
Comedia clásica sin ingenio
"Experta en bodas" ("The wedding planner", EE.UU./2001, color). Dirección: Adam Shankman. Con Jennifer Lopez, Mathew McConaughey, Justin Chambers, Bridgette Wilson-Sampras, Judy Greer, Alex Rocco. Guión: Pamela Falk y Michael Ellis. Fotografía: Julio Macat. Música: Mervyn Warren. Montaje: Lisa Zeno Churjin. Presentada por Buena Vista International. Duración: 107 minutos. Apta para todo público. Nuestra opinión: regular
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No serían pocos los espectadores que se mostrarían agradecidos si Hollywood se atreviera a recrear la gracia ligera y el fresco glamour de aquellas comedias romántico-humorísticas de los años cuarenta y cincuenta. Y debe reconocerse que "Experta en bodas" tiene ese objetivo en la mira, si bien en una variante más próxima al estilo Doris Day que a la elegancia de Capra o a la chispa de Howard Hawks. Pero no es muy fácil arribar a resultados que estén a la altura de los antecedentes mencionados cuando se cuenta con un libreto tan escuálido en materia de ingenio y con una pareja central muy atractiva pero carente de cualquier química.
Jennifer Lopez se las arregla como puede para otorgarle alguna simpatía a su personaje, la mentada experta en bodas que -paradoja previsible- no ha logrado todavía concretar la suya.
La estrella latina de moda salva su parte, es cierto, pero no hay cómo sostener el interés de una comedia de esta naturaleza si los libretistas desatienden un ingrediente fundamental -la tensión romántica- y si, para colmo, el galán de turno expone tan exiguas dosis de comunicatividad y compromiso como Matthew McConaughey. Por otro lado, aunque el debutante Adam Shankman presta su experiencia como coreógrafo para vigilar los aspectos visuales de la puesta en escena y se empeña en mantener un ritmo más o menos vivaz y constante, la obligación de disimular la abundancia de tonterías del guión es una misión que está por encima de sus fuerzas.
Primero, las Barbie
La secuencia de los títulos informa sobre la vocación irrenunciable de la protagonista: de chiquita, juega a organizar ceremonias matrimoniales con sus muñecas Barbie. Enseguida veremos que, ya adulta, ha convertido su juego en profesión, que es en su terreno escrupulosa y perfeccionista al máximo y que, ante la inminencia de una boda, las familias más exigentes de San Francisco la convocan a sabiendas de que no se le escapará ningún detalle de la ceremonia.
Ella es capaz de disipar los titubeos de último momento que suelen angustiar a las novias, de dictarle el improvisado brindis al padrino, de supervisar el vestuario, las flores, la decoración y el menú, y hasta de disponer la ubicación de cada invitado en la iglesia con tal de asegurar que el video de la boda reproduzca sin obstáculos la perfección de una jornada inolvidable. Todo lo hace tan bien que está a punto de conseguir que le confíen la boda de una pareja riquísima y famosa, con lo que estará en condiciones de convertirse en socia de la agencia para la que trabaja.
Pero para la linda Mary, la única boda que nunca llega es la propia, y eso a pesar de los esfuerzos del papá italiano, que le consigue un pretendiente joven, bonachón y perteneciente a la colectividad. Y cuando el príncipe azul por fin aparece, resulta ser el prometido de otra, justamente de la menos indicada.
Nadie espera mayor originalidad de estas comedias hechas de encuentros y desencuentros de pareja, pero existe -o debe existir- algún suspenso romántico para que el cuento se siga con interés. Aquí la progresión no existe, o es forzada con giros que pueden ir de lo previsible a lo incoherente y casi ridículo. Tampoco sobra el ingenio en los diálogos ni en las situaciones y el único signo de actualización que el guión aporta es un gag en torno de un atleta de mármol que la pareja ha castrado accidentalmente y de sus esfuerzos por reponer en su sitio los desconectados atributos antes de que el cuidador advierta el estropicio. Un elemento, como se concordará, impensable en las manos de estrellas de otro tiempo, como June Allyson, Jane Powell o Doris Day.
La escasa chispa del libro tampoco ayuda a los intérpretes secundarios, algunos de los cuales, como Judy Greer y Alex Rocco (la asistente y el papá de la experta, respectivamente), eligen la sobreactuación. La belleza plastificada de Bridgette Wilson-Sampras y el limitado atractivo de Justin Chambers -la novia de él, el aspirante a novio de ella- suman otros motivos a lo que se sabe irremediable: que al cabo del cuento los dos resultarán desplazados para que se cumpla el happy end.
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