Una joven actriz pelirroja llamada Julianne Moore, que en 1995 empezaba a hacerse un lugar en Hollywood, alcanzó ese año por primera vez el reconocimiento general por su papel en A salvo (Safe), de Todd Haynes, con un personaje que marcaría el resto de su aplaudida trayectoria
Julianne Moore vivió su momento consagratorio como actriz en 1995, cuando tenía 35 años. Ese momento suele aparecer a edad más temprana, de la mano del primer personaje realmente importante en la carrera de un intérprete. Pero en este caso las cosas ocurrieron de otro modo.
Cuando llegó ese momento, Hollywood ya tenía puesto el ojo en esa chica fotogénica, inquieta y muy despierta de pelo rojizo y rostro pecoso. Algunas apariciones breves muy valoradas en películas de apreciable recorrido y rango muy amplio (La mano que mece la cuna, El cuerpo del delito, El fugitivo, Corazones en conflicto, Ciudad de ángeles) llamaron la atención.
Hasta que llegó su primer papel protagónico excluyente y desde allí su lugar pasó a ser definitivamente protagónico. Ya no era más Julia Anne Smith, el nombre que aparece en su documento de identidad. Quedó atrás el anonimato sugerido casi de manera simbólica por su apellido real y empezó para ella una carrera notable, que a toda velocidad alcanzó los primeros planos.
Ese primer paso configuró toda la trayectoria posterior de Moore. Por eso hasta hoy, a casi tres décadas del estreno de Safe (flamante incorporación al catálogo de HBO Max con el título local de A salvo), Carol White es reconocido por propios y extraños como el personaje que mejor representa la intuición y el talento de su intérprete.
También es un gran triunfo para el cine independiente. El director de A salvo, Todd Haynes, inició con esta película el camino que lo llevó a convertirse en uno de los grandes autores cinematográficos surgidos en Estados Unidos a lo largo de las últimas décadas. Con una de sus mejores films Lejos del paraíso (Far From Heaven), Moore conseguiría 20 años después de Safe su tercera nominación al Oscar.
El modo en que la Academia de Hollywood valoró a través del tiempo el trabajo interpretativo de Moore también se desprende de aquella primera y consagratoria aparición de la mano de Safe, siempre ligadas a proyectos genuinamente identificados con el cine de autor. Empezó en 1998 con una candidatura a actriz de reparto por Juegos de placer (Boogie Nights), de Paul Thomas Anderson, y siguió en 2000, ahora como mejor actriz, con El fin del romance (The End of the Affair), de Neil Jordan.
En 2003 disfrutó de una doble nominación, la de mejor actriz por Lejos del paraíso, y mejor actriz de reparto por Las horas. El momento del triunfo con el máximo premio del cine de Hollywood finalmente arribó en 2015, cuando ya había ganado como mejor intérprete femenina nada menos que en los festivales de Cannes, Berlín y Venecia.
Moore resultó coronada ese año con el Oscar a la mejor actriz por Siempre Alice (Still Alice), un personaje que muestra a primera vista una conexión directa con el que interpreta en A salvo. En las dos películas, Moore encarna a mujeres que sufren enfermedades tan duras que marcan por completo el rumbo de sus vidas.
Todos recuerdan de inmediato a Alice, la destacada lingüista a la que muy temprano en su vida le diagnostican Alzheimer. Ahora, gracias al streaming, podemos conocer al personaje hasta ahora desconocido entre nosotros que puso en marcha todo ese camino. Carol White es una joven ama de casa que vive con su familia en un barrio acomodado de Los Angeles a fines de la década de 1980. Su existencia parece rutinaria, normal y en apariencia fuera de cualquier novedad atípica o extraordinaria, según lo comprobamos al principio de la película.
Moore nos ayuda a reconocer de la mejor manera al personaje en su entorno y asociarlo de inmediato con la atmósfera real en la que lleva adelante su vida. Estamos en presencia de una actriz que nunca necesitó del énfasis para lograr la mayor credibilidad.
Cada vez que Moore hace una película nos entrega una lección interpretativa cuya letra empezó a escribirse en tiempos de A salvo. Carol White nos revela con una apariencia fuera de lo común lo que debería ser habitual: a una buena actriz de cine no le hace falta ningún desborde emocional cuando debe representar el sufrimiento.
Mucho más grande resulta el desafío cuando aparece una exigencia como la que le plantea ese personaje. En A salvo, el dolor empieza a manifestarse a través de síntomas físicos progresivos. Al principio, Carol pierde el conocimiento o se desvanece de improviso. Más tarde el cuadro empieza a agravarse: hay convulsiones, la sangre brota de sus fosas nasales, aparecen marcas en el cuerpo.
De la mano de Haynes y su poderosa (y exquisita) destreza para poner en escena una situación desconcertante y llena de preguntas sin respuestas visibles, Moore logra convencernos todo el tiempo de que es víctima de un mal casi imposible de encuadrar. Todo el tiempo le dicen que en apariencia goza de buena salud, pero sabemos (porque la actriz moviliza todo su poder introspectivo) que Carol está enferma. Y que los vectores del contagio están todo el tiempo, imperceptibles, a su alrededor: el zumbido del tránsito, el aire tóxico que respiramos, aromas y emanaciones basadas en indescifrables componentes químicos.
Se nos dirá en un momento que el vértigo que le hace perder el equilibrio a Carol White y trastorna toda su vida cotidiana responde a algún tipo de enfermedad relacionada con el medio ambiente. Por allí Carol se pregunta si sufre algún tipo de alergia relacionada “con el siglo XX”. Hay huellas de esa polución cada vez más devastadora hasta en los momentos de mayor trivialidad: una comida con amistades ligadas a los negocios de su acaudalado esposo o el baby shower de una mujer con la que comparten tiempo libre y un mismo lugar en la escala social.
Lo que siempre se dijo, con toda razón, cada vez que la película fue revisada y analizada de un modo riguroso en estas últimas tres décadas es que A salvo funciona como una gran metáfora de la epidemia del Sida. La afección de Carol White funciona como representación personalizada de un cuadro social completamente alterado, que crece y se propaga en medio del desconcierto, la perplejidad y el desconocimiento general. De la actuación de Moore también se desprende la impotencia que sufre una persona cuando la ciencia no le encuentra la vuelta a un cuadro que limita cada vez más el potencial activo y creativo del cuerpo y la conciencia.
Si dividimos la película en tres partes, las dos primeras nos muestran cómo Carol empieza a experimentar los distintos síntomas de esta incomprensible enfermedad, y en la tercera acompañamos a la protagonista en la búsqueda de algún tipo de cura. En una etapa todavía muy temprana de su espléndida carrera en el cine, Moore sostiene sobre sus hombros la película entera y hace creíble desde su trabajo interpretativo la tesis de que no hay en A salvo una narración en el sentido convencional. Toda la historia se reduce, según esta interpretación, a la suma de incógnitas, misterios y preguntas que Carol White se formula a sí misma sobre su estado de salud físico y anímico.
Desde esta perspectiva, el primer gran personaje de la carrera de Julianne Moore en el cine es el protagonista de un sutil relato de terror psicológico. Hay que ver, solo a través de mínimos gestos de poderosa elocuencia, todo lo que transmite la actriz cuando su hijastro ensaya un discurso que pronunciará ante sus compañeros de la escuela primaria sobre el accionar cada vez más peligroso de bandas organizadas integradas por personas de raza negra. Todo ocurre dentro de la amplia, cómoda y en apariencia muy protegida vivienda familiar, situada en un nuevo espacio urbanizado.
Pero de esas palabras también se desprende la idea de que ningún lugar es completamente seguro. El gesto contenido que Moore utiliza como respuesta guarda todo el recelo, las dudas y la incertidumbre que atraviesan a su personaje. Por afuera, Carol White finge normalidad. Por dentro está completamente aterrorizada. Solo un intérprete muy dotado puede ser capaz de alcanzar esa doble dimensión.
El crítico Richard Lawson, desde las páginas de The New Yorker, sintetiza esta proeza actoral alcanzada por Julianne Moore: “Su voz está restringida a los registros más bajos y su cuerpo siempre consigue de algún modo ponerse al borde del colapso”. Siempre de la manera más contenida, distante en apariencia, pero puesta al servicio de una película “diseñada a conciencia para funcionar como todo lo opuesto a aquello que entendemos por comodidad”.
En el segmento final, Carol se acerca a lo que más podría parecerse a una cura cuando decide mudarse a un nuevo hogar, en el corazón del desierto de Nuevo México, donde empezará a convivir con otras aparentes víctimas del mismo mal. El gran orientador de esta suerte de comunidad terapéutica instalada en un ambiente bucólico y rural es un hombre que lleva en la sangre el virus del Sida. Allí cambia por completo de ambiente. Lejos del confort de su opulenta residencia del Valle de San Fernando, lujoso suburbio de Los Angeles, se instala en una pequeña vivienda con aspecto de iglú y de refugio nuclear. Vive de manera austera, moviéndose a todas partes con un tubo de oxígeno sobre ruedas.
Para personificar a Carol White, Moore decidió por primera y única vez en toda su carrera experimentar por sí misma una transformación física para adaptarse a las necesidades del personaje. Perdió peso a conciencia, pese a que ya estaba muy delgada en esa época, y buscó deliberadamente verse ante la cámara como una persona de aspecto cada vez más frágil.
A salvo puso en marcha también desde esta perspectiva la ejemplar trayectoria de Julianne Moore en el cine. Lo reconoció el año pasado, en una entrevista con Vanity Fair, luego de festejar su sexta década de vida reconocida como una de las mejores actrices del cine estadounidense, y cuando falta muy poco para que se cumplan tres décadas de aquella gran consagración con una película que nunca se estrenó en la Argentina y tampoco pasó por el cable antes de su llegada a las plataformas de streaming. La primera vez que se exhibió en pantalla grande en Buenos Aires fue en junio de 2004, como parte de un ciclo programado en la Sala Lugones del Teatro San Martín. Estamos, por lo tanto, ante el virtual estreno en la Argentina, en agosto de 2023, de una película de 1995.
“En ese momento -dice Moore- no sabía qué clase de actriz quería ser. Hacía poco que había llegado a Nueva York, venía de una primera experiencia en un teleteatro televisivo y de algunas obras teatrales en el off Broadway. Interpretar a Carol White cambió por completo mi mirada sobre la actuación. Me empecé a abrir a personajes sobre mujeres reales en medio de la vida cotidiana, porque así es como vivimos. ¡Nosotras no viajamos a la Luna!”.
A salvo (Safe) está disponible en HBO Max.
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