Estrenos: Malasaña 32 reafirma la idea de que el horror siempre espera en el Mal Lugar
Malasaña 32 (El Diablo detrás de la puerta) (España/Francia, 2020). Dirección: Albert Pintó. Guion: Ramón Campos, Gema R. Niera, David Orea, Salvador S. Molina. Fotografía: Daniel Sosa Segura. Montaje: Andrés Federico González. Elenco: Begoña Vargas, Iván Marcos, Bea Segura, Sergio Castellanos, Concha Velasco, José Luis de Madariaga, Iván Renedo, Javier Botet. Duración: 104 minutos. Distribuidora: BF Distribution. Estreno: en salas. Nuestra opinión: buena.
¿Qué sería del terror sin las casas encantadas? Esta habitual protagonista de los relatos de horror ha sido rebautizada por Stephen King como el “Mal Lugar” y fue él quien consiguió la apoteosis de ese espacio maldito en el hotel de El resplandor. En su libro Danza macabra, el autor explica que la clave detrás del Mal Lugar consiste en alterar el espacio del hogar como refugio para convertirlo en un infierno, siguiendo la idea de que lo familiar siempre alberga el germen de lo siniestro.
En Malasaña 32 (El Diablo detrás de la puerta), el prólogo nos presenta un departamento en la Madrid de los 70 como un espacio habitado por extrañas presencias: un retrato mohoso en la pared, una mecedora rechinante, los ambientes cargados de esos humos inquietantes. Nada mejor que esos indicios para saber que estamos ante un nuevo Mal Lugar.
La película dirigida por Albert Pintó no se sale demasiado de la fórmula, pero sí consigue convertir un piso madrileño en el eco perfecto de aquella jorobada mansión inventada por Shirley Jackson y admirada por el mismo King. Una fachada anodina que alberga el crepúsculo del franquismo, los problemas hipotecarios de una familia que se traslada desde el campo, los secretos ocultos bajo ese intento de vivir mejor en la gran ciudad. Todo el inicio se sostiene en la lenta construcción del espacio encantado, el abuelo enfermo deambulando, el niño seducido por la marioneta del televisor, los mensajes enviados desde la ventana de enfrente. Cada nuevo paso afirma un creciente estado de alerta, subrepticio y espeluznante.
Es a la hora de las explicaciones cuando la película peca de literal, tratando de cerrar con moño todos los cabos sueltos. Pero pese a las exigencias autoimpuestas preserva ese clima que los españoles han conseguido con éxito en películas como El orfanato o Verónica, se eleva en notables apariciones como la de Concha Velasco y su hija enferma, y se afirma en la convicción de la casa como síntoma de un horror que nunca queda en el exterior sino que está allí dentro para recibirnos.
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