Petróleo sangriento: un actor intimidado, una cachetada de más y la escena que puso en riesgo a una de las obras maestras de este siglo
El film de Paul Thomas Anderson tuvo un rodaje difícil, pero se convirtió en una perla dentro de su filmografía; a casi 20 años de su estreno, Quentin Tarantino generó una enorme polémica al elegirla entre sus favoritas
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“Los fuegos de la codicia se habían encendido en sus corazones, y se atizaron con una efervescencia que derritió todo principio y toda ley”. Un siglo después, las palabras de Upton Sinclair todavía evocan el pulso latente de la película que capturó el oscuro espíritu de nuestra época. Un relato de proporciones bíblicas que se valora como una de las grandes obras de arte del siglo XXI: Petróleo sangriento.
La chispa se encendió cuando Paul Thomas Anderson, uno de los jóvenes talentos de Hollywood, terminó de leer la novela de Sinclair, Oil!. Es decir: una historia sobre la explotación del petróleo en California y, por extensión, la génesis de la codicia en los Estados Unidos. Sinclair escribió su novela después de vacacionar a Long Beach en los años veinte. En vez de un lugar paradisíaco para descansar, se encontró con una postal apocalíptica. Descubrió la avaricia humana al desnudo en una comunidad que enloquecía por arrendar las tierras. Los habitantes de California estaban fuera de sí cuando supieron que estaban parados sobre millones de dólares. El hallazgo de oro negro fue una perdición vestida de bendición.
Al director de Magnolia no le interesaba ser fiel al texto original. Quería adentrarse en el corazón de las tinieblas. En ese abismo, en su propio pozo, encontró a Daniel Plainview, uno de los seres más crueles y fascinantes que haya habitado la pantalla grande.
“Una curiosidad fatal”
Anderson imaginó en una sola persona cuando escribió su guión: Daniel Day-Lewis. El ganador del Oscar por Mi pie izquierdo ya había encarnado a personajes maquiavélicos, como Bill, el carnicero de Pandillas de Nueva York. Pero ninguno tan despiadado y humano como Plainview.
Para su fortuna, el actor admiraba su obra. Especialmente, la película Embriagado de amor. Pero lo que más lo atrajo del proyecto era explorar los lugares más oscuros de su propia psiquis. “El desafío era descubrir una vida que nada tiene que ver con la mía, la suya es una vida que no podía entender, en absoluto”, confesó el actor. “Ese misterio desencadenó una curiosidad fatal en mí, así que acepté hacerlo”.
La fusión fue tal que Day-Lewis improvisó, de principio a fin, el discurso con el que Plainview se presenta ante los vecinos de Little Boston y endulza sus oídos con promesas de inversiones que harán crecer al pueblo.
“Es difícil para mí no ver a Plainview como algo un poco heroico. Su ambición es descomunal y puedo sentir empatía en su búsqueda de supervivencia, particularmente en esa época”, confesó el director.
Los clásicos que la inspiraron
Entre las sombras que se proyectan sobre Petróleo sangriento se erige la de otro clásico sobre la codicia: El tesoro de la Sierra Madre. “Amo tanto esa película que me resulta difícil hablar sobre ella sin sonrojarme. Para Petróleo sangriento tratamos de mantener las cosas simples: pocas tomas, encuadres sencillos. Las películas de la década de 1940 son increíblemente directas. Esas son las que más amo, realmente”, explicó el director.
Curiosamente, la inspiración para Daniel Day-Lewis no fue el hombre obsesionado con el oro que interpreta Humphrey Bogart en esa película, sino el director de la obra: John Huston. El británico nacionalizado irlandés estudió la voz gutural y rasposa de Huston para darle vida al empresario que seduce a los habitantes del pueblo con promesas de inversiones y crecimiento. Huston también había hecho carrera como actor: en Barrio Chino es el empresario que quiere devorarlo todo, especialmente el futuro. Otro punto de conexión con Petróleo…
Las primeras escenas de Petróleo sangriento plantan la semilla del mal. Daniel Plainview está cubierto en tinieblas, como si fuera Drácula: “En mi cabeza pensaba que estábamos haciendo una película de terror”, admitió el realizador de Juegos de placer. “Quizás vemos películas de terror porque queremos ver algo horrible, de la misma manera que nos puede excitar ver un choque de autos. En cierta manera, la historia de Plainview es como un choque de autos, un choque que empeora todo el tiempo”.
En esos pozos de ambición también se asoman presagios para el destino de H.W., el hijo de Daniel Plainview. Los primeros encuadres evocan a La infancia de Iván, el trágico relato de Tarkovsky sobre la destrucción de la inocencia en un mundo desolado por la guerra.
Un actor intimidado
El antagonista de Daniel Plainview es un emprendedor espiritual, Eli Sunday, un predicador que se cree el profeta de la iglesia de la Tercera Revelación. El elegido para encarnar a Eli fue el ignoto Kel O’Neill, pero el destino tuvo otros planes.
