Carlos Pirovano: “Todo lo que se hizo en los últimos 10 años no fortaleció la industria audiovisual argentina, más bien la debilitó”
En su primera entrevista desde que asumió, el presidente del Incaa defiende la idea de un cine argentino competitivo que apuesta al público y al riesgo empresario; “Nadie debería vivir todo el tiempo del apoyo estatal”, señaló
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“Como dijo ayer Javier Milei, a partir de ahora vienen las buenas noticias para el cine argentino”. En el comienzo de una extensa entrevista con LA NACION, la primera que concede desde que asumió a fines de febrero la presidencia del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), Carlos Luis Pirovano, muestra la identificación plena de su gestión con los lineamientos de la política oficial.
Economista de profesión, especialista en planeamiento estratégico, dice que está comenzando una segunda etapa en su gestión que coincide en el tiempo con la realización del Festival de Cine de Mar del Plata de este año, cuya programación fue presentada y anunciada el lunes último.
“La etapa de ajustar, de modificar la normativa y de establecer nuevos procesos de trabajo ya se cumplió. Pasamos de un déficit estructural de dos millones de dólares a un superávit estructural de cuatro millones. Ahora nos toca cumplir con los dos objetivos estratégicos que nos planteamos: detectar y desarrollar talentos y acompañar películas con audiencia”, dice en su despacho, ubicado en el tercer piso de la sede del Incaa, en el barrio porteño de Monserrat.
-¿Cómo piensan llevar adelante esos objetivos?
-Primero con el concurso de guiones que tenemos cerrado, con un récord absoluto de 800 presentaciones de las que seleccionamos 600. Los premios son comparables a los que otorga el más generoso de los países de la región, Chile. Estamos dando 225.000 dólares para ópera prima, 250.000 para la película terminada y 10.000 para el guión. En generación de contenidos, la Argentina está más saludable que nunca.
-Este optimismo suyo contrasta con un diagnóstico bien diferente que hacen algunos sectores, figuras y entidades representativas del sector. Hablan, entre otras cosas, de un escenario muy complejo en el que, por ejemplo, la actividad esta casi paralizada y no hay rodajes.
-Los rodajes de este año corresponden a las películas declaradas de interés en 2023, por lo que no hay responsabilidad de esta administración. De todas maneras, nuestra información desmiente esos dichos. Hay rodajes en marcha, y es cierto que muchos de ellos se están haciendo en Uruguay. Y esto tampoco se debe al Incaa.
-¿Y a qué se debe?
-Al costo que tienen los rodajes en la Argentina, a las reglamentaciones, a los sindicatos. El Incaa no tiene ninguna responsabilidad.
-¿Ustedes quieren cambiar ese cuadro?
-Es el gran desafío que tenemos para el año que viene. Hay que trabajar mucho sobre las regulaciones. Son francamente anticompetitivas.
-¿Cuál sería el punto fundamental por resolver?
-Hay problemas subnacionales. No facilitan las locaciones, generan trámites complicados. Le doy un ejemplo. Un productor tenía que rodar una película en la que actúa un menor. En Uruguay, los menores pueden trabajar seis horas diarias. Aquí en CABA y en la provincia de Buenos Aires pasa lo mismo, pero si se filma en dos días seguidos esas seis horas pasan a cuatro. Dos horas menos de filmación hacen que ese productor decida irse a Uruguay.
Cuestión de creatividad
-Nadie duda de que en 2025 tendremos menos lanzamientos de cine argentino. ¿Qué cantidad de títulos de producción nacional deberían estrenarse por año?
-No lo sé. Además, establecer a priori ese número no es atribución del regulador. Eso depende de la dinámica, de la fortaleza y de la creatividad de la industria. Si alguien quiere hacer una película a partir de alguna inversión importante debe haber necesariamente un recupero. De lo contrario nadie va a arriesgar o aportar fondos.
-En casi todo el mundo el Estado brinda apoyos y estímulos a la creación artística sin tener en cuenta esa referencia de costo-beneficio.
