
El genuino flamenco de Eva Yerbabuena
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Ella ocupa todo el espacio con su sola presencia. Abre sus brazos, hace vibrar el aire entre los dedos y toma con sus yemas el sentir de la guitarra y del cante para hacerlo transitar por todo su cuerpo, hasta enterrarlo en el piso.
Es Eva Yerbabuena, que con su espectáculo de ballet flamenco "5 mujeres 5" desplegó todo el sabor andaluz, auténtico y ancestral, en su estreno, anteayer, en el teatro Avenida, donde volverá a presentarse esta noche, mañana y pasado mañana.
Con coreografía propia y dirección escénica de Hamsel Cereza, de La Fura dels Baus, Yerbabuena transita el amor, la locura, la ambición, la soledad y la madurez de la mujer. Todo su ser fluye a través de esos estados; la conexión profunda y auténtica con ella misma la lleva a enamorarse, a enloquecer, a ambicionar, a quedarse sola y a encontrarse madura. Cinco momentos, cinco mujeres y un solo ser.
Su espalda es mar inmenso que se expande y se contrae como olas para irrumpir en pellizcos. Sus pies se hacen música. Juega con el volumen del sonido de forma magistral; por momentos lo lleva al mínimo exigiendo un silencio sublime para disfrutarlo. Y la sala completa, entonces, clava su mirada en esos pequeños pies que dibujan todo el escenario. Una vez ahí, el tono del zapateo va subiendo y su cuerpo traza líneas aquí y allí, como un cuadro, con la precisión de un sentimiento verdadero. Su rostro sudado es la consecuencia, sus expresiones reflejan lo más interno de Yerbabuena. Y sus remates no necesitan estridencias: con un solo movimiento de hombros deja al espectador maravillado.
Cantaores y guitarras
La acompañan en este espectáculo los bailarines Lucía Guarnido, Mercedes Ruiz, Marta Arias, Sara Vázquez, Luis Miguel González, Juan Carlos Cardoso y Rubén Olmo; los cantaores Enrique Soto, Segundo Falcón y Pepe De Pura; la soprano ligera Marta de Castro; los guitarristas Paco Jarana (marido de Yerbabuena) y Salvador Gutiérrez; Antonio Coronel en percusión e Ignacio Vidaechea en flauta y saxo.
Con una escenografía nada pretenciosa, en la que cada elemento tiene su justificación, y la incorporación de algunos efectos, como la proyección de imágenes, está claro que el protagonista es el sentir, que llega a través del trabajo de todos.
Y cuando el teatro es un solo aplauso fervoroso, y salen todos a saludar, y parece que el espectáculo termina luego de poco más de una hora, anuncian un descanso de quince minutos.
Lo que viene luego es una explosión de flamenco. Una soleá que quita el aire. Agita. Emociona. Hasta los más recatados sienten ganas de gritarle. "¡Bravo!", "¡Olé señora!"
El espectador recibe una energía intensa. Al finalizar, el público, de pie, ovaciona. Y luego de dos saludos, Yerbabuena se planta en la mitad del escenario, que había quedado casi vacío. Silencio. ¿Dirá unas palabras?, se preguntaba la gente. Los cantaores que la rodeaban comenzaron primero con las palmas y ella, en una conexión íntima con el público, volvió a sorprender.





