Gol gana: el cuento sobre una hazaña deportiva real que decepciona en su paso por la ficción
El nuevo film de Taika Waititi es un esfuerzo fallido por presentar una fórmula renovada para las películas de su género, inspirada en el caso real del “peor equipo de fútbol del mundo”
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Gol gana (Next Goal Wins, Reino Unido-Estados Unidos/2023). Dirección: Taika Waititi. Guion: Taika Waititi, Iain Morris. Fotografía: Lachlan Milne. Música: Michael Giacchino. Edición: Tom Eagles, Yana Gorskaya, Nicholas Monsour, Nat Sanders. Elenco: Michael Fassbender, Oscar Kightley, Kaimana, David Fane, Rachel House, Beulah Koala. Duración: 104 minutos. Distribuidora: Disney. Calificación: apta para todo público. Nuestra opinión: regular.
Entre los muchos subgéneros narrativos que Hollywood perfeccionó a lo largo de su historia, las películas de deportes están entre los mejores. A pesar de contar con una estructura, tópicos y personajes bastante esquemáticos y repetidos, algunos directores lograron films excepcionales en los que el improbable triunfo del más débil al final, sin ser sorprendente, resultaba emocionante y merecido. Gol gana, la nueva película del director, guionista y actor Taika Waititi (Jojo Rabbit), no consigue ninguna de esas cosas y aunque intenta presentar una fórmula renovada lo cierto es que resulta un esfuerzo bastante fallido.
La historia en el centro del relato está inspirada en un caso real: la llegada de un nuevo entrenador al equipo de fútbol de la Samoa norteamericana, calificado como el peor del mundo luego de perder 31 a 0 frente a Australia en un partido clasificatorio para el mundial, un récord para la FIFA. Más de una década después de la humillante derrota, la asociación de fútbol local contrata a Thomas Rongen, un director técnico de origen neerlandés caído en desgracia y prácticamente desterrado a la Polinesia. Seguramente que la epopeya de Rongen y sus jugadores merecía una película que la retratara y de hecho la tuvo: un documental de 2014 que lleva el mismo título que esta ficción, un cuento pleno de personajes excéntricos y peculiares que se parecen más a caricaturas que a los seres humanos de carne y hueso que busca homenajear.
Uno de los problemas de la película es Michael Fassbender, que interpreta al nihilista entrenador que llega a Samoa a regañadientes y así se lo hace saber y sentir a todos los locales. De la larga lista de directores técnicos amargados y autodestructivos del género, entre los que brillan Morris Buttermaker, el personaje de Walter Matthau en Pandilla de pícaros (1976) y el borrachín Jimmy Dugan de Tom Hanks en Un equipo muy especial, ninguno resultó tan inerte como el del actor irlandés, más acostumbrado a los dramas intensos que al sensible timing que requiere una narración con la redención individual y colectiva como meta.
Aunque Waititi parece querer esquivar los lugares comunes de este tipo de relato, lo cierto es que termina intercambiándolos por los repetidos modos de otro género conocido: la biopic. Al trabajar con la realidad como base, lejos de crear un híbrido novedoso entre película de deportes y biografía, lo que resulta de la combinación es un film que desperdicia a sus personajes más interesantes. Con un elenco integrado mayormente por actores samoanos, el director neozelandés, también integrante de ese grupo, decide relegarlos a ser poco más que el antídoto cómico contra la oscuridad que arrastra el personaje de Fassbender. Y, aunque algunos de los chistes que les tocan pueden causar algo de gracia, lo cierto es que eso tiene más que ver con el carisma de los intérpretes que con el moroso guion.
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