Con su política de “Covid cero”, China demostró su eficacia para vigilar, pero gobernar es mucho más difícil
La falta de liderazgo en medio de una crisis sanitaria por la explosión de casos ha puesto en duda la legitimidad y credibilidad del Partido Comunista ante la opinión pública china
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PEKÍN.- Con su obcecada estrategia de “covid cero”, el gobierno chino fue omnipotente y omnipresente, y utilizó recursos ilimitados y poderes discrecionales para controlar al país. Pero después de haber agotado prácticamente todos sus recursos y la buena predisposición de la sociedad china, ahora el gobierno simplemente se borró, y justo cuando hay miles de ciudadanos enfermos o muriendo a causa de la enfermedad.
Yang, un ingeniero de la megalópolis de Shenzhen, tuvo que testearse casi todos los días desde que empezó el año en alguna de las 40 cabinas montadas por el gobierno en su barrio. Y cada vez que faltaba, recibía mensajes de texto recordatorios de las autoridades. Cuando tuvo que comprar un analgésico para calmar un dolor circunstancial, lo llamaron tres punteros comunitarios para recordarle que el Estado tenía restricciones muy estrictas para la compra de esos remedios de venta libre.
Desde hace algunas semanas, cuando el gobierno de Pekín abandonó abruptamente su draconiana política de “covid cero”, Yang no volvió a recibir mensaje alguno del gobierno.
“Ahora nadie se hace cargo”, dice Yang, que pide ser identificado solo por su apellido. La escuela de su hija, por ejemplo, sigue abierta a pesar de que muchos alumnos están en sus casas, enfermos de covid o para evitar contagiarse en el aula. Y el uso de barbijo no es obligatorio a nivel nacional. Los que tienen síntomas leves van igual a trabajar, porque ya nadie se molesta en controlar. Hay escasez de remedios, así que Yang y sus vecinos comparten lo que tienen. En su casa tienen 4 kits de testeo rápido, que están guardados para cuando realmente los necesiten.
Para un gobierno poderoso que se precia de saber comandar el país y que ha publicado 4 tomos de discursos y artículos de su líder supremo bajo el título Xi Jinping: la gobernanza de China, la falta de liderazgo en este momento de crisis ha puesto en duda la legitimidad y credibilidad del Partido Comunista ante la opinión pública china.
También deja al descubierto una distinción crucial, aunque no siempre obvia, cuando se habla de liderazgo.
“Capacidad de controlar no es lo mismo que capacidad de gobernar”, escribió la semana pasada el emprendedor Chen Tianyong en su cuenta de la red social china WeChat.
Xu Kaizhen, famoso autor de bestsellers que exploran el intrincado funcionamiento de burocracia china, escribió en su cuenta de Weibo que el abrupto cambio de Pekín ha dejado más que claro “lo que nuestro gobierno hace, lo que le gusta hacer, lo que puede hacer, lo que no le gusta hacer, lo que no puede hacer y lo que no quiere hacer”.
Si un buen gobierno se define por la transparencia, la responsabilidad, la rendición de cuentas y la capacidad de respuesta a las necesidades de la gente, el gobierno chino difícilmente califique, ya sea por su política draconiana de “covid cero” o por su fortuita liberación de todos los controles.
A diferencia de muchos gobiernos que tomaron medidas para aplanar la curva de infección antes de reabrir, el gobierno chino abandonó de repente casi todas las restricciones, muy probablemente para acelerar el proceso de inmunización natural por contagio colectivo, abandonando a su suerte a los ancianos y grupos vulnerables.
Su principal consejo al público actual es: “Usted está a cargo de su propia salud”. Esa consigna empezó a ser impulsada por los medios estatales a principios de este año y por los gobiernos locales desde la reapertura.
Pero la pandemia es una crisis de salud pública, y una de las razones de existencia de los gobiernos es precisamente hacer frente a esas crisis.
El cambio en la estrategia de control de la pandemia no significa que el gobierno “pueda quedarse de brazos cruzados”, le dijo a la revista Caixin el importante economista chino Wu Jinglian, conocido por abogar por un achicamiento del Estado. “El gobierno tiene que evitar irse de un extremo al otro”.
La experiodista Qin Liwen escribió en su cuenta de WeChat: “La gente solo puede ser responsable de sí misma cuando hay un gobierno que hace lo que tiene que hacer”.
Los gobiernos regionales tampoco están haciendo mucho, aunque es probable que muchos funcionarios locales estén esperando algún tipo de directiva desde Pekín. La política de “covid cero” se podía cuantificar y todos sabían lo que podían o no podían hacer. En un sistema verticalista como el Partido Comunista, si el líder no marca el rumbo, los subordinados no saben para dónde agarrar.
Pero Xi estuvo semanas sin decir una palabra sobre el fin de la política de “covid cero”, uno de sus emblemas de campaña. El lunes, en su primera referencia pública al levantamiento del “covid cero”, Xi hizo un vago comentario y dijo que China tenía por delante nuevas tareas para el control y prevención de las epidemias. Instó a la gente a “desarrollar buenos hábitos de higiene personal” y a “practicar un estilo de vida civilizado y saludable”. No hizo ninguna referencia a las elevadas tasas de contagio ni al número de fallecidos.
Tal vez sea prudente que los funcionarios esperen su directiva, pero la gente no puede esperar.
Y en la población los ánimos están al límite: millones nuevos infectados todos los días, con la resultante escasez de remedios básicos, trabajadores de la salud extenuados y morgues desbordadas.
“El covid cero nunca llegó. Lo único que se redujo a cero es la credibilidad del gobierno”, decía recientemente un usuario de Weibo.
En WeChat se viralizó un artículo que sugiere que la escasez de remedios para la fiebre refleja la poca preparación del gobierno antes de relajar los controles. Según el artículo, si el gobierno hubiera mostrado la misma voluntad política que tuvo al implementar su estrategia de “covid cero”, tendría que haberse garantizado un amplio suministro de dichos medicamentos.
“No les importa la gente común, la abandonan a su suerte, y hasta les causa placer”, decía el artículo, e instaba a los funcionarios a hacerse presentes donde más se los necesitaba para recuperar la confianza de la gente.
Se trata del mismo tipo de crisis de gobierno sobre la que Xi una vez advirtió a los líderes de su partido.
“No somos nosotros los que debemos juzgar la capacidad de gobernabilidad o el desempeño de nuestro partido: eso solo puede y debe juzgarlo la gente”, dijo Xi en un discurso en 2013. “Si somos soberbios y nos divorciamos de la gente o nos ponemos por encima de ella, seguramente el pueblo nos abandonará. Lo mismo ocurre para cualquier otro partido: es una ley de hierro que no admite excepciones”.
Por Li Yuan
Traducción de Jaime Arrambide
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