Según The New York Times, O’Neill no soportó la intensidad de su coprotagonista, Day-Lewis y abandonó el set. “Me sorprendió cuando leí eso”, dijo Lewis. “Cualquiera haya sido el problema con esa persona, no creo que se haya sentido intimidado por mí”.
Tiempo después, O’Neill aclaró que renunció por sus propias limitaciones como actor. El que tomó su lugar fue otro miembro del elenco que, inicialmente, tenía un rol mucho más pequeño: Paul Dano.
El joven de Pequeña Miss Sunshine había sido contratado solo para encarnar a Paul Sunday, el hermano de Eli. Anderson encontró una solución que tenía eco bíblicos: Paul y Eli Sunday se convirtieron en hermanos gemelos. Dano tuvo solo 4 días para preparar un rol mucho más grande del que pensaba.
La disputa entre Daniel Plainview y Eli Sunday roza la épica bíblica. “Es una buena contienda entre dos hombres que son capaces de verse tal cual son”, explicó el director.
Infierno en la torre
La contienda entre el magnate de las excavaciones y el falso profeta es una disputa que recibe su bautismo de fuego. Eli Sunday intenta bendecir una torre de perforación, pero Plainview lo ignora. Un accidente hace que la perforación se descontrole, el petróleo vuela y el cielo arde.
“Fue una pesadilla”, suspiró el director de fotografía Robert Elswit, cuando le preguntaron cómo fue filmar la secuencia del géiser y la explosión. “El fuego era real. El equipo de efectos tenía que encender una mezcla de combustible diésel con gasolina que estaba controlado por una bomba enorme. Solo hubo un efecto digital a cargo de ILM, al principio de la explosión, pero después es todo real”.
El plan original era filmar la secuencia del incendio en la torre a lo largo de dos días de rodaje. Pero Steve Cremin, encargado de los efectos especiales, advirtió que extinguir el fuego iba a resultar mucho más difícil de lo previsto. La torre de perforación, una construcción del diseñador de producción Jack Fist, estaba reseca por pasar meses al sol. Encenderla podía ser mortal.
Filmar la secuencia fue una carrera contra reloj. Apenas las llamas envolvieron la torre, notaron que podía colapsar en cualquier momento. Fue una escena muy exigente para el equipo de producción. Para lograr el efecto, Jack Fisk diseñó una boquilla que lanzaba una mezcla de combustibles capaz de producir distintos tonos de humo. Motores hidráulicos mantenían la presión y el volumen, pero una chispa fuera de lugar podía provocar una explosión gigantesca. “Tampoco podíamos dejar que ningún fluido tocara el suelo”, explicó Fisk. “Éramos responsables de cualquier material tóxico; teníamos que demostrar que no contaminábamos”.
Filmar la torre en llamas era apenas la mitad del trabajo. A la noche siguiente, el equipo debía filmar la cara de los actores reaccionando al incendio. “Podría haber iluminado los rostros como hacen todas las películas, pero Paul no confía en esos métodos. No quería luz artificial”, reconoció Elswit.
Cremin ideó un plan: usar lanzallamas para simular el gigantesco incendio. Pero sabía cuáles eran los riesgos de filmar con fuego a gran escala después de hacer Soldado anónimo. “Confíen en lo que digo”, les advirtió Cremin a todos antes de encender las cámaras y los lanzallamas. “No se pueden acercar más al fuego porque se les va a quemar la cara”. Los actores estaban a una distancia prudencial del fuego: 36 metros. Pero, aún así, sintieron el calor abrasador. “Las llamas levantaron muchísimo la temperatura, pero así lo filmamos”, contó el supervisor de efectos.
La secuencia del géiser y la explosión que deja sordo al hijo de Plainview fue inspirada por la película Gigante, un clásico protagonizado por Elizabeth Taylor y James Dean. La simbólica torre en llamas representa la primera victoria de Eli que, después del caos, aparece en pantalla como si caminara por el cielo.
El bautismo en la iglesia
Daniel Plainview y Eli Sunday acumulan riqueza mientras disputan influencia sobre los habitantes del pueblo. La producción de Jack Fisk y el diseño de vestuario a cargo de Mark Bridges (el mismo responsable de los icónicos trajes de El hilo fantasma y Guasón) debían representar ese crecimiento en el modo de vida de los personajes.
En la iglesia de la Tercera Revelación se desarrolla una de las secuencias más importantes de esta historia. Eli, convencido de que tiene las cartas ganadoras en la mano, obliga a Daniel Plainview a confesar sus pecados y lo hace arrodillar frente a su congregación. Es un ritual de humillación frente un auditorio colmado, que observa cómo se desenvuelve la situación.
La escena se rodó sin ensayo previo. Pero ocurrió algo llamativo: Dano improvisó abofetear más de lo previsto a su colega. Los cachetazos que le da a Daniel Day-Lewis fueron reales.
La confrontación final transcurre en un escenario distinto, que Anderson concibió como si fuera parte de un set de La naranja mecánica. Para eso, obtuvo el permiso para filmar en la mansión de Edward Doheny, uno de los empresarios en los que Upton Sinclair pensó cuando creó su novela sobre la avaricia.
El director quiso pintar el lugar enteramente de color blanco, pero Elswit lo convenció de que no era una buena idea hacerlo. “Quería que el lugar se convirtiera en un cubo blanco y simétrico. Él estaba maravillado por la manera en la que Kubrick hacía las cosas, pero yo le decía: 'Paul, Kubrick construía sets, no venía a filmar a un lugar como este’”.
En ese lugar, Plainview confronta a Eli y lanza una de las frases más memorables de la película: “I Drink Your Milkshake. I Drink It Up!”. La frase fue pronunciada por el propio Doheny, cuando fue acusado de sobornar a distintos políticos para quedarse con el arrendamiento de tierras petroleras.
Dylan Tichenor editó la película en compañía de Paul Thomas. Los métodos inusuales del director llegaron a la sala de montaje: mientras unían el material filmado, cenaban carne y tomaban vodka, para estar en sintonía con la mentalidad del protagonista desaliñado que vive como una bestia.
Para terminar el rompecabezas, faltaba la música. En otra decisión inusual pero inspirada, Anderson convocó a Johnny Greenwood, guitarrista de Radiohead, para armar la melodía de esta producción ambientada en otro siglo. Greenwood no tenía experiencia previa con el cine, pero después de 3 semanas entregó su trabajo.
El guitarrista usó las ondas Martenot (un instrumento formado por teclado, altavoz y generador de baja frecuencia) para un sonido inconfundible y perturbador. Quería transmitir la sensación de una amenaza latente y el sentimiento de opresión religiosa con ese particular instrumento.
Como si fuera un diálogo musical entre lo clásico y lo moderno, la música de Greenwood comparte espacio con las melodías de Johannes Brahms.
La derrota en el Oscar contra “una película perfecta”
Cuando se estrenó, el 27 de septiembre de 2007, Petróleo sangriento fue recibida con comentarios laudatorios de parte de los críticos. Manohla Dargis escribió en The New York Times que la película “es, sobre todas las cosas, una obra de arte que trasciende el contexto histórico en el que se hizo”.
El famoso Roger Ebert fue menos entusiasta: “Es el tipo de película sobre la que se dice, con facilidad, que es grande. No estoy convencido de su grandeza. Se filmó en el mismo lugar que Sin lugar para los débiles, y esa sí es una película perfecta”. Efectivamente, Petróleo sangriento se filmó en Marfa, Texas, al mismo tiempo que los hermanos Coen hacían su propia obra maestra. Apenas unos kilómetros de distancia separaban a los equipos de cada película. Tan cerca estaban que, cuando los técnicos de Petróleo… trabajaron con las llamas, los Coen tuvieron que suspender su día de trabajo porque el humo de esa producción entorpecía su rodaje.
Petróleo sangriento fue nominada a 8 premios Oscar, incluyendo película, guion adaptado y dirección, categorías que perdió contra la película protagonizada por Josh Brolin y Javier Bardem. Ganó dos rubros: dirección de fotografía y actor. Daniel Day-Lewis se alzó con el segundo Oscar de su carrera.
La música de Greenwood fue descalificada de la competencia por la estatuilla dorada. La Academia consideró que el trabajo de Greenwood no era lo suficientemente original para poder competir. El tecladista había usado música de sus antiguos repertorios en algunas escenas de la película.
En su paso por las salas, Petróleo sangriento recaudó $76 millones. Hasta ahora, permanece como el mayor éxito comercial en la carrera del director de Una batalla tras otra, si se tiene en cuenta lo que costó la producción y lo que recaudó en su pasó por salas.
La polémica con Tarantino
En 2025, cineastas como Denis Villeneuve, Robert Eggers, y Josh Safdie, entre otros, la votaron como una de las mejores películas del siglo en una encuesta realizada por The New York Times. Para los lectores del diario, quedó como una de las cuatro mejores, solo detrás de Sin lugar para los débiles, El camino de los sueños y Parasite.
Quentin Tarantino opinó que esta es una de las mejores películas del siglo XXI: “Para muchos, es la obra maestra de Paul Thomas Anderson. Me encanta esta película, pero ese mérito para mí lo tiene Juegos de placer”. Y aclaró por qué no considera que sea la mejor película del siglo.
“Podría haber estado en el primer o segundo lugar, si no fuera por un gran problema: ese gran problema es Paul Dano. Es un tipo flojo, flojo, nada interesante. Se supone que es una película de dos personajes, pero es drásticamente obvio que no lo es”.
Su declaración dio lugar a una impensada polémica, que llevó a tomar partido hasta al propio Daniel Day-Lewis. Luego de que una cuenta de Instagram administrada por un fan del actor británico publicara que “Paul Dano es uno de los mejores y más talentosos actores de su generación”, The Guardian se puso en contacto con él para conocer su opinión. Y sus palabras fueron contundentes:“Apoyo ese sentimiento”.
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