Se reestrena El planeta salvaje, la extraordinaria película de animación que se mantiene vigente aún 50 años después
Este film de René Laloux, repleto de alusiones políticas y morales, ganó el Premio Especial del Jurado en Cannes 1973 y aún se sostiene como un manifiesto estético
Originalmente, esta producción franco-checa de animación para adultos se estrenó en nuestro país en marzo de 1975. Venía de ganar el premio especial del jurado en el festival de Cannes por sus méritos como mejor película a secas y no bajo el rubro un poco más condescendiente de “película de animación”. Si se caracteriza a los 60 y al principio de los 70 como una era de utopías revolucionarias, experimentación estética, resistencia al mainstream, vínculo con las vanguardias históricas y psicodelia, El planeta salvaje es un producto característico de su época, aunque no se hicieron muchos más films como este.
Inspirada por una novela de 1957 de Stefan Wul, la película fue dirigida por René Laloux y guionada y diseñada por el escritor y artista plástico Roland Topor, autor de El quimérico inquilino e integrante junto a Fernando Arrabal y Alejandro Jodorowsky del grupo Pánico. La trama transcurre en dos mundos alienígenas de planicies desoladas con extrañas estructuras orgánicas que parecen salidas de un sueño o, más precisamente, de la imaginería de artistas de la vanguardia europea como Giorgio De Chirico, Yves Tanguy o Salvador Dalí.
En uno de esos mundos vive la raza de los Draag, gigantes azules entregados al desarrollo del conocimiento y la razón que mantienen como mascotas a los pequeños Oms (nombre que en francés se pronuncia igual que “hommes”, hombres o el genérico para la humanidad). En efecto, los Oms son humanos primitivos, que involucionaron a lo largo de milenios, desde que fueron traídos de su planeta arruinado por la guerra, hasta convertirse nuevamente en salvajes. Tras que una mujer humana sea asesinada por niños draag que jugaban con ella como quien acosa cruelmente a un insecto, su hijo Terr (que se pronuncia igual que “Terre”, tierra) es adoptado como animal de compañía por una adolescente draag. Terr es un tropo habitual en la ciencia ficción y en la dialéctica emancipatoria: un representante del vulgo que evoluciona hasta convertirse en el “elegido” o en aquel que desarrolla conciencia de clase. Por una falla del collar que lo mantiene cautivo, es capaz de sintonizar con la diadema que su dueña usa para educarse y así aprende lo suficiente para comprender su situación de sometimiento y escapar. Terr logra transmitir sus conocimientos a un grupo de humanos salvajes y empieza a gestar una rebelión.
El sentido metafórico de este relato fuertemente evocativo está abierto al mejor postor: puede referirse al totalitarismo todavía dominante tras la cortina de hierro, al racismo o toda forma de opresión a minorías e, incluso, al maltrato hacia los animales. Pero más allá de estas alusiones políticas o morales un poco diluidas en el tiempo, la película se sostiene como un manifiesto estético a favor de imágenes cinematográficas distanciadas del realismo y la mímesis y que celebren la imaginación. En los 70, era posible rastrear una afinidad o influencia en otros artistas de la animación cercanos a la psicodelia y al surrealismo como Terry Gilliam, pero en la actualidad no se asemeja a nada más. Si bien sus temas pueden parecer trágicamente serios, el film no está exento de humor, en particular por la curiosa fauna que habita en sus mundos.
La película tiene, además, una elogiada banda sonora de jazz-funk, compuesta por el pianista y orquestador Alain Goraguer, quien trabajó bajo estos roles con Serge Gainsbourg y Boris Vian. Este soundtrack fue incansablemente sampleado por luminarias de hip hop como J Dilla o Madlib y termina de redondear una experiencia audiovisual extraordinaria.
El planeta salvaje, de René Laloux, está disponible en las salas Cinemark Palermo y Cinépolis Recoleta