-Para eso están los concursos, para detectar talentos nuevos y ponerlos al servicio de películas con vocación artística o experimental. Es muy razonable que alguna productora quiera explorar esas posibilidades. Lo que no es razonable es que alguien viva solamente de hacer ese tipo de películas. Nadie debería vivir todo el tiempo del apoyo estatal o que ese sea el único medio de sustento de un productor, porque así deja de ser un creador o un artista para convertirse en un empleado público.
-Usted hablaba de que el Incaa bajo su gestión apoyará las películas con audiencia. Hubo varios debates y cuestionamientos en los últimos días a la postura del organismo en relación a un concepto que objetivamente no se agota en los resultados de boletería, va mucho más allá.
-Nosotros medimos la audiencia tal como lo indica la ley. El subsidio deriva de la taquilla, hace 30 años que lo medimos de ese modo. Si una película X también se ve en un festival o en una función privada eso es perfectamente válido, pero no sirve para medir la audiencia y otorgar el subsidio, que debe medirse por taquilla a partir de la declaración jurada de los exhibidores.
-La realidad actual es bien distinta a la de tres décadas atrás. Hay muchas más maneras de entender la idea de audiencia. Vemos mucho más cine fuera de las salas que en ellas.
-La ley también avala al Incaa a establecer subsidios por otros medios de exhibición, los llamados medios electrónicos. ¿Qué pasó? Cuando el Incaa empezó a depredar sus recursos incorporando empleados, la industria reclamó por lo que era suyo. Allí surgió el decreto que adjudicaba el 50% de los recursos del Incaa a subsidios y el otro 50% a gastos corrientes. ¿Qué quedaba para los créditos, la Enerc, los festivales, la cinemateca? Nada. Por eso inventaron los anticipos de subsidios, para fijar un aporte de medios electrónicos sin referencia ni contrapartida. Todos contentos, aunque la película no la viera nadie y apenas lograra proyectarse en cine.ar. Películas con 1000 espectadores aparecían en la vía industrial y recibían subsidios. Pero la ley dice que el subsidio se vincula sí o sí con la taquilla.
-¿Alguien reconoció esta situación en las conversaciones que usted mantuvo con representantes de la industria?
-La industria reconoce y acepta que todo eso pasó. Y yo los entiendo. Lo primero que dicen es que esa plata por anticipos de subsidios les corresponde sin necesidad de contrapartida alguna o la aceptación de la gente. No dudo que cada productor y artista quiere hacer películas para ser vistas por la mayor cantidad de gente posible, pero la realidad dice otra cosa. El otro argumento de ellos es que de esa manera, gracias a los anticipos, se crea empleo. Es cierto, pero no se crea valor porque la gente no está dispuesta a pagar por eso. Lo único que hicimos fue aplicar la ley. Lo que dejó de funcionar es el adelanto de subsidios.
-¿Por qué hay sectores y personalidades que dicen que el Gobierno y el Incaa bajo su gestión son enemigos del cine argentino?
-Es una cuestión ideológica. Este gobierno no es enemigo de la industria. Es amigo del inversor privado que crea valor y no del prebendario que vive de los subsidios. El simple hecho de que el Incaa subsidie con un monto fijo a un productor sin contrapartida es prebenda. La ley es generosa, pero otorga el subsidio en función de la gente que te ve. Si yo te subsidio solo para que me des una copia masterizada de tu película, estás cobrando una asignación universal por ser productor. Y no hablo de gente que no tiene pan para mañana. Vivimos en un país con 50% de pobreza. ¿Está bien que los productores sean beneficiarios del dinero del Estado cuando tenemos esa situación? Es muy razonable trabajar sobre la cultura, pero con criterio. No todo es igual. Si cualquier persona viene y me dice: “soy productor cinematográfico” ¿es razonable que saque la billetera y le dé plata? No me parece.
Competir con los pares
-Hoy la audiencia del cine argentino se desplazó a las plataformas y dejó en su gran mayoría de ver cine en las salas.
