FIBA. El último rinoceronte blanco o la poética representación de bailar hasta el final
Lo social se confunde con lo animal, lo urbano con el paisaje más desolado y el drama con la felicidad en este solo de danza contemporánea que deconstruye el movimiento de diferentes danzas urbanas
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Muy buena. The Very Last Northern White Rihno. Concepto y coreografía: Gastón Core. Intérprete: Oulouy. Música: Jorge da Rocha. Luces: Iván Cascon. Colaboración artística: Aina Alegre. Estilismo: Eva Bernal. Producción técnica: Arnau Sala. Coproducción: Festival GREC (Barcelona), Sala Hiroshima. Duración: 52′. Con la colaboración del CCEBA y del Centre Civic Barceloneta. Próxima función en FIBA: hoy, a las 20, en el Portón de Sánchez (Sánchez de Bustamante 1034).
Desde que comienza a mover centímetro a centímetro los dedos y las manos frente a su rostro cabizbajo hasta que recorre eufóricamente el perímetro de la caja negra de la sala con una sonrisa blanca y grande, en los cincuenta minutos que hay en el medio, una suerte de estallido poético va gestándose de a poco en el cuerpo del bailarín. En ese transcurrir, lo social puede confundirse con lo animal, lo urbano con el paisaje natural más desolado, el drama con la felicidad. ¿Qué pasaría si ese individuo fuera el último de su especie? The Very Last Northern White Rihno podría ser una respuesta a esa pregunta, una inquietud que la atmósfera, el movimiento, la iluminación y una composición sonora crucial para el sentido de la obra instalan incluso en aquel espectador que desconoce el germen del trabajo.
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Gastón Core (argentino, radicado en Barcelona) comenzó a elaborar este solo que interpreta el bailarín Oulouy (nacido en Costa de Marfil, vivió entre Francia, Inglaterra y España) a partir de una noticia: cuando Sam Anderson, de The New York Times, se enteró de la muerte del último macho de rinoceronte blanco del norte, viajó a Kenia para contar cómo era la vida de las dos únicas representantes de esa especie, antes de la extinción definitiva. Paradójicamente, la indiferencia de esos seres ante un destino inminente le proporcionó al periodista una sensación de paz.
Aunque no hay en escena pretensiones narrativas, ciertamente se producen algunas imágenes con alegorías claras. La propuesta pide al espectador tiempo para la contemplación y en ese paciente discurrir, donde el movimiento va de lo mínimo a lo máximo y por momentos se vuelve algo desconcertante, el trabajo sonoro se puebla de elementos: las cuerdas de un contrabajo, la voz humana, soplidos o resoplidos tanto como el ruido ambiente de la calle que llega hasta la sala desde la toma directa de un micrófono instalado en la puerta del teatro.
Formalmente, la obra deconstruye distintos tipos de danzas urbanas –como el aludido finger tutting, krumping, afro- y las traslada a otros lugares (el más obvio, de la calle a la sala), pero también a otros ritmos y contextos. Para Oulouy, que como bailarín proviene de aquellos lenguajes y ámbitos, The Very Last Northern White Rihno consiste en su debut en la danza contemporánea -que, a diferencia del street dance, “se hace preguntas sobre todo”, como él mismo señala en una conversación después del estreno- y representa un desafío interpretativo: el trabajo de la mirada, por ejemplo, que se encuentra con el público recién hacia el final. Su talento es sencillamente desbordante. También él baila hasta agotarse, una suerte de extinción de la energía.
The Very Last Northern White Rihno es parte de un díptico aún inédito como tal, que se completará con Chorus, obra para doce bailarinas de danza tradicional de la India, sobre la tragedia Las suplicantes de Esquilo.
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