Los demócratas buscan recuperar la Cámara baja en el primer test de Trump
WASHINGTON.- La campaña más cara en la historia de Estados Unidos llega a su fin, y demócratas y republicanos aprovecharán, hoy, hasta el último segundo para llevar a sus votantes a dirimir una nueva contienda que definirá el control del Congreso -los demócratas esperan recuperar la Cámara baja; los republicanos, aferrarse al Senado-, y brindará el primer gran veredicto sobre el trumpismo y el futuro político de la primera potencia global.
Históricamente apáticos a la hora de votar en las legislativas, los norteamericanos esta vez parecen encendidos. Más de 34 millones de personas ya votaron, según cifras recolectadas por la Universidad de Florida, un alza del 50% en la votación anticipada respecto de las legislativas de 2014, cuando apenas votó uno de cada tres norteamericanos, la participación más baja en 70 años.
Ambos bandos presentaron esta elección como la "más importante de nuestras vidas", un referéndum sobre el presidente Donald Trump , y han gastado nada menos que 5200 millones de dólares, una cifra nunca antes vista, según el Center for Responsive Politics, con el único fin de hacerse del control del Congreso y marcar el rumbo de Estados Unidos.
El sitio FiveThirtyEight pronosticó que los demócratas ganarán la Cámara de Representantes y que los republicanos retendrán el Senado. Es el consenso que surge de los sondeos, que muestran una ventaja para la oposición. Con todo, las encuestas fallaron en 2016, y la alta participación que sugiere el salto en la votación anticipada puede torcer los resultados para un lado u otro. El voto joven y el de las mujeres podría dar la pauta, apuntalar la "ola azul" y favorecer a la oposición. Pero la coalición de Trump, muy fiel a su líder, podría darle otra noche triunfal al mandatario.
"Hay una gran electricidad en el aire, como no hemos visto, en mi opinión, desde la elección del '16. Algo está sucediendo. Ya veremos", dijo Trump, antes de embarcarse en un vertiginoso viaje de cierre de campaña que lo llevó a tres estados -Ohio, Indiana y Missouri, donde los republicanos enfrentan una reñida pelea por una banca en el Senado- en poco más de seis horas.
El cierre de la campaña no estuvo exento de polémicas. Las cadenas NBC, Fox y Facebook decidieron dar de baja un aviso inflamatorio de los republicanos que vinculaba la caravana de inmigrantes que viaja a la frontera con Estados Unidos con el crimen, cuyos críticos tildaron de racista. Trump, quien tuiteó el aviso días atrás desde su cuenta, se desentendió del tema y evitó tildar de ofensiva la publicidad.
"Muchas cosas son ofensivas. Tus preguntas son ofensivas", le respondió a un periodista, antes de partir a sus actos de campaña.
Trump se puso en el centro de la campaña y fue más Trump que nunca: se adueñó de la bonanza económica, demonizó a los demócratas -los asoció con el "socialismo", el caos y el delito-, pintó la caravana de migrantes como una amenaza, una "invasión" en la que había terroristas y criminales infiltrados. Todo con un único fin: movilizar a su base. Trump dio discursos en actos casi a diario y mintió a un ritmo inédito, aun para él: en las siete semanas antes de las elecciones, hizo 1419 declaraciones falsas o engañosas, según el conteo de The Washington Post, un promedio de 30 al día.
Los demócratas, divididos entre un ala moderada vinculada al establishment y un ala más radical que quiere mover el partido a la izquierda para captar más votantes, intentaron enfocarse en un puñado de temas, como el acceso a la salud, los derechos de las minorías o la desigualdad. Pero, al final, igual terminaron hablando de Trump.
"El carácter de este país está en la boleta electoral, lo que somos está en la boleta electoral", dijo ayer el expresidente Barack Obama al hablar con voluntarios en Fairfax, Virginia. "El tipo de política que esperamos está en la boleta electoral. La forma en la que nos conducimos es la vida pública, y la forma en que tratamos a los demás está en la boleta", insistió, en un hilo que tuvo como referencia evidente a Trump.
Obama tuvo una atípica presencia en la campaña demócrata para un expresidente, en particular para uno que dejó la Casa Blanca hace apenas dos años. Su presencia puso en evidencia la ansiedad de los demócratas por recuperarse de la bofetada que sufrieron en 2016 y la ausencia de un líder que pueda reemplazarlo y llevar el estandarte del partido hacia 2020. La elección, quizá, arroje algo de luz al respecto.