Ba-ta-clan, de Jacques Offenbach: la risa implacable de la sátira
Ba-ta-clan, de Jacques Offenbach /Dirección musical: Juan Casasbellas / Puesta en escena: Ignacio González Cano / Elenco: Ximena Farías (Fé-an-nich-ton), Agustín Gómez (Ké-ki-ka-ko), Josué Miranda/ Fabián Frías (Fé-ni-han), Sergio Carlevaris (Ko-ko-ri-ko). Buenos Aires Lírica / Sala: teatro picadero. última función el lunes a las 20 / Nuestra opinión: muy bueno
Jacques Offenbach es una figura polifacética en la historia de la música: intérprete, compositor, director, empresario. Conquistó París a fuerza de trabajo, talento e insistencia. Allí fundó su propio teatro cuya última locación es el actual Bataclan, que recibe su nombre de la opereta estrenada allí en 1855 y que hoy Buenos Aires Lírica pone sobre el escenario como cierre de su temporada.
Con su mezcla de acción ligera, danza, canto y diálogos, este género sirvió a Offenbach para parodiar y generar risas sobre los tópicos y personajes de la época. Para eso construye como ambiente de su obra un país asiático llamado Che-i-noor que a todas luces es China. No por nada anunciaron la obra como hinoi-serie musicale en un acto.
El argumento satiriza de modo impecable desde los estereotipos de las profesiones musicales hasta las revoluciones fallidas y la expansión colonialista de Napoleón III. La puesta de González Cano propone comunicar las sensaciones que los autores inspiraron en su estreno, pero no desde la literalidad de la reconstrucción historicista, sino desde un juego de referencias actuales bien logradas.
El Picadero es una sala íntima, como la del Bouffes Parisiens, en la que sobre su escenario los intérpretes trabajan con una cantidad reducida y efectiva de objetos referenciales. Es interesante el trabajo con la iluminación, que logra intimidad en los dúos, e incluso nos lleva por un paseo en bicicleta con la ciudad de París recortada de fondo.
Con gran presencia escénica, aunque sin exquisiteces musicales técnicas, los intérpretes lograron transmitir un humor que envolvió inclusive al director de orquesta. El ensamble sobre el escenario, resultado de la orquestación reducida, recrea el gesto de Offenbach en la primera versión de la obra, cuyo orgánico no ha sobrevivido a la historia. Los instrumentos apoyan el devenir de la obra, que alterna melodías pregnantes (incluso con variedad agregada, también factura del compositor) con danzas simples y diálogos en un argentino que produce complicidad y hilaridad en el auditorio.
Esta puesta de BAL puede constituirse como una puerta de entrada para todo aquel que desee sumergirse en el mundo de la ópera. Y para aquel que ya es habitué de este género, es una renovación desde la sencillez y el entretenimiento.
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