres años que incluye Política, Psicología, Derecho y Economía.
Pero el sueño de llevar una vida normal como cualquier joven que comparte una casa en un campus junto a otros estudiantes se vio frustrado hace un año cuando el Servicio Secreto neerlandés tomó conocimiento de amenazas a la seguridad de la heredera por parte de la mafia marroquí, una organización criminal dedicada al narcotráfico que amenazó con secuestrarla. Por lo que la joven tuvo que resignarse a seguir viviendo en el palacio junto a sus padres y hermanas.
“Los neerlandeses lamentan mucho la situación que le tocó vivir a Amalia”, comentó Evers. “Es como si ella estuviera condenada a vivir en una jaula de oro. Y los republicanos ven en eso una razón extra para pedir: ‘Liberen a Amalia’”, agregó.
La heredera tuvo otro gesto que le sumó popularidad entre los neerlandeses.
Desde los 18 años, ella tenía derecho a unos ingresos estatales anuales de 296.000 euros y 1.338.000 euros para manutención personal y material. Pero el día después de su graduación en la escuela secundaria, anunció que renunciaba a ese beneficio hasta tanto concluyera su vida estudiantil universitaria. “Esta decisión también le valió una opinión muy positiva entre la gente”, afirmó Evers.
Pero los desafíos que la aguardan para reinar el séptimo país europeo en cuanto a PBI per capita (72.973 dólares anuales), son sin embargo muy grandes.
En los Países Bajos, el rey es el jefe del gobierno, pero no tiene verdadera influencia. Es quien firma todas las leyes pero no participa de la toma de decisiones. “La popularidad de los reyes tuvo una enorme caída cuando en medio de la pandemia, en octubre de 2020 se fueron de vacaciones a Grecia”, recordó Evers. Ese paseo debió ser abruptamente suspendido ante las enormes críticas. Y la pareja real dio un mensaje televisivo en el que pidieron perdón. “No somos infalibles”, intentó disculparse el rey Guillermo.
“La popularidad de la familia real no volvió a repuntar”, contó Evers. “Una de las tareas más importantes de la monarquía es pasar el trono a la siguiente generación sin demasiados daños. Pero eso parece muy difícil hoy día, y este será uno de los grandes desafíos de Guillermo y también de Amalia. Pienso que ella, como mujer joven, juega con muchos puntos a favor. Pero todavía no es su tiempo”, concluyó el especialista en la Casa Real holandesa.
“Herederos” es una serie de notas sobre los próximos reyes de las monarquías del mundo que analiza cómo se preparan para reinar y en qué contexto van a asumir el trono. Podés acceder a todas las notas en este link.
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