-La ley habla de subsidios al cine, no a productos de TV. Es un problema difícil de resolver, pero tratamos de actualizar el subsidio a medios electrónicos a la nueva realidad. Lo asignamos ahora cuando la obra llega a 10.000 viewers. El productor puede acreditarlo subiendo la película a YouTube pago y nosotros inferimos la cifra de taquilla según el contrato. Lo mismo hacemos si la película se vende a una aerolínea o a una universidad. Lo que debe haber siempre de por medio es un contrato, porque es un subsidio de vía industrial. El objetivo de una película industrial es generar valor. Ahora, si alguien tiene un proyecto artístico, que se presente a concurso y compita con sus pares. Entendámoslo de una vez.
-Hasta no hace mucho íbamos al cine a ver por millones la última de Darín, de Francella, de Suar. Las películas de Campanella o de Szifrón. Ahora, casi todo el star system argentino trabaja para las plataformas de streaming, que no hacen públicas sus cifras de audiencia.
-¿No será que estamos perdiendo ese modesto, pero sólido, star system? ¿Por qué pasa esto? Porque el productor sentía que no necesitaba tomar ese riesgo. Nosotros tenemos dos objetivos estratégicos: respetar a la audiencia, que es ama y señora del sistema, y no renunciar al riesgo empresario. Ese riesgo se adormiló en los últimos años. Si sabés que te vas a llevar plata sin correr riesgos, ¿por qué estarías dispuesto a hacerlo? La cantidad de películas que corren riesgos en la Argentina es mínima. Para eso están los créditos. Corran riesgos, hagan películas de verdad.
-¿Ve posible alcanzar ese objetivo?
-Acabamos de presentar el Festival de Mar del Plata con un homenaje a Ana María Picchio por los 50 años de La tregua. Y ella dijo algo extraordinario: esta película la hicimos casi sin apoyo, todos cobramos lo mismo y nadie pensó que una obra tan humilde iba a tener semejante éxito. El neorrealismo italiano no nació gracias a un Incaa, sino a la necesidad de un montón de gente creativa dispuesta a expresarse y generar un gran entretenimiento artístico.
-Al mismo tiempo suele decirse, con razón, que no hay actividad más riesgosa en términos industriales que el cine.
-La industria creativa es riesgosa por definición, pero también lo son la tecnología, los videojuegos, el fútbol. Al cine hay que ayudarlo para que pueda fortalecerse, no debilitarse. Todo lo que se hizo en los últimos 10 años no fortaleció la industria audiovisual argentina, más bien la debilitó. Tenemos hoy un cine que es peor del que se hacía 30 años atrás.
-Pero en estos últimos años tuvimos varias nominaciones al Oscar, películas muy convocantes de llegada masiva y con riesgo artístico. El clan, El secreto de sus ojos, Relatos salvajes, Argentina, 1985.
-¿Cuánta plata se gastó en películas que son totalmente irrelevantes? ¿Para tener El secreto de sus ojos necesitás gastar en 200 películas que no vieron ni mil personas cada una? No digo que no podés equivocarte, pero hay que trabajar con metodología y con criterio.
-¿Qué esperan del Festival de Mar del Plata, que está a punto de empezar y en el que el Incaa se involucró esta vez con mucha fuerza?
-Estoy muy contento con la organización y con la selección de películas. Estoy seguro que la gente las va a disfrutar mucho, ese es nuestro primer objetivo. Queremos recuperar aquello de que el cinéfilo está dispuesto a tomarse esa semana, ir a Mar del Plata y empacharse de buen cine.
-A propósito de eso hubo muchos cuestionamientos al costo de las entradas. Y sobre todo a que no habrá este año descuentos para jubilados y estudiantes.
-No lo creemos así. Primero, los jubilados tienen entradas promocionales per se. Y en segundo lugar, creemos que no hay que restarle valor a las cosas. Si yo le pongo un valor de 400 pesos a una entrada vas a sentir que estás viendo una película de ese nivel. El valor de la entrada jerarquiza una película.
Alternativas
-¿Cómo reaccionan frente al anuncio de Contracampo, la muestra paralela que se organiza al mismo tiempo que el festival desde sectores que cuestionan la política del Incaa y del Gobierno?
-Nos parece bien. Si existe el anti Oscar o el anti Nobel, ¿por qué no tener un movimiento que quiera expresar una alternativa? Me parece buenísimo. Igualmente creemos que el diálogo y la conversación es lo mejor que nos puede pasar.
-Y a propósito de eso, ¿cómo viene el diálogo entre ustedes y las entidades que representan al cine y plantearon desde el vamos otras posiciones?
-Nosotros conversamos con todos, aunque no estemos de acuerdo. Si alguien tenía hasta ahora un modelo de vida bien armadito, porque no me parece que sea un modelo de negocios, y nosotros le decimos que ya eso no va más, no puedo pretender que esté contento. El Incaa está para fortalecer la industria y ese objetivo requiere un riesgo empresario y el reconocimiento de la audiencia. La industria le dio la espalda al gran público.
-¿Por qué?
-Voy a lo que pasó en la última entrega del Martín Fierro, la cantidad de slogans sin fundamento que se escucharon allí. Nadie le prestó la menor atención y eso habla de cómo le dieron la espalda a la gente. Ese es el peor pecado de un artista. Podés hacer tu arte más allá de la gente, pero nunca de espaldas a ella, sin reconocer el éxito. Ahí están las agresiones a Francella, el actor más exitoso de la Argentina. ¿Con qué derecho sale cualquier otro actor argentino a criticar su postura política o su opinión? Lo mismo pasó con las críticas a Cohn y Duprat. Al que le fue bien no está ahí. Y me encantaría que les fuera bien a todos, pero van a tener que hacer algo para lograrlo.
-¿Cuántos empleados tiene hoy el Incaa?
-Cuando llegamos había 730, hoy tenemos 350. Empezamos la gestión con ocho edificios y hoy contamos con cuatro. Tres propios, el complejo Gaumont, la Enerc y la sede de la calle Lima, y otro alquilado, el depósito de Ensenada donde está la Cinemateca.
-A propósito de eso, ¿qué planes tienen con el patrimonio audiovisual, tema del que tanto se habló en los comienzo de su gestión?
-Cuando cerramos uno de los edificios que alquilaba el Incaa sobre la calle Moreno, frente a la Enerc, no había ni una lata. En ese momento, el Espacio Audiovisual Nacional salió a decir que la Cinemateca estaba en peligro cuando allí no había ni una sola lata. Me junté con esa gente durante ocho meses y a nadie se le ocurrió levantar el teléfono para preguntar qué había pasado. Todos ellos sabían al mismo tiempo que en el segundo subsuelo de este edificio, la sede de Lima, teníamos 1000 latas en estado deplorable desde hace 10 años y nadie nunca preguntó que pasaba con eso. Hay ideología y mala intención en todo eso. En tres meses llevamos esas 1000 latas a Ensenada y están ahora en condiciones adecuadas. Estamos manteniendo un acervo que antes no se cuidaba ante el silencio cómplice de la industria. Hay mucha gente que defiende su quiosco, no al cine argentino. Yo respeto que defiendan esos quioscos, pero no se los vamos a pagar nosotros.
-¿Qué va a pasar con el Gaumont?
-Como dije alguna vez, tiene que ser el Teatro Colón del cine argentino. Estaría bueno que la industria participara a través de una asociación de amigos como el que tienen el San Martín o Bellas Artes, integrada por personajes notables que puedan organizar inciativas que permitan solventar los gastos. Es una muy buena materia prima y tiene un gran valor simbólico.
-Usted llegó a este cargo desde un lugar ajeno al cine. ¿Cómo se siente después de todos estos meses?
-Yo estoy abierto a trabajar con todo el mundo. Aquí me encontré con gente muy valiosa y hubo hasta quienes se acercaron en silencio ofreciendo colaboración silenciosa y ad honorem, con una vocación de servicio extraordinaria. Personas muy importantes. No voy a dar los nombres porque así me lo pidieron.
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