EE.UU. redefine su límite entre la política y el espectáculo
La eventual candidatura de Oprah Winfrey como contrapeso a Trump reabrió el debate sobre qué tipo de postulantes buscan los norteamericanos
WASHINGTON.- Nadie veía con claridad quién podía llegar a enfrentar a Donald Trump en una elección presidencial, hasta hace unos días, cuando una respuesta despuntó en un discurso de apenas nueve minutos desde un escenario en Hollywood: "Oprah 2020".
El frenesí que despertó Oprah Winfrey al recibir un premio en la ceremonia de los Globos de Oro con un discurso electrizante, optimista, que tocó su historia personal, el racismo, la igualdad de género y el valor de la verdad y la libertad de prensa en una democracia, la instaló como eventual candidata, y volvió a borrar la frontera que divide el entretenimiento de la política.
Ni Joe Biden o Bernie Sanders, ni las senadoras Elizabeth Warren o Kirsten Gillibrand, todos políticos tradicionales que coquetean con la idea de enfrentar a Trump, lograron generar el entusiasmo que despertó la estrella televisiva, un contraste que llevó a más de uno a preguntarse si, en la primera potencia global, la democracia moderna más longeva, la política devino, ya sin vuelta, en un reality show.
El ascenso político de Trump dejó a las claras el rechazo que existe en el país al establishment de Washington y a las figuras políticas tradicionales, y abrió la puerta para que otros sigan el mismo camino.
"Lo de Oprah representaría algo similar del lado demócrata, dado que no hay un claro líder político que esté por encima del resto. No podemos decirlo con certeza ahora, tendremos que esperar a 2020 para ver. Es demasiado pronto para decirlo", señaló Robert Shapiro, profesor de la Universidad de Columbia.
Hank Sheinkopf, un estratega demócrata de larga trayectoria, indicó que la fama siempre fue un ingrediente de la política en Estados Unidos, ya desde George Washington, el primer presidente. Recordó, por ejemplo, a John F. Kennedy, que llegó a la Casa Blanca envuelto en un aura de aristócrata, o a Dwight Eisenhower, un héroe del Día D en la Segunda Guerra Mundial.
"La celebridad, junto a la experiencia militar o de gobierno siempre fueron una fórmula en las elecciones", indicó Sheinkopf. "A Estados Unidos le gustan los héroes. Trump es la primera celebridad sin experiencia militar o de gobierno. Es simplemente una celebridad. ¿Podría una celebridad volver a ganar? Es posible", respondió.
La fusión entre fama artística y política no es nueva o exclusiva de Estados Unidos. Ronald Reagan y Arnold Schwarzenegger fueron actores antes de ser gobernadores de California. Reagan, luego, llegó a la Casa Blanca. Ilona Staller, la actriz porno más conocida por su sobrenombre, "La Cicciolina", llegó al Parlamento italiano. El cantautor panameño Rubén Blades se presentó en 1994 como candidato presidencial y salió tercero; entre 2004 y 2009 fue ministro de Turismo. En la Argentina, Ramón "Palito" Ortega fue gobernador de Tucumán, senador y, en 1999, candidato a la vicepresidencia en la fórmula con Eduardo Duhalde. Luego dejó la política y retornó al mundo del entretenimiento.
En Estados Unidos, la idea de que Oprah siga los pasos de Trump generó reacciones a favor y en contra. Hubo estrategas -demócratas y republicanos- y analistas de la alta política que ungieron su candidatura. Otros miraron el fenómeno con inquietud. Thomas Chatterton Williams, columnista del diario The New York Times, escribió que el culto a la celebridad y el rating, y el repudio a la experiencia y la pericia, "infectaron la vida cívica".
Jim Messina, director de la campaña de Barack Obama en 2012, fue uno de los primeros que dijeron que Oprah debería pensar en competir. "Tiene una marca que es toda sobre inclusión, unir a las personas y aspirar a más", justificó. Su respaldo dejó en evidencia una de las preocupaciones que despierta la fusión de la política con las celebrities: ¿A quién sirven? ¿A su "marca" o a la gente?
Oprah Winfrey es, en muchos sentidos, una antítesis perfecta de Trump. Pero ambos tienen un rasgo común: son figuras magnéticas, carismáticas, capaces de tocar fibras y encender multitudes. Hillary Clinton, una de las candidatas más experimentadas de la historia, forcejeó toda su carrera con su escasez de esos atributos. Ante una sociedad polarizada, donde la capacidad de "arrastrar" gente es crucial para ganar elecciones, ese activo de las celebridades brinda una ventaja.
Edward Luce, principal columnista del Financial Times en Estados Unidos, escribió que si la respuesta de la oposición a Trump es "pelear celebridad con celebridad, la idea del servicio público moriría". Quizá ya sea demasiado tarde, y la "captura del poder por parte de las celebridades" haya llegado para quedarse, evaluó Luce, que abogó por un "muro" que divida el entretenimiento de la política.
La rapidez con la cual Oprah se convirtió en candidata refleja la orfandad, en figuras y mensaje, que parecen sufrir los demócratas tras el fin de la era Obama y la derrota de Hillary. Nadie termina de levantar el estandarte.
Para Kyle Kondik, del Centro de Política de la Universidad de Virginia, es natural que los demócratas consideren a una celebridad como abanderada, dado el éxito de Trump. Sin embargo, eso puede ser similar a "pelear la próxima guerra como la última", advirtió.
"Los norteamericanos suelen reemplazar a un presidente con alguien completamente diferente. Es posible que el público no busque una celebridad", apuntó. "Si es así, es más probable que haya un candidato demócrata con experiencia en gobierno en 2020", cerró.
Otra conducta inapropiada
Otra presunta conducta inapropiada de Donald Trump trascendió ayer, ligada a una atractiva miembro de la inteligencia norteamericana de ascendencia coreana. "¿Por qué esta bella dama coreana no está involucrada en las negociaciones con Pyongyang?, preguntó Trump durante un encuentro con el servicio secreto, reveló NBC, que detalló que "los presentes quedaron atónitos".
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