El líder cocalero que creó un modelo de acumulación de poder
LA PAZ (De un enviado especial).- Cuando habla de sí mismo respecto del ejercicio de la presidencia, el mandatario boliviano, Evo Morales, reelegido ayer por una aplastante mayoría, suele hacerlo en plural: "Somos presidentes".
No se trata de un error gramatical. Al contrario, la frase ilustra bastante bien el modelo de acumulación de poder de Evo Morales, que lo ha llevado de ser un simple pastor de llamas en un remoto pueblo del departamento de Oruro a transformarse en el primer presidente aborigen de Bolivia.
Y los opositores, los que no son "presidentes", son claramente los enemigos, los representantes del pasado que hay que derrotar sin importar cómo. Es decir, por medio de alianzas con polémicos regímenes del exterior, forzando las leyes y haciendo uso estratégico de la protesta social. Todos estos mecanismos le han servido, más tarde o más temprano, para imponer su voluntad que, según él, es la voluntad del pueblo, y muy especialmente la de los indígenas, oprimidos durante siglos.
Y si le infligen derrotas, a no desalentarse. "Cuando perdí en 2002 por dos puntos con Gonzalo Sánchez de Lozada, algunos me decían: «¡Qué lástima que no fuimos presidentes!». Y yo pensaba: «Menos mal». Hubiésemos decepcionado al pueblo porque no estábamos preparados", reconoció Evo recientemente.
También parecía derrotado en forma anticipada en 2007, cuando los cuatro departamentos orientales de Bolivia (Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija), los más ricos del país, presentaron sus estatutos autonómicos para contrarrestar la Carta Magna que él había hecho aprobar. Pero lo cierto es que sólo se conocerá qué es la autonomía cuando la Asamblea Plurinacional, como se llamará el nuevo Parlamento boliviano, implemente la ley respectiva el mes próximo. Y otra vez, como sucedió muchas veces en estos cuatro años, Evo Morales es el que tiene la última baraja, y todavía no se sabe cuál es.
En realidad, en todo su modelo de acumulación del poder hay, además de un innegable carisma, un elemento místico que lo diferencia, por ejemplo, de su aliado más cercano, el venezolano Hugo Chávez. De hecho, Evo Morales ha prometido orientar su gobierno por tres principios aymaras: "No robar, no mentir, no ser flojo". También ha dicho que muchos de sus sueños lo ayudaron a definir acciones como político y luchador social.
Además, como líder cocalero con una amplia militancia en la defensa de los cultivos del Chapare, su cuna política, ha dicho que la hoja de coca fue la que lo llevó a iniciar el camino que terminó con la presidencia.
Aquí, la hoja es considerada sagrada por los indígenas como el mandatario, dado que ayuda a soportar la altura y a combatir el hambre. Los norteamericanos, por el contrario, la consideran un alcaloide y lucharon contra los cultivos cocaleros en el Chapare, ante la resistencia de líderes como el propio Evo, que aprendió así a utilizar la protesta para imponer sus fines.
Tal conocimiento llegó a su apogeo cuando se transformó en la figura política que capitalizó la llamada "guerra del gas", un levantamiento en la ciudad de El Alto que echó a Sánchez de Lozada de la presidencia en octubre de 2003 por haber intentado venderle el gas boliviano a Chile, país con el que Bolivia tiene un diferendo histórico y al que le reclama una salida al mar.
Tiempo después, cuando estaba a las puertas del gobierno, Evo prácticamente obligó, mediante bloqueos en todo el país, a su antecesor Carlos Mesa a ampliar los impuestos sobre la producción de hidrocarburos. Durante su gobierno, no han sido pocos los actos de intimidación contra legisladores opositores, a los que se impidió acceder al Congreso en algunas votaciones clave.
No sólo el elemento místico conecta a Morales con los sectores más desfavorecidos en este país. También el desprecio por las leyes en vigor, a las que el mandatario considera parte de un orden colonial que hay que terminar de romper en Bolivia. De ahí su apuro por implementar la Constitución y establecer un "orden nuevo".
"Es evidente que el gobierno viola las leyes, pero a buena parte de sus partidarios de los sectores excluidos no les interesa si las viola o no, porque consideran que fueron hechas contra ellos", dijo a LA NACION el analista político boliviano Jorge Lazarte.
Otra característica saliente de la personalidad de Evo es su austeridad y adicción al trabajo, que ha llevado a su vicepresidente, Alvaro García Linera, a decir de él que trabaja "hasta 20 horas por día".
Aunque ha dicho que no se casará por ahora porque está "casado con Bolivia", Morales, que tiene dos hijos, no se ha privado de gastarle bromas a García Linera sobre su soltería y sus supuestos noviazgos. Más allá de las humoradas, suele tener reacciones muy destempladas cuando se refiere a sus enemigos o a quienes considera como tales. El último ejemplo fue cuando amenazó directamente con "modificar" la Justicia para arrestar a su principal rival en las elecciones de ayer, Manfred Reyes Villa.
También tiene una relación tensa con la prensa. "Se enoja con mucha rapidez con los periodistas cuando le hacen una pregunta que no le gusta, y puede llegar a agredirlos verbalmente. En estos casos, suele ofrecerles trabajo en el Palacio de Gobierno para que no sean sumisos a las decisiones de su medio", dijo a LA NACION el editor de informaciones del diario La Razon, Baldwin Montero.
Pero tal vez su característica más recurrente sea el secretismo. Actualmente, trabaja sigilosamente con un grupo de 30 o 40 especialistas en las 100 leyes que permitirán aplicar plenamente su Constitución indigenista y que, según se prevé, serán aprobadas a fines de enero.
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