El agua también es un arma en el interminable conflicto sirio
La capital quedó desabastecida tras una voladura deliberada
BEIRUT.– Cerrando el sexto año del conflicto sirio, el agua se está convirtiendo en nueva arma de guerra. Cuatro millones de personas se quedaron sin una gota en Damasco después de que los canales del manantial que abastece el 70% de la capital siria fueron deliberadamente volados por los aires. La relativa calma que vive la mayoría de los frentes con la tregua vigente se ve empañada por el desafío diario que supone acceder a servicios básicos convertidos en objetivos de guerra.
“Llevamos seis días seguidos sin una sola gota de agua. Lo que se suma a los constantes cortes de luz. Desandamos la historia para vivir como vivían nuestros antepasados”, lamenta al teléfono desde Damasco Nisrine F., madre de cuatro hijos y desplazada de la periferia damascena. Gestionar los magros recursos con los que cuenta su hogar ha llevado a esta ama de casa a hornear su propio pan, desterrar la carne de su dieta, calentar la cama de sus hijos con piedras calientes, coser sus ropas y compartir el alquiler de una humilde casa con tres familias más. Hoy y desde hace dos semanas tiene que recorrer las calles cargada con bidones de plástico en busca de agua en una nueva realidad donde fregar los platos o darse una ducha pasan a ser cosa de ricos.
Según la ONU, cerca de 15 millones de personas sufren escasez de agua en toda Siria, más de 600.000 en Aleppo. Lo que ha llevado a los hogares a invertir un 25% de sus recursos en su abastecimiento. “El que menos tiene intenta llenar sus botellas en las fuentes de los parques, aunque no sea potable, y quien puede compra de los camiones cisterna”, dice Ahmed M. Tanto el gobierno sirio como las organizaciones humanitarias internacionales han comenzado a distribuir agua mediante camiones cisterna a los habitantes de la capital, la mitad de ellos desplazados.
El pasado 23 de diciembre los conductos que transportan el agua desde el río Barada, 25 kilómetros al noroeste de Damasco y principal fuente de abastecimiento, fueron detonados. Como en todo suceso en la guerra siria, insurrectos y fuerzas leales al régimen se lanzan acusaciones cruzadas. La región del valle Barada permanece bajo el control de grupos rebeldes y de jihadistas de Fatá al Sham (antigua filial de Al-Qaeda), que ya en el mes de julio implosionaron varias tuberías de agua.
A su vez, los insurgentes del valle Barada llevan meses cercados por las tropas regulares sirias y las milicias aliadas, como la libanesa Hezbollah. Si bien el agua constituye un elemento nuevo en el conflicto, la hambruna como arma de guerra se ha normalizado poniendo en riesgo de inanición a cerca de un millón de personas en los 56 cercos que los múltiples bandos mantienen en el país. A través de un comunicado difundido el martes último, varios grupos insurrectos de la región junto con los rescatistas de los Cascos Blancos llamaron a un alto el fuego. El documento exige el acceso a la ayuda humanitaria a cambio de autorizar la entrada de expertos que reparen la infraestructura acuífera. Un trueque que se resume en “agua por comida”. Lejos de materializarse el acuerdo, los enfrentamientos recrudecieron y provocaron el desplazamiento de otras 1300 personas, según cifras proporcionadas por la agencia nacional de noticias siria, Sana.
Transcurrida una semana de tregua, los sirios hacen una lectura poco optimista del acuerdo sellado entre Ankara y Moscú, que habrá de reunir a los insurgentes y el régimen sirio en Kazakhstán a fin de mes. Si bien el frágil alto el fuego silenció los obuses y bombarderos y estancó la cifra de muertos en 312.000 muertos, las condiciones de vida de los civiles se deterioran.
El enquistamiento de la guerra les ha robado progresivamente todos y cada uno de los derechos básicos del ser humano, convirtiendo centrales eléctricas, hospitales, panaderías y centros educativos en objetivos de guerra. El valle Barada simboliza una escalada más en la erosión de la humanidad en un conflicto donde batallas como ésta no se libran sólo con balas, sino también cortando canillas y vaciando estómagos.
Al-Assad, en Francia
El presidente sirio Bashar al-Assad dijo ayer en una entrevista en París con emisoras francesas que la recuperación total de la ciudad de Aleppo el pasado diciembre refleja que su régimen está "camino de la victoria". También negó, en reunión con parlamentarios galos, que su gobierno haya usado armas químicas en el conflicto.
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