La dinastía Redgrave
Desde dramaturgos y actores hasta asistentes de boletería y agentes teatrales se descubren, ramas arriba, en el árbol genealógico de los Redgrave, una estirpe escénica cuyos orígenes -al menos según lo que pudo reconstruir Lynn, la hermana menor de Vanessa-, se remontan a comienzos del siglo XIX. La proximidad en el tiempo hace que se considere como fundador de la dinastía a sir Michael, el gran actor de cuya muerte se cumplen este año dos décadas y a quien el British Arts Centre ha dedicado un ciclo por iniciarse hoy en el Centro Cultural Borges. Pero se sabe que su abuelo materno -Fortunatus Augustine Scudamore- fue comediógrafo y actor, y que también se consagraron al oficio su madre, Daisy Scudamore, y sobre todo su padre, que cuando Michael era un chico, aprovechó la notoriedad que le habían dado algunas temporadas en el teatro londinense, abandonó a la familia y se fue a Australia, donde se hizo un lugar entre los astros del cine mudo con el nombre de Roy Redgrave. La prolongadísima "gira" paterna (Roy no volvió más: murió en Sydney en 1922) habrá contribuido seguramente a hacer más desdichada la infancia de Michael, pero no despertó en el chico ningún resentimiento hacia el oficio, ya que a los 26 años, después de estudiar en Cambridge y haberse desempeñado como maestro y como periodista, hizo su debut en el teatro, actividad que sólo la enfermedad -el Parkinson que terminó con su vida hace ahora veinte años- le haría abandonar en 1979.
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Era alto, apuesto, dueño de una voz sonora, una dicción perfecta y cierto magnetismo fascinante. Tales dones no pasarían inadvertidos: dos años después del debut en Liverpool (donde conoció a la actriz Rachel Kempson, que sería su única esposa y la madre de sus hijos Vanessa, Corin y Lynn), ya actuaba en el Old Vic londinense y estaba cerca de la consagración en la compañía de John Gielgud. Por supuesto, también el cine reparó inmediatamente en su gallardía y su autoridad. Hitchcock le confió los primeros papeles: uno breve en "El agente secreto" (1936) y el del excéntrico musicólogo de "La dama desaparece" (1938) que lo hizo popular.
Algo menor que Ralph Richardson, John Gielgud y Laurence Olivier, los otros tres grandes actores británicos de su tiempo, Redgrave mostró en el cine la amplitud de su registro expresivo (a una edad en que otros colegas se afanaban en enredos románticos, él ofrecía complejas composiciones), y sobre todo una meticulosa elaboración cerebral de sus personajes, lo que a veces le confería cierto aire glacial. Fue el hijo idealista de la familia minera de "Las estrellas miran hacia abajo" (o "Avalancha", Carol Reed, 1939); el ventrílocuo trastornado de "Al morir la noche" (Alberto Cavalcanti, 1945); el obsesivo arquitecto coleccionista de homicidios de "Secreto tras la puerta" (Fritz Lang, 1948). Anthony Asquith le proporcionó tres de sus más aplaudidas creaciones: el poético oficial aeronáutico de "The Way to the Stars" (1945), el amargado maestro de "La versión Browning" y el protagonista de "La importancia de llamarse Ernesto" (1952), de quien dio, según algunos, una interpretación definitiva.
Fueron más de medio centenar los films en que el actor -sir Michael Redgrave desde 1959, en reconocimiento a sus aportes al teatro- intervino hasta comienzos de los setenta, cuando ofreció sus últimos trabajos, entre ellos en "El mensajero del amor" (Joseph Losey, 1970) y "Nicholas y Alexandra" (Franklin J. Schaffner, 1971). Imposible mencionarlos todos, pero conviene no olvidar, por ejemplo, "Mr. Arkadin" (Orson Welles, 1955); "El americano impasible" (Joseph L. Mankiewicz, 1958), "El mundo frente a mí" (Tony Richardson, 1962), o "La colina de la deshonra" (Sidney Lumet, 1965).
Murió el 21 de marzo de 1985, un día después de cumplir 77 años. Su esposa, siempre se resistió a ser llamada "la matriarca de la dinastía", aunque quienes estuvieron cerca del matrimonio aseguran que fue ella con su tolerancia ante los amoríos masculinos y femeninos de Michael, quien mantuvo la armonía de la familia que, por cierto, se ha prolongado en términos artísticos: a los tres bien conocidos hijos del matrimonio (uno de los cuales, Vanessa, bien merece un capítulo aparte), se han sumado los nietos: las actrices Natasha y Joely Richardson (hijas de Vanessa y Tony Richardson) y Gemma Redgrave (hija de Colin), así como el hermano de esta última, Luke (cameraman) y el cineasta Carlo Sparanero (hijo de Franco Nero y Vanessa). Rachel, que sobrevivió a su marido 18 años, aseguró que la memoria familiar no se dispersara: en 2000, entregó al Museo del Covent Garden el valioso Archivo Redgrave. A cambio, recibió 200.000 libras esterlinas.
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