Se puede salvar Medio Oriente sin invadir
Como pudo verse en la reciente entrevista concedida por Barack Obama a The Atlantic, el presidente norteamericano básicamente detesta a todos los líderes de Medio Oriente, incluidos los de Turquía, Irak, Siria, Israel, Arabia Saudita, Qatar, Jordania, Irán y Palestina.
El objetivo primario de Obama parece ser dejar su cargo pudiendo decir que redujo la participación de Estados Unidos en los conflictos de Irak y Afganistán, que impidió que nos involucráramos con tropas terrestres en Siria y Libia y que nos enseñó a los norteamericanos los límites de nuestra habilidad para arreglar cosas que no entendemos en países en cuyos líderes no confiamos y cuyos destinos no nos afectan tanto como antes.
Después de todo, señaló el presidente, son más los norteamericanos que mueren cada año por resbalarse en la bañadera o por llevarse por delante un venado con el auto que los que mueren a manos de los terroristas, así que basta de querer invadir Medio Oriente cada vez que alguien nos amenaza. Todo eso suena espléndido en el papel hasta que nos toque un ataque terrorista como el de anteayer en Bruselas. ¿Tiene Obama ese derecho?
Estando acá de visita en el Kurdistán, en el norte de Irak, y al hablar con muchos iraquíes, uno termina pensando que Obama no está del todo equivocado. Después de participar de un foro en la impresionante Universidad Norteamericana de Irak, en Sulaimaniyah, y de observar discutir y acusarse con el dedo a los líderes iraquíes, no me quedaron demasiadas ganas de invertir en acciones del ISX, la Bolsa de Comercio de Irak.
El momento que más me impactó fue cuando el jeque Abdullah Humedi Ajeel al-Yawar, líder de la gigantesca tribu Shammar -que tiene su capital en Mosul, hoy ocupada por Estado Islámico-, se paró en sus elegantes ropajes, miró al ministro de petróleo de Irak y le preguntó: ¿qué pasó con los 700.000 millones de dólares (de dinero del petróleo) que entraron en Irak y no se construyó ni un solo puente? ¿Qué pasó con los 700.000 millones? Se lo pregunto con el corazón".
Se llevó la ovación del día. No podemos estabilizar Irak ni Siria si sus dirigentes no comparten el poder y no dejan de robar.
Pero estando acá uno también se pregunta si Obama no se ha obsesionado tanto con defender su abordaje sin manos en Siria, al punto de subestimar tanto los peligros de su pasividad como la oportunidad que tiene Estados Unidos de inclinar toda esta región a nuestro favor sin tener que invadir nada. Al principio, pensé que Obama había acertado con Siria. Pero ahora hay millones de refugiados escapados de Siria -a los que se suman los migrantes económicos que huyen de África a través de Libia tras la fracasada operación de Obama con la OTAN en ese país- que ponen en jaque a la Unión Europea.
La Unión Europea es el socio económico y estratégico más importante que tiene Estados Unidos, y además es el otro gran centro de irradiación del capitalismo democrático. La Unión Europea amplifica el poder de Estados Unidos, y si empieza a verse impedida, el peso de defender el mundo libre recaerá cada vez más sobre Estados Unidos.
Estados Unidos y la Unión Europea deben pensar juntos la forma de hacer de Libia y Siria lugares más seguros, para frenar la sangría de refugiados antes de que la Unión Europea se quiebre. La historia no será amable con Obama si simplemente les da la espalda.
Al mismo tiempo, a Obama se le presenta una oportunidad que ningún presidente norteamericano tuvo. Dos saludables democracias han surgido en Medio Oriente, y por sus propias fuerzas. Una es Túnez, cuyos dirigentes de la sociedad civil recibieron el Premio Nobel de la Paz tras haber redactado la Constitución más democrática jamás escrita en la región. Pero actualmente las armas, los refugiados y los terroristas islámicos que entran desde Libia -una olla que destapamos con total inconsciencia- están desestabilizando la experiencia democrática tunecina.
Todo Occidente debería estar brindando ayuda económica, técnica y militar a Túnez. Como me dijo el ex primer ministro de Túnez Mehdi Jomaa: "Túnez es un emprendimiento democrático. Tal vez sea un país pequeño, pero su importancia estratégica para el futuro de la región es enorme. La estabilidad de la región es impensable si Túnez fracasa".
La otra experiencia democrática autopropiciada es el Kurdistán iraquí, donde los kurdos construyeron por sí mismos una universidad al estilo norteamericano, el Sulamaniyah, porque querían emular nuestras profesiones liberales, y acaban de abrir una segunda Universidad Norteamericana en Dohuk. Pero ahora el diminuto Kurdistán alberga a 1,8 millones de refugiados de Siria y de otras zonas de Irak, y con los precios del petróleo por el piso, el país está al borde de la quiebra.
El gobierno kurdo, que estaba permitiendo el surgimiento de un partido opositor fuerte y de la libertad de prensa, ahora está reculando, y su presidente, Massoud Barzani, se niega a entregar el poder al final de su mandato, y el país hiede a corrupción. La experiencia democrática kurda pende de un hilo. Si Estados Unidos condiciona el envío de más ayuda a cambio de que Kurdistán vuelva al camino democrático, podría lograrse mucho.
"Es un gran juego de supervivencia", dice Dlawer Ala'Aldeen, presidente del Instituto de Investigaciones de Medio Oriente, en Kurdistán. "Estados Unidos tiene que involucrarse de manera constructiva con los kurdos, ofrecerles ayuda condicionada y hacer de Kurdistán el socio que Estados Unidos necesita. Acá, todos escuchan con atención a Estados Unidos y les gusta Estados Unidos. El pueblo kurdo quiere que Estados Unidos lo proteja de Irak y Turquía."
Kurdistán y Túnez son exactamente lo que siempre soñamos: democracias de generación espontánea que podrían servir de modelo a seguir para otros en la región. Pero necesitan ayuda. Lamentablemente, Obama parece estar tan preocupado por no parecerse a George W. Bush en Medio Oriente que ha dejado de pensar en cómo ser Barack Obama y cómo dejar en la región un legado verdaderamente propio: los cimientos firmes de una democracia... y sin invadir.
Traducción de Jaime Arrambide
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