Un deshielo de Biden hacia Cuba revierte algunas políticas de Trump y desata el malestar de la disidencia

BOGOTÁ.– Joe Biden puso en marcha el lunes su propio deshielo con Cuba, menos ambicioso que el de Barack Obama y forzado por la enorme presión migratoria en la frontera con México. En principio, el presidente estadounidense cumplió la palabra dada durante la campaña electoral: ordenó que se levantaran las sanciones más duras que su predecesor, Donald Trump, aplicó a la revolución cubana en materia migratoria y de remesas.

“Buscamos apoyar las aspiraciones de libertad y mayores oportunidades económicas de los cubanos para que puedan llevar una vida exitosa en casa. Seguimos pidiendo al gobierno cubano que libere de inmediato a los presos políticos, que respete las libertades fundamentales y que permita que el pueblo cubano determine su propio futuro”, justificó el Departamento de Estado. La Casa Blanca, de esta forma, ha retornado al estatus anterior a Trump.

Las primeras reacciones confirmaron que Washington se mueve en arenas movedizas. El gobierno de Miguel Díaz-Canel saludó las medidas, pero le parecieron insuficientes, y la disidencia mostró su malestar de forma mayoritaria. En Florida, los republicanos lanzaron su grito al cielo mientras los demócratas aplaudían lo que se había constituido en una demanda desde la llegada de Biden a la Casa Blanca en enero de 2021.

“Entre los cubano-americanos que apoyaron a Biden había mucho descontento, pues había sido una de las promesas de la campaña que ellos esperaban ver satisfecha en un corto plazo. Eso trajo mucho debate interno en el exilio del sur de la Florida. La línea dura por supuesto que criticará a la administración de Biden, pero para el ala moderada, que son demócratas, esto era un motivo de cuestionamiento hacia la Casa Blanca”, explicó a LA NACION la politóloga María Puerta Riera, profesora de gobierno en Florida.

Las medidas adoptadas por Trump castigaban, sobre todo, a los emigrantes y a sus familias en la isla, algo asumido por la actual administración, que se vio forzada a retrasar su derogación ante la cruel represión contra el pueblo cubano tras el levantamiento del 11 de julio pasado.

El cambio más significativo es el restablecimiento del programa de reunificación familiar, para lo cual serán rehabilitados servicios consulares en la capital cubana. Este plan dejó en el aire más de 22.000 solicitudes anuales de ciudadanos cubanos con familiares en Estados Unidos. Los acuerdos vigentes desde el siglo pasado, destinados a poner fin a la crisis de los balseros, establece en 20.000 las visas por cada año.

También se suspenderá el límite de 1000 dólares por trimestre que se aplicaba a las remesas que llegaban desde el exterior y se reanudarán los vuelos comerciales a distintas ciudades de la isla y no sólo a La Habana, como hasta ahora. Washington también permitirá los viajes de grupo para intercambios educativos y profesionales, que comenzaron a realizarse durante el deshielo promovido por la administración de Obama.

“Son correcciones positivas pero limitadas”, resumió el canciller cubano, Bruno Rodríguez. Díaz-Canel también se ufanó de ser una “boca insumisa y no la única”, en relación con el apoyo surgido entre gobiernos de izquierda para favorecer la participación de las tres dictaduras (Cuba, Venezuela y Nicaragua) en la Cumbre de las Américas. En su respuesta a Washington, el régimen anunció su intención de dialogar con Estados Unidos. “Indignante la ineptitud de una administración que prefiere la aprobación de la dictadura y cede a su chantaje migratorio, aún en contra del clamor del pueblo. Cuando la presión es máxima y hay niños presos por gritar libertad, Biden grita remesas. Es una burla”, se quejó de forma amarga la disidente Rosa María Payá, al frente de Cuba Decide. Antonio Rodiles, uno de los líderes del sector duro, criticó el eterno déjà vu que sufre Cuba, “donde no hay estrategias, simplemente remiendos”.

Ambigüedades

En cambio, desde dentro de la isla sí hubo respaldo sobre todo a la medida que permitirá el reagrupamiento familiar, pero se criticó la ausencia de iniciativas para los que luchan por la libertad. “Es importante no alimentar la percepción de que en un momento de arrogancia totalitaria se le tiende la mano a la dictadura cubana”, precisó en un comunicado el Congreso para la Transición Democrática en Cuba, tras aplaudir el llamado de Washington para liberar a los más de 1000 prisioneros políticos encerrados en las cárceles del castrismo.

Con el nuevo Código Penal, aprobado el domingo, la revolución cuenta con nuevas herramientas para reprimir y perseguir a todo aquel que opine o critique a los dirigentes del Partido Comunista de Cuba (PCC). El endurecimiento de la represión es uno de los motivos que empuja a los cubanos a huir de la isla, junto al deterioro de las condiciones de vida, la inflación alarmante de alimentos y productos básicos, el fracaso del sistema productivo estatal y la extrema lentitud de las reformas económicas propuestas por Raúl Castro.

“Responden a demandas humanitarias de amplio apoyo dentro y fuera de la isla. Lo humanitario es loable, pero la ausencia de otras medidas (más apoyo a cuentapropistas y activistas y situar a Cuba en el marco de la agenda global democrática y no como disputa bilateral) muestra a Biden poco creativo y mal asesorado”, concluyó el historiador Armando Chaguaceda, que insistió en el timing elegido por Washington, “pésimo, después de la aprobación del Código Penal y antes de la Cumbre de las Américas”.

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