“Nunca me di por vencido”: la lucha de Polio Paul, el hombre que vive conectado a un pulmón de acero hace 70 años
El hombre contrajo poliomielitis en su infancia y lo colocaron en una cápsula de oxígeno para que pudiera sobrevivir; lejos de limitarse, se recibió en la universidad y hasta publicó un libro
Paul Alexander contrajo poliomielitis en 1952, en pleno brote de la enfermedad. En ese entonces, este estadounidense oriundo de Dallas tenía seis años y su vida estuvo en serio peligro. De hecho, los médicos le pronosticaban el peor escenario, pero con valentía y tesón logró sobrevivir.
Para ello, necesitó de un pulmón de acero, una especie de cápsula de metal con un ventilador de presión que le permite respirar al paciente. Actualmente, es uno de los dos estadounidenses que aún lo utilizan y asegura que jamás se rendirá para ayudar a las personas que padecen problemas similares.
Este tipo de artefacto se inventó en la década de 1920, para usar en las salas de los hospitales en medio de los brotes de polio que asolaron a los EE.UU. hasta mediados del siglo pasado. En 1959, 1200 estadounidenses dependían de un pulmón de metal para mantenerse con vida, pero las máquinas gradualmente se volvieron menos comunes después de la distribución generalizada de la vacuna contra la polio.
Con el correr de los años, empezaron a usarse los ventiladores de presión positiva, mucho más pequeños aunque más invasivos. Aunque para ese entonces, Polio Paul -tal su apodo- ya estaba acostumbrado a vivir en su pulmón y ya había aprendido a respirar parte del tiempo sin él. “Tampoco quería nunca más un agujero en la garganta. Así que mantuvo su pulmón de hierro”, explicaron en el medio británico The Guardian.
En la actualidad, el pulmón de acero es muy poco usado en el mundo de las terapias respiratorias modernas. La mayoría de los pacientes con parálisis de los músculos respiratorios usan ventiladores mecánicos que empujan el aire dentro de las vías respiratorias.
Paul Alexander fue conectado al pulmón de acero a los seis años y, desde entonces, su vida cambió para siempre. Antes de cumplir los 20, dependía tanto de la cápsula de oxígeno que los médicos disminuyeron sus expectativas para su futuro. Sin embargo, a los 75 años asegura: “Nunca me di por vencido, y todavía no voy a hacerlo”.
De hecho, su personalidad fue fundamental no solo para sobrevivir, sino también para progresar y formarse en diversas carreras. “Como odiaba simplemente ver televisión todo el día, comencé a estudiar y me gradué en la escuela secundaria con honores”, le contó a The Guardian.
Más adelante, en 1984, se graduó en un doctorado en Leyes en la Universidad de Texas. “Finalmente sucedió algo bueno, quería ser abogado desde siempre”, recordó en una nota con la agencia Reuters. A partir de que se recibió, Polio Paul trabajo durante décadas como letrado. En esos tiempos, también pudo estar desconectado un tiempo del artefacto.
“Hago lo mismo que todos los demás. Me despierto, me lavo la cara, me cepillo los dientes, me afeito, tomo un poco de desayuno; solo necesito un poco más de ayuda para hacerlo “, relató Alexander, para quien parece no haber obstáculos.
Por caso, el año pasado publicó su primera biografía, Tres minutos para un perro: mi vida en un pulmón de hierro. Logró escribirla en cinco años con una lapicera atada a un palo que manejaba con la boca. Con esa misma técnica, pintó varios cuadros.
Kathryn Gaines es quien lo asiste desde hace más de 30 años. Los primeros 15 vivieron juntos, pero luego ella se mudó a la casa de al lado y ahora vive a una cuadra. “Nos llevamos más o menos. Todavía no lo maté”, bromeó la mujer.
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