Una gira para retomar la iniciativa de un plan aún en construcción
CARACAS.- El miércoles, en Bogotá; el jueves, en Brasilia; el viernes, en Asunción y Buenos Aires. Y hoy mismo en Ecuador, donde lo espera el presidente Lenin Moreno, en otros tiempos militante del campo revolucionario. La gira urgente del presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó , avanza por la región buscando rearmarse junto a sus aliados, tras cierto distanciamiento con Estados Unidos, antes de regresar a Caracas . Un retorno que demanda el 85% del país, según la última encuesta de Hercón.
"Vamos evaluando día a día", revela a LA NACION uno de los hombres de confianza de Guaidó. En palabras de Josep Borrell, canciller español, las "expectativas" no se han cumplido durante las semanas más vertiginosas de la historia reciente venezolana. El país vive un "clima nacional de incertidumbre, tensiones emocionales y estado de ansiedad", según Edgar Zambrano, vicepresidente del Parlamento venezolano, político con amplia trayectoria y un olfato político muy fino.
Y ese es precisamente uno de los objetivos del viaje del presidente de la Asamblea Nacional: volver a colocar las expectativas en su lugar, escuchar las opiniones de sus aliados y explicar los nuevos pasos a seguir para retomar la estrategia que todavía está en construcción y que necesariamente pasa por el regreso de Guaidó a Caracas.
El horizonte más cercano ya tiene título: más presión para profundizar el desgaste. En Venezuela, como hasta ahora para sumar más militares al bando parlamentario. Y el exterior, con más sanciones, sobre todo en Europa, donde el equipo presidencial cree que se puede lograr mucho más. Este es uno de los motivos por los que se ha sopesado seriamente que el discípulo del dirigente Leopoldo López cruzara el Atlántico para visitar Francia y Alemania.
En el equipo de Guaidó niegan que el distanciamiento con el gobierno del presidente norteamericano, Donald Trump , vaya más allá que una etapa coyuntural, a pesar de las "complicaciones" surgidas. Según varias publicaciones, con fuentes directas en Washington, el vicepresidente Mike Pence reprochó a la oposición democrática no haber percutido con mayor resolución contra el "muro" revolucionario del 23 de febrero, día pautado para el ingreso de la ayuda humanitaria a Venezuela. Según estás informaciones, los estadounidenses también esperaban el resquebrajamiento inmediato entre las filas militares y no "solo" las 600 deserciones producidas hasta el momento.
El impasse se vive con expectación en Venezuela. La psicología de sus ciudadanos, deteriorada durante dos décadas de revolución chavista, necesita un nuevo empuje para retomar la presión en la calle. La desesperación es de tal nivel que una parte de la Venezuela antichavista estaba convencida de que el 23-F la ayuda atravesaría las fronteras y que eso dinamitaría la autoridad del generalato dentro del Ejército. Más o menos los mismos que el lunes pasado vieron su futuro negro cuando el Grupo de Lima concluyó que no está dispuesto a participar en una acción armada contra Maduro.
El otro objetivo de Guaidó es blindarse antes de su regreso, ante las dudas existentes sobre si Maduro ordenará su detención o si decidirá seguir al juego del gato y del ratón, pese a la prohibición de salida del país dictada por el Tribunal Supremo de Justicia.
Entre los dirigentes opositores se cree que Maduro no encarcelará, de momento, a Guaidó, pero eso nunca se sabe en revolución.
El costo político para el "hijo de Chávez" se multiplicaría si ordena actuar a su policía política contra un "presidente encargado" que aterrice en el aeropuerto de Maiquetía, tras ser recibido por, al menos, cinco primeros mandatarios de la región, entre ellos Mauricio Macri. Ese día sería el primero de la nueva etapa.
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