
Contra la corriente
Wes Anderson presenta su nueva película, una comedia melancólica que homenajea a Jacques Cousteau
BERLIN.- Pese a la maratón de entrevistas que debe sobrellevar en la nevada ciudad alemana para promocionar "Vida acuática", su más reciente film presentado en la competencia del reciente festival local, Wes Anderson mantiene durante todo el encuentro con LA NACION una simpatía, una cordialidad y una sencillez que lo alejan por completo de ciertas actitudes de divismo y de estrellas pop que muchas veces tienen otros adalides del cine independiente norteamericano más festejado (léase Sofia Coppola, Quentin Tarantino, Paul Thomas Anderson o Spike Jonze).
Este texano nacido en Houston hace 35 años ya se había ganado con sus tres primeros largometrajes -"Buscando el crimen" (editada aquí directamente en video), "Tres es multitud" y "Los excéntricos Tenenbaum"- un lugar de privilegio entre los directores norteamericanos más audaces y singulares de los años 90. Prueba de ello es la decisión de grandes estrellas como Bill Murray, Gene Hackman, Gwyneth Paltrow, Cate Blanchett, Anjelica Huston, Alec Baldwin, James Caan, Willem Dafoe y su amigo, actor-fetiche y muchas veces coguionista Owen Wilson de trabajar con él por salarios casi simbólicos en sus agridulces y delirantes comedias en las que suele explorar las desventuras afectivas de familias disfuncionales.
Tras los vericuetos policiales de "Buscando el crimen", la sátira escolar de "Tres es multitud" y esa suerte de relectura de "Los locos Addams" que hizo en "Los excéntricos Tenembaum", ahora Anderson concreta en "Vida acuática" una parodia-homenaje al oceanógrafo, documentalista y estrella televisiva Jacques Cousteau.
El film -cuyo estreno local está previsto para pasado mañana- narra las desventuras de Steve Zissou (Murray), un antihéroe en decadencia que se obsesiona con filmar un documental sobre la caza de un enorme tiburón que ha matado a uno de sus socios. La troupe que lo acompaña a bordo del barco Belafonte está integrada por su implacable esposa Eleanor (Huston), un celoso marinero y camarógrafo alemán (Dafoe), un inexperto asistente e (im)probable hijo ilegítimo del capitán (Wilson), una periodista embarazada (Blanchett) que pretende escribir una larga pieza sobre el mítico Zissou y Pelé dos Santos (uno de los actores no profesionales del film brasileño "Ciudad de Dios"), que se pasa buena parte del tiempo tocando y cantando versiones acústicas en portugués de temas de David Bowie. Terroristas filipinos, monstruos marinos y problemas mecánicos, financieros y afectivos harán de la travesía una verdadera odisea. Una película por momentos hilarante y en otros algo ampulosa e inconexa, que se sostiene gracias a unos muy creativos efectos visuales y a ese humor siempre absurdo y mordaz que le ha valido a Anderson una creciente legión de incondicionales seguidores en todo el mundo.
El artista "maldito"
Si bien en Hollywood pesa sobre Anderson una sombra que lo encasilla como artista "maldito" o minoritario (sus películas nunca han sido grandes éxitos comerciales), al mismo tiempo se le reconoce un estilo que resulta una curiosa combinación entre la capacidad para la dirección de actores de John Cassavetes, la inteligencia para la escritura de diálogos de un Woody Allen y un humor bastante corrosivo propio de cineastas políticamente incorrectos como John Waters o los hermanos Farrelly. "Yo no me planteo seguir una línea temática, estética o ideológica, sino que voy profundizando en los terrenos que más me interesan en cada momento. No pretendo ser coherente, tener un estilo identificable ni repetir fórmulas que ya funcionaron. Mis proyectos mutan durante su desarrollo. Son fruto de las energías del momento, de la inspiración y del trabajo en equipo. Eso puede no ser bueno para un productor que quiere saber de antemano con qué se va a encontrar", admite durante la entrevista.
-¿Cómo surgió la fascinación por Cousteau y por los documentales del mundo submarino?
-Me inspiré en todos esos documentales de Cousteau con los que crecí, que vi mil veces en la televisión durante mi infancia, y también en los especiales de National Geographic. Para mí, todos esos personajes, que hoy son muy difíciles de encontrar, eran verdaderos héroes multifacéticos: científicos, inventores, docentes. También me basé en los trabajos del fotógrafo francés Jacques Henri Lartigue, que es uno de mis favoritos no sólo por sus trabajos en las profundidades, y, claro, en los relatos de grandes aventuras como "Moby Dick". Pero más allá de todas esas fuentes creo que el personaje de Zissou surgió en muchos aspectos de mis propias experiencias (de hecho, está basado en un relato que escribí en la secundaria) y del trabajo con el coguionista Noah Baumbach.
-¿Por qué rodó "Vida acuática" en Italia? Hasta los interiores fueron filmados en los míticos estudios de Cinecittà?
-Porque el look, la estética de la película, es más europeo que estadounidense. Quería trabajar en Cinecittà, con técnicos y artistas italianos. El presupuesto, de 25 millones de dólares, me daba para ese lujo y para trabajar con un gran equipo de efectos visuales en San Francisco liderado por el gran Henry Selick si al mismo tiempo reducía los cachets de todos nosotros y de los actores. En Cinecittà, además, reposa el espíritu de Fellini, de los grandes del cine italiano.
-¿Qué siente cuando grandes actores se pelean por participar en sus películas y hasta aceptan hacerlo casi gratis?
-Mal [se ríe] porque querría poder pagarles lo que se merecen, pero nadie va a arriesgar tanto dinero en historias tan poco convencionales como las mías. Por otro lado, no voy a negar que a uno se le infla el ego cuando recibe llamadas de semejantes actores. Siempre pensé que el personaje de la periodista Jane iba a ser interpretado por Gwyneth Paltrow. Pero cuando a último momento ella no pudo hacerlo me llamaron los agentes de Nicole Kidman, Julianne Moore y Kate Winslet. Finalmente nos decidimos por Cate Blanchett, que se atrevió a rodarlo con un embarazo muy avanzado. Tuvimos que reformular el guión porque no había manera de disimular semejante panza.
-¿Concibe, entonces, los personajes pensando en los actores que van a interpretarlos?
-Sí, especialmente los protagónicos. Siempre tuve en mente que Bill [Murray] iba a ser Zissou y Anjelica [Huston], Eleanor. Para mí no hay dudas de que Bill es el mejor comediante norteamericano. Trabajos como los que hizo en "Hechizo del tiempo", "Perdidos en Tokio" o incluso en mis películas son dignos de los verdaderamente grandes.
-¿Hay algún actor con el que sueñe rodar?
-Lamentablemente, ya no. Era Marlon Brando.
-¿Por qué su próximo proyecto será de animación?
-Porque me encanta. Además, voy a volver a trabajar con Henry Selick, un genio del rubro. Estoy escribiendo otra vez con Baumbach el guión de "The Fantastic Mr. Fox", un libro de Roald Dahl en el que participarán los mismos actores de mis films anteriores, como Anjelica [Huston] y Jason [Schwartzman], entre otros. Es una historia que amo desde que la leí de chico. Ahora tengo la oportunidad de concretar esos sueños.