Carolina del Norte: un estado de impulsos opuestos
RALEIGH, Carolina del Norte.- Carolina del Norte tiene personalidad política escindida. Si no, miren el caso de Debbie Holt. Férrea defensora del derecho a abortar, Holt, de 56 años, es propietaria de una parrilla en el centro de Raleigh y se ocupa de dejar en claro su postura sobre otros puntos calientes de la batalla cultural con carteles en la vidriera de su negocio. Pero Holt también es una desembozada seguidora de Donald Trump . "Es como yo: no se calla nada", dice.
Y así como Holt está decidida, Shannon White está confundida. De religión mormona y trasplantada desde Arizona, White dice no sentir ningún respeto por Hillary Clinton , pero duda de que Trump tenga algún principio y la molesta su lenguaje "abusivo". "Más bien estoy pensando en hacerme libertaria", dice White, de 42 años, mientras viste un maniquí del negocio de ropa que acaba de abrir.
Hace décadas que Carolina del Norte encarna estos impulsos contradictorios, eligiendo simultáneamente candidatos republicanos de la línea racial dura y demócratas del Nuevo Sur. Y además, con los cambios en su composición demográfica, discernir para qué lado va a agarrar el electorado en noviembre resulta más difícil que nunca.
Probablemente Carolina del Norte sea la arena presidencial más parejamente dividida de todo el país.
Sus dos mayores centros poblacionales, Charlotte y el área metropolitana de Raleigh-Durham-Chapel Hill, se han visto transformados por el influjo de políticos centristas llegados de otros estados. Los que más crecen no son ni los demócratas ni los republicanos, sino los independientes. Los blancos de zonas rurales, demócratas conservadores, están desapareciendo. El resultado de las elecciones ahora se juega en localidades de rápido crecimiento, como Cary, en las afueras de Raleigh, donde viven cada vez más "yanquis" del Norte. Ni Trump con su nacionalismo a ultranza ni Clinton con el escandalete que rodea su nominación son candidatos naturales para un estado ávido de moderación política y decepcionado de la clase política. "No les gustan ninguno de los dos partidos ni ninguno de los dos candidatos", dice Carter Wrenn, veterano estratega republicano de la zona. "Todo dependerá de quién les disguste menos el día de la elección."
Las encuestas muestran que Trump y Clinton arrancan la carrera presidencial casi empatados. El final incierto está garantizado: los demócratas creen que Trump arranca con una leve ventaja y los republicanos creen lo mismo de Clinton. Pero ambos bandos concuerdan en que, como ocurre a nivel nacional, en Carolina del Norte los republicanos se están encolumnando poco a poco detrás de Trump, así que descartan que Clinton pueda arrasar en este estado.
Pero una vez más el que realmente necesita ganar aquí es Trump, no Clinton.
Jonathan Martin