La tensión por Taiwán: el apogeo de una crisis de superpotencias que podría escalar aún más
El conflicto diplomático de esta semana en torno a Taiwán amenaza con derivar en una situación de desconfianza permanente que profundice la distancia entre EE.UU. y China
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PARÍS.– “Los que juegan con fuego terminan por quemarse”, advirtió el presidente chino Xi Jinping el 28 de julio a su homólogo estadounidense, Joe Biden, durante una videoconferencia, aludiendo a las consecuencias de la visita de Nancy Pelosi a Taiwán. A pesar de esas amenazas, y de los intentos de su propia administración por disuadirla, la presidenta de la Cámara de Representantes aterrizó esta semana en la isla, afirmando que su llegada no “contradecía” la política norteamericana con respecto a China.
No obstante, para muchos especialistas consultados por LA NACION, el desafío de Pelosi -en muchos casos calificado de “provocación”-, marcó “el apogeo de la crisis entre Washington y Pekín”. Esa es precisamente la opinión de Marc Julienne, responsable de China en el Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI). A su juicio, la tensiones entre ambos países, que se acentuaron sobre todo a partir de 2020, persistirán.
“Este no es un caso aislado que terminará pronto con la demostración de fuerza de Pekín con estas maniobras militares alrededor de Taiwán. Creo, por el contrario, que esta crisis se ha instalado para durar”, afirma.
Pelosi es la tercera personalidad en importancia del Estado norteamericano y, desde siempre, una acerba crítica de Pekín. Sin embargo, no es la primera presidenta de la Cámara de Representantes que visita Taiwán: en 1997, hace 25 años, el ultraconservador Newt Leroy Gingritch también hizo el viaje. Para Marc Julienne, el mundo se halla ante una “nueva intolerancia” de parte de Pekín.
Juego de póker
“Otros miembros del Congreso estadounidense viajaban regularmente a la isla. Antes era algo totalmente normal, que ahora el gobierno chino ha decidido dejar de tolerar”, precisa. Julienne compara esta situación con el póker.
“Cuando se suben las apuestas, hay un momento en el cual uno no puede retirarse y está obligado a ir hasta el final. Mientras más ofensiva es China, más difícil le es retractarse. En consecuencia, es cada vez más exigente frente la relación de cualquier país con Taiwán, en particular de Estados Unidos”, analiza.
El estatus actual de Taiwán responde a la llegada de las fuerzas comunistas de Mao Tse-Tung al poder en Pekín, tras el derrocamiento del gobierno del partido nacionalista Kuomintang, que gobernaba el país desde 1912. Con la proclamación de la República Popular de China en el continente, el Ejecutivo derrocado se exilió en la isla de Taiwán, instalando la República de China. Ambos regímenes reivindicaron entonces el control del territorio chino.
Hoy, más de 70 años más tarde y cuando el archipiélago ha dejado de reivindicar ese control, Pekín sigue considerando que Taiwán debería ser reintegrada al régimen comunista. Y el país del presidente Xi Jinping no vacila en mostrar los músculos frente a todo intento independentista.
Prueba de ello, las autoridades de Pekín no han dejado de aumentar la presión sobre la isla desde la llegada al poder en 2016 de la actual presidenta, Tsai Ing-wen, militante de un partido proindependentista. “Sobre todo en momentos en que el 20° congreso del Partido Comunista (PCC) se aproxima —probablemente se realice en noviembre— y Xi jugará allí su futuro”, precisa Sylvie Bermann, ex embajadora de Francia en China.
Al frente del país desde hace diez años, Xi Jinping consiguió que el precedente congreso de 2018 aceptara una modificación de la Constitución que le permitirá seguir siendo presidente indefinidamente. En noviembre, pues, ese autócrata de 67 años conocido por su política de exaltación del sentimiento nacional y su control absoluto del PCC, considerado el dirigente chino más poderoso y autoritario desde Mao Tse-Tung, “probablemente consiga su reelección como secretario general del partido, presidente de la República y presidente de la Comisión Militar Central”, agrega Bermann.
Por las buenas o por las malas
En todo caso, el objetivo de Xi es claro: unificar el país, sobre todo recuperando Taiwán que, según Pekín, forma parte de su territorio. Los comunistas quieren hacerlo en forma pacífica, “por la fuerza, únicamente si no hay otra solución”. A juicio de Julienne, es Estados Unidos quien permite mantener ese statu quo.
“Aun cuando Estados Unidos haya decidido en 1979, por razones estratégicas, poner fin a su relación diplomática con Taiwán para concentrarla exclusivamente en Pekín, nunca abandonó la isla. El Parlamento norteamericano votó una ley sobre las relaciones con Taiwán mediante la cual Estados Unidos adoptó una política de ambigüedad estratégica. Gracias a ella, Washington continúa manteniendo relaciones no-oficiales con Taipéi”, explica.
Se trata de relaciones culturales, comerciales e incluso militares: Estados Unidos se compromete a ayudar a Taiwán a estar preparada para defenderse, sobre todo vendiéndole armas y proveyendo entrenamiento a sus fuerzas, como sucede en el caso actual de Ucrania.
“El objetivo de esa ambigüedad estratégica es el de no tener que decir si Washington va a intervenir directamente o no en caso de que Taiwán sea atacada por China. Se trata de una postura diplomática destinada tanto a Pekín como a Taipéi. Para conservar la paz hasta el momento en que ambas partes lleguen a un acuerdo pacífico”, señala.
Precisión suplementaria de Julienne: ninguna fuente oficial de la Casa Blanca confirmó nunca que Pelosi viajaría a Taiwán. “La visita nunca figuró en su agenda oficial. Viajó como ciudadana norteamericana y no como presidenta de la Cámara de Representantes. Aun cuando se trate de una personalidad política de primer orden, encima demócrata, ese viaje no fue oficial. Se podría pensar que, como Pelosi es una allegada de la Casa Blanca, se puso de acuerdo con el presidente Biden, y seguramente así fue. Pero la idea de no hacer un viaje oficial respondió justamente a la voluntad de no provocar a Pekín”, afirma.
Lo importante ahora es saber si la ira de Pekín podría tener graves consecuencias, no solo para la región sino para el resto del mundo. Para Julienne, no hay duda de que la visita agravó las tensiones sino-norteamericanas.
“No obstante, nada permite pensar que el régimen chino decida lanzar un ataque desproporcionado, que ponga en peligro la paz mundial. La relación diplomática bilateral entre Pekín y Washington era muy mala antes de la visita de Pelosi y seguirá siendo mala. En realidad, se degrada desde hace varios años. El único gesto suplementario que podría hacer China ahora, después de suspender oficialmente su cooperación en numerosos terrenos, como lo anunció el viernes, es llamar a su embajador ante el gobierno norteamericano. Sería un signo muy fuerte de descontento y protesta”.
En todo caso, lo que más preocupa a los especialistas son las consecuencias militares. Para Bermann, “si bien nadie cree que Xi Jinping tome la absurda decisión de imitar a Vladimir Putin con Ucrania, en las actuales condiciones, con esas maniobras -oficialmente con municiones reales- en torno de Taiwán, que ya violaron la zona económica exclusiva de Japón, la situación podría derrapar fácilmente. Pekín anunció acciones militares con el objetivo de defender la soberanía nacional y la integridad territorial china. Y eso no es bueno para nadie”.
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