Las polémicas le pasan factura a Lula y su aprobación cae al punto más bajo
La imagen positiva del gobierno pasó del 52% en enero al 47,4% esta semana, entre otras cosas por los derrapes en política exterior y una deficiente comunicación
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BRASILIA.– El presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, está poniendo en tela de juicio la remanida máxima que ata la suerte de los gobiernos a su desempeño económico.
Menos de una semana después de que el Instituto Brasileño de Estadística oficializara un crecimiento sorprendente del 2,9% en 2023, dos sondeos muestran una caída en la aprobación de Lula, que alcanzó el punto más bajo desde que comenzó su tercer mandato, algo que enciende alarmas en el Palacio del Planalto cuando faltan siete meses para las elecciones municipales.
Según un estudio de la consultora Atlas conocido el jueves, el 47,4% de los brasileños aprueban al gobierno, un porcentaje que era del 52% en enero. Entre aquellos que desaprueban la administración, la cifra saltó del 43% en el primer mes del año a un 45,9%.
Otro sondeo, publicado el día anterior, ya había detectado el mismo movimiento. Lula tuvo una caída de tres puntos, del 54% al 51%, en la aprobación de su trabajo en comparación con noviembre pasado, según la consultora Quaest, que también registró un aumento en la desaprobación, que alcanzó el 46%.
Fallas en la comunicación oficial, una incapacidad por romper con la polarización y acercarse a un vasto sector del electorado como los evangélicos, sumadas a una colección de declaraciones erráticas en política internacional dañaron la imagen del gobierno, según analistas consultados por LA NACION.
“Lula sufriría el ‘síndrome del héroe global’. La expresión, que circula en privado en los pasillos del propio gobierno, muestra la preocupación de los aliados del presidente por su insistencia en abordar temas controvertidos de política exterior de manera improvisada, sin escuchar a Itamaraty [la cancillería brasileña] y fuera de sintonía con la percepción del electorado”, escribió en una columna en el diario O Globo la analista política Vera Megalhaes.
La administración de Lula, de manera contraintuitiva, viene cosechando buenas noticias económicas. El desempleo cerró el año pasado en un 7,8%, el nivel más bajo desde 2014. La inflación terminó en un 4,62%, dentro de la meta estipulada por el Banco Central de Brasil, escenario que alienta nuevos recortes en la tasa de interés, y ha provocado una mejora en los ingresos de los brasileños. Sin embargo, la economía, en particular debido a la ausencia de una reducción real en los precios de los alimentos, ha sido uno de los puntos críticos según analistas.
Para el 38% de los encuestados por Quaest, la economía empeoró en los últimos 12 meses, en comparación con el 26% que vio una mejoría. El resto considera que la situación no cambió.
Las encuestas de Quaest y Atlas mostraron a la corrupción y la situación de la seguridad pública entre los principales problemas de Brasil. Además, declaraciones erráticas de Lula en política exterior, algunas de las cuales fueron recibidas como desastrosas por la propia cancillería, pudieron haber influido en un segmento vital, los evangélicos, que representan el 30% del electorado.
“Ninguna sorpresa”, respondió el ministro de la Secretaría de Comunicación Social, Paulo Pimenta, consultado por periodistas sobre los números de Quaest esta semana. Pimenta atribuyó la caída de popularidad a un impacto “coyuntural”, especialmente por la controvertida comparación hecha por Lula el mes pasado sobre los ataques israelíes en Gaza con el Holocausto, dichos que fueron explotados políticamente por la oposición bolsonarista, que llenó las calles de San Pablo el 25 de marzo con cientos de banderas de Israel.
“A medida que pasa el tiempo, hay una comprensión sobre la importancia de la declaración de Lula, valiente, que abrió los ojos de mucha gente”, insistió Pimenta, que lidera en el gobierno un área señalada como una de las más débiles.
El 62% de los evangélicos desaprueba el gobierno de Lula, seis puntos más que en diciembre, según Quaest. Las declaraciones que causaron una crisis diplomática con Israel fueron consideradas “exageradas” por el 60% de los brasileños.
Para Marco Antonio Teixeira, politólogo y profesor de la Fundación Getulio Vargas (FGV) en San Paulo, los sondeos muestran a un gobierno pagando el precio de sus “derrapes”.
“Lula potenció el acto a favor de Bolsonaro con su postura sobre Israel, y ahora está reuniendo a la oposición por la cuestión de Venezuela. Necesita autovigilarse para no movilizar a una oposición que es muy ruidosa”, dijo Teixeira.
Entre los déficits, el analista citó la ausencia de “gestos” hacia los evangélicos, una porción del electorado con quienes no existe todavía “un puente de diálogo” nítido.
Venezuela, el último capítulo
Lula protagonizó una nueva polémica esta semana. Consultado sobre su confianza en la transparencia de las elecciones presidenciales en Venezuela, dijo que había recibido información de Nicolás Maduro sobre la presencia de observadores internacionales que supervisarán el proceso.
Sugirió a la oposición no “seguir llorando” por la inhabilitación política de María Corina Machado, la principal líder opositora, y elegir otra alternativa para disputar las elecciones. Comparó además la descalificación de Machado, fruto de una controvertida decisión del tribunal venezolano, con la inhabilitación política que él enfrentó para las presidenciales de 2018, tras una condena por corrupción luego anulada.
La reorganización del bolsonarismo, según André Cesar, analista de la consultora Hold en Brasilia, alimentada por el gobierno, supone otro desafío para el gobierno en un año electoral. Aunque dominadas por agendas locales, las elecciones municipales, previstas para octubre, suelen perfilar el escenario para las presidenciales.
“A pesar de una economía mejorando, otras cuestiones están marcando el escenario. El gobierno es muy malo comunicando, y no solo no ha hecho nada para intentar quebrar la polarización, sino que la ha alimentado y no ha sabido entrar en el juego de las redes sociales”, dijo Cesar, que calificó las declaraciones sobre Israel y Venezuela como un “tiro al blanco equivocado”.
La perspectiva de un crecimiento económico más moderado este año, cercano al 2%, y con el desafío de cumplir la promesa de llegar a un déficit fiscal cero a fin de año, para muchos una quimera, se presenta como otro desafío para el futuro de la tercera administración de Lula.
Cesar agregó incluso que una eventual victoria de Donald Trump en Estados Unidos podría envalentonar al bolsonarismo en el segundo semestre. La perspectiva para el segundo año del mandato está llena de incógnitas, con un gobierno que necesita “novedades” para recuperar la iniciativa, opinó.
“Es una situación muy complicada. El gobierno tiene que sacar un conejo de una galera que no existe”, concluyó Cesar.
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