Escasez y destrozos en una capital que fue zona de guerra
DAMASCO (Reuters).- En el otrora bullicioso barrio comercial de Hamra, en el corazón de Damasco, tres hombres que acaban de quedarse sin hogar por los combates que durante dos semanas destrozaron la ciudad están sentados en la vereda desierta, frente a sus negocios vacíos.
Los vecinos de los suburbios del este y sur de la capital siria, que recibieron lo peor de la feroz contraofensiva del presidente Bashar al-Assad contra los rebeldes, buscaron refugio en casa de familiares que viven en el centro de la ciudad.
"¿Puede creer que los tres nos quedamos sin casa? Las tres casas, destruidas. Y ahora estamos viviendo con unos familiares del centro", dijo Ahmed, dueño de un comercio en Douma, suburbio opositor al este de la capital. Hay miles como ellos, que se retiraron hacia el núcleo central de la ciudad y su relativa seguridad, dejando detrás una ciudad humeante como una zona de guerra.
Pero hasta el centro de Damasco fue golpeado por la violencia. Los negocios sólo abren de 9 a 15, los precios de los alimentos se fueron a las nubes, y nadie se asoma a la calle no bien oscurece, ni siquiera en el sagrado mes de Ramadán, cuando las calles suelen estar atestadas de gente celebrando después del ayuno diario. "Como no hay clientes, mandé a los empleados a su casa. No puedo pagarles. Tampoco puedo pagar el crédito de mi casa. Estoy en quiebra", dijo Ahmed, que como los otros entrevistados se negaron a dar su nombre completo.
Los tres hombres son del suburbio norteño de Sayida Zeinab y Hajar al-Aswad -golpeado por la artillería y los helicópteros armados- y dijeron que, al principio, no les despertaba demasiada simpatía el levantamiento contra los 42 años del gobierno de los Al-Assad, inspirado en las revueltas que sacudieron al mundo árabe en 2011. "Por supuesto que al principio yo estaba con el régimen", dice Ahmed. "Pero ahora, no. El régimen se tiene que ir. Que se lleven todo lo que quieran, pero que se vayan."
Mohammad acusó de la creciente desesperación que reina en Damasco al presidente de 46 años, que prometió derrotar a la "violencia terrorista apoyada desde el extranjero".
"¿Quién puede estar de su lado en este momento? Nadie. Ahora todos somos refugiados. No tenemos casa, no tenemos dinero. Nuestro jefe no nos paga. Esto no puede seguir", dijo.
Los restaurantes del centro de Damasco, que de noche suelen estar llenos ya que durante el Ramadán los musulmanes ayunan de día, están vacíos desde hace días. Sólo los restaurantes de comida al paso que venden fatay (empanadas árabes de carne o verdura) están haciendo un buen negocio, alimentando a los que se refugiaron en escuelas.
Una escuela de Barzeh, en el norte de Damasco, recibió a 1500 refugiados de Douma, Qaboun y Harasta, bastiones orientales de la rebelión. "Nos traen todo tipo de ayuda, especialmente comida, en Ramadán", dijo un activista que está en la escuela.
Después de una intensa limpieza por parte de vecinos y autoridades, finalmente empieza a disiparse el intenso olor a basura en descomposición que invadía la ciudad, ya que no hubo recolección de residuos durante más de una semana.
Ventas
En el barrio norteño de Jisr al-Abyad, desesperada por ganar algún dinero, la gente comenzó a vender mercadería en el frente de su casa, algo que de haber sucedido antes de la crisis hubiera sido impedido de inmediato por las autoridades.
Los retenes y barricadas impiden la circulación de quienes quieren desplazarse. "No puedo llegar a mi trabajo ni repartir la mercadería. Aunque igual, trabajo no hay. Hace tres meses que no llevo un centavo a casa", dijo Bassam, un apicultor que abandonó junto con su familia su hogar de Hama, para quedarse con sus parientes del centro, en Abu Roumaneh.
"Nadie compra, nadie vende. La libra siria no vale nada? Y los precios se fueron al carajo", dijo Marwan, proveedor de insumos agrícolas.
La semana pasada, los temores de un bloqueo prolongado y de que se produjera escasez de comida y combustibles hicieron disparar el precio de los alimentos en un 150%, y en las estaciones de servicio se registraron colas de hasta tres horas, hasta que ayer la llegada de un convoy de camiones cisterna llevó alivio a los conductores.
En Midan, el primer barrio recapturado por las fuerzas de Al-Assad, hace ocho días, los autos quemados, los edificios en ruinas y las paredes acribilladas son testigos mudos de la destrucción indiscriminada.
"Volví el lunes y encontré mi casa dada vuelta. Por suerte, me había llevado mis cosas de oro y el dinero, pero el ejército se llevó la ropa de mi hijo, mis frascos de perfume y otras cosas", dijo Huda, vecina de ese tradicional barrio de Damasco.
"Por favor, dígale al mundo que saquen a China y a Rusia del medio, y nos impongan una zona de exclusión aérea", dijo otro vecino de Midan, reflejando la bronca de los opositores a Al-Assad contra Pekín y Moscú, por vetar las resoluciones sobre Siria respaldadas por Occidente.
"Le juro que si no fuera porque tengo familia, me uniría el Ejército Libre Sirio y saldría a pelear."
Traducción de Jaime Arrambide
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