Trump no logró evitar las gaffes en su encuentro con la reina Isabel
PARÍS.– En una visita marcada por una sucesión de gaffes, incluido un retraso de diez minutos, Donald Trump cumplió hoy uno de sus sueños más fenomenales: ser recibido por la reina Isabel II de Inglaterra que -después de muchas cancelaciones- lo invitó a tomar el té.
"Es una mujer increíble. No hay absolutamente nada embarazoso en ella. Con solo pensar que ha representado a su país durante tantos años… ¡Y jamás cometió un error!", declaró el presidente norteamericano durante controvertida entrevista concedida al diario británico The Sun.
Gracias a esa experiencia, Isabel II está preparada para hacer frente a todo tipo de sorpresas. Desde que accedió al trono en 1952, la soberana británica, de 92 años, conoció a todos los presidentes de Estados Unidos, excepto a Lyndon B. Johnson. Trump, duodécimo de esa lista, fue recibido con el protocolo mínimo.
La soberana apenas le consagró una hora escasa, y muy lejos del boato que él esperaba. Es decir, una visita de Estado, con un paseo en carroza dorada junto a la monarca por las calles de Londres, cena de gala en el palacio de Buckingham e invitación a pasar la noche en una suite del suntuoso castillo.
Ese había sido en realidad el proyecto inicial, cuando -como es habitual entre Gran Bretaña y Estados Unidos- la primera ministra Theresa May fue la primera dirigente occidental en visitarlo apenas ingresó a la Casa Blanca, hace 18 meses.
"Pero inmediatamente Trump comenzó a ‘hacer de Trump’. Sus ataques contra Europa, sus comentarios ofensivos contra la política británica, sus decisiones escandalosas contra la inmigración y su decisión de lanzar una guerra comercial consiguieron que la opinión pública británica llegara a detestarlo al punto de exigir del gobierno que anulara aquella invitación", recuerda el periodista británico Philip Turtle.
Resultado: en los dos días que duró su "visita de trabajo" -el rango más del protocolo diplomático-, Trump no puso los pies en Londres, donde más de 200.000 personas ocuparon las calles con manifestaciones de repudio. "Algo nunca visto desde hace años en esta capital", según los medios británicos.
Por esa razón, Trump y su esposa, Melania, no fueron recibidos por la reina en Buckingham, sino en el palacio de Windsor, la misma residencia real donde el 19 de mayo se casaron el príncipe Harry y Meghan Markle, a 35 kilómetros al oeste de la capital.
La pareja llegó en helicóptero, a bordo del Marine 1, que se posó lejos de los centenares de manifestantes reunidos frente a una de las entradas del castillo.
Híperprofesional -hasta en los momentos de desconcierto-, elegante en un conjunto de abrigo color lila, vestido estampado y sombrero al tono, Isabel II esperó a la pareja presidencial en la corte de honor de castillo. Trump vestía traje azul y corbata a rayas. Melania había reemplazado el vestido rayado de 2000 dólares diseñado por la británica Victoria Beckham que lucía por la mañana por un conjunto color crema al cuerpo -tal vez demasiado- y cabello recogido.
Ambos fueron saludados por una guardia de honor, formada por los Coldstream Guards, el regimiento más viejo de Gran Bretaña, antes de que resonaran los acordes del himno de Estados Unidos.
Pero la perfección del protocolo británico durante la recepción quedó eclipsada por la serie de gaffes cometida por el matrimonio Trump. En una sucesión de desaciertos, el presidente llegó más de diez minutos tarde a la cita, obligando a la reina a esperarlo de pie. Enseguida, ni él inclinó la cabeza ni su esposa hizo la reverencia ante la soberana, como exige la tradición.
Si bien no existen reglas obligatorias para saludar a la reina, la mayoría de los presidentes norteamericanos respetaron la tradición, incluyendo a Barack Obama .
En otra torpeza, mientras pasaban revista a la guardia, Trump se cruzó delante de la soberana, bloqueándole el paso. Imperturbable, Isabel II corrigió el error modificando su propia trayectoria.
Los tres ingresaron después al castillo donde la pareja presidencial compartió una escasa hora de té con la reina, antes de partir hacia Escocia, tierra natal de la madre de Trump. Durante todo el fin de semana permanecerán en el Trump Turnberry Golf Club.
En el mismo momento, en un escenario improvisado en las afueras de Windsor, entre discursos de políticos, refugiados y militantes de derechos humanos, una chica de seis años tomó el micrófono para acusar a Trump de ser "muy cruel con los chicos y sus padres". Maisy Simpson envió también un mensaje al resto del mundo: "Podemos ser mucho mejor que esto", señaló.