Todas las miradas apuntan al BCE
BRUSELAS.- La eurozona está al borde del abismo.
Si los líderes europeos no acuerdan algún remedio político para la crisis de la deuda en la cumbre del 9 de diciembre, y si entonces el Banco Central Europeo (BCE) no interviene masivamente para respaldar los bonos gubernamentales y los bancos europeos, es posible que el euro empiece a deshacerse.
Los inversores ya están evitando los bonos soberanos de la eurozona, los ahorristas están retirando cada vez más dinero de los bancos del sur de Europa y los préstamos interbancarios se están congelando, lo que obliga a los prestamistas a recurrir al BCE.
Josef Ackermann, director ejecutivo del Deutsche Bank y director del Instituto de Finanzas Internacionales (IFI), el lobby bancario mundial, envió la semana pasada un fuerte mensaje al presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy. Permitir que persista la indecisión política es arriesgarse a un dramático agravamiento de la crisis, advirtió Ackermann.
Bancos importantes como BNP Paribas e ING anunciaron este mes que se están deshaciendo de deuda soberana. La institución de préstamos francesa reveló que había liquidado 12.600 millones de euros en bonos italianos, españoles, franceses y alemanes en el transcurso de cuatro meses. El banco holandés dijo que había liquidado deuda griega, italiana, irlandesa, portuguesa y española por 5400 millones de euros.
Alemania, principal acreedor de Europa, parece ajeno a todos los llamados a una acción inmediata y sigue una estrategia unidireccional para cambiar el tratado de la Unión Europea (UE) e imponer una disciplina fiscal más dura.
La canciller Angela Merkel, decidida a impedir que los países vivan por encima de sus medios a expensas de los contribuyentes alemanes, ha decidido que la respuesta a la crisis es una unión fiscal más estrecha de los 17 Estados que comparten el euro.
Según el plan alemán, las autoridades europeas ejercerían un control último sobre las deudas y déficits nacionales, con el derecho a obligar a los Parlamentos a revisar presupuestos que transgredan las reglas de la UE.
Países como Francia, tradicionalmente apegados a la soberanía nacional, no tienen más alternativa que tragarse las exigencias alemanas de modificación del tratado, dado que sus propios costos de créditos están subiendo y la calificación crediticia AAA de París está amenazada.
El presidente Nicolas Sarkozy, cuyas esperanzas de ser reelegido en 2012 dependen de la crisis, tiene hasta el momento pocas cosas que mostrar a cambio de las concesiones que ha hecho a Berlín.
La semana pasada, Merkel extinguió toda esperanza francesa de una solución de compromiso en la que Alemania diera luz verde para una compra mucho mayor de bonos por parte del BCE o accediera a emitir bonos comunes a toda la eurozona.
"No se trata de un toma y daca", dijo Merkel.
Alemania, obsesionada por su experiencia con la hiperinflación en 1923, teme corromper al BCE haciéndole emitir dinero para prestarles a los gobiernos.
Fuentes de la UE y del BCE dijeron que había un entendimiento de que si los líderes políticos europeos daban un gran paso hacia la unión fiscal el 9 de diciembre eso le daría pie al BCE para intervenir de manera decisiva.
Aún no hay certeza de un acuerdo para avanzar hacia la unión fiscal, y los mercados, que odian la incertidumbre, seguramente sienten que el tortuoso proceso de introducir cambios al tratado crea más riesgo político del que elimina.
Sin embargo, si se le da al BCE un pretexto para usar su poder de fuego para defender los bonos de los gobiernos de la eurozona, los desesperados políticos europeos deberán aceptar la unión fiscal.
Un tema clave que se ignora es si los 27 Estados aceptarán la enmienda del tratado, si se sellará un acuerdo entre los 17 Estados de la eurozona o entre un núcleo interno más pequeño, lo que llevaría a una incómoda Europa de dos velocidades.
También cunde un generalizado resentimiento debido a la hegemonía política de Alemania en la UE. Las protestas causadas por "una Europa alemana" se vuelven más insistentes en Francia, Irlanda y el sur de Europa.
Pero si la promesa de una unión fiscal es la única manera de provocar la acción del BCE para alejar a Europa del abismo, es probable que los líderes europeos se traguen sus recelos y se comprometan con ese curso de acción.
Traducción de Mirta Rosenberg
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