Coronavirus: Boris Johnson defiende a su mano derecha, que violó la cuarentena
Su principal consejero, Dominic Cummings, fue acusado de no cumplir el confinamiento; piden su destitución
PARÍS.- A pesar del alto costo político que podría pagar, Boris Johnson se negó ayer a destituir a su todopoderoso y controvertido consejero principal, Dominic Cummings, acusado de haber violado en varias ocasiones el estricto confinamiento sanitario que rige en Gran Bretaña desde el 23 de marzo.
"Estoy convencido de que (Cummings) respondió al instinto de cualquier padre y no lo culpo por eso", dijo el primer ministro británico ayer, al reaccionar a varios días de extrema tensión política durante los cuales el gobierno estableció un cordón protector en torno del asesor, de 48 años. Para Johnson, su consejero "no tuvo otra alternativa" que conducir 400 kilómetros hasta la ciudad de Durham, en el nordeste de Inglaterra, para que sus padres septuagenarios se ocuparan de su hijo pequeño y restablecerse él mismo, después de haber sido contaminado por su esposa con Covid-19.
Cummings fue descubierto en flagrante delito de violación de cuarentena y denunciado a la policía por un vecino, que lo vio en el jardín familiar bailando la canción de Abba "Dancing Queen". El escándalo estalló el viernes último, cuando los periódicos opositores Daily Mirror y The Guardian revelaron la transgresión.
Desde entonces, los llamados a la renuncia o la destitución se multiplican en el país, no solo por parte de la oposición, sino también de la mayoría gubernamental conservadora. Cerebro de la campaña de 2016 por el retiro del Reino Unido de la Unión Europea, omnipresente y todopoderoso, Cummings es considerado como "el mal genio" o el "Rasputín" del primer ministro.
"El pueblo británico no espera que haya una ley para ellos y otra para Dominic Cummings", declaró el vocero del Partido Laborista. El líder de los independentistas escoceses en el Parlamento, Ian Blackford, exigió, por su parte, "que renuncie o sea destituido".
"¡Ya es suficiente! -escribió el diputado conservador Steve Baker en una columna de opinión-. Dominic Cummings debe irse antes de que haga más daño a Gran Bretaña, al gobierno, al primer ministro, a nuestras instituciones o al Partido Conservador". En las filas oficialistas crece el temor de que la empecinada defensa gubernamental de Cummings sea interpretada como un permiso explícito a la gente de aplicar el confinamiento como le convenga a cada uno.
El influyente periodista Piers Morgan anunció a su vez que, ya que no puede haber una regla para los políticos y otra para los ciudadanos, si Cummings no era despedido, tenía la intención de romper su aislamiento e ir a ver a sus padres.
"Si Boris no echa a Cummings hoy, yo romperé mi cuarentena y conduciré hasta la casa de mis padres -que viven a dos metros de distancia- por primera vez en 12 semanas. No puede haber una regla para esos payasos y otra para el resto de nosotros", aseguró.
En todo caso, la actitud de Downing Street marcó una notable diferencia con el tratamiento dado a anteriores episodios de violación de aislamiento. Por ejemplo, cuando el célebre epidemiólogo Neil Ferguson fue obligado a renunciar en el comité científico que aconseja al gobierno por haber recibido en su casa a una mujer con la cual mantenía una relación sentimental. En aquel momento, el secretario de Estado de Salud Pública, Matt Hancock, calificó la actitud del científico de "extraordinaria violación", mientras que el sábado afirmó que el viaje de Cummings era "absolutamente correcto".
La línea de defensa oficial zozobró en parte ayer cuando los mismos diarios que revelaron el escándalo informaron que Cummings había sido visto no en una, sino en varias ocasiones en Durham después de su viaje inicial. Downing Street respondió que el gobierno "no gastará tiempo contestando a una serie de falsas alegaciones sobre Cummings por parte de periódicos partidistas".
Pero el escándalo se produce en el peor momento para el primer ministro británico, quien, después de salir, el 12 de abril, del hospital donde estuvo al borde la muerte, es acusado de "navegar sin rumbo" en la crisis del coronavirus, que ya se cobró más de 36.000 vidas, la peor cifra de toda Europa.
Por primera vez desde que ganó las elecciones, Johnson se vio obligado el jueves a dar marcha atrás, anulando una criticada medida que obligaba a pagar un impuesto especial al personal médico y sanitario de origen extranjero a pesar de haber hecho frente a la pandemia en primera línea como sus homólogos británicos.
Para el nuevo líder laborista Keir Starmer, "no se puede aplaudir a esos profesionales un día y hacerlos pagar para trabajar en nuestros hospitales al día siguiente